En una entrevista con el programa Porque amamos la música, el maestro Armando Manzanero, quien fue músico, cantautor, compositor, productor y arreglista, con una breve faceta como actor, comentó que “la música es la compañera más importante que puede tener cualquier ser viviente; hasta las flores y las plantas, cuando escuchan música, se sienten mejor”. Por ello, dedicó toda su vida, con más de 50 años de trayectoria artística, a crear las canciones más dulces, con letras dedicadas al amor, que llegan hasta el alma, de las que todos nos hemos sentido protagonistas alguna vez. Lamentablemente, el pasado 28 de diciembre, su piano se quedó en silencio y su voz se apagó, pero, gracias a su herencia, de más de 600 composiciones, traducidas a más de 30 idiomas, y 30 discos, seguirá sonando en nuestros corazones.
El niño y el piano
El “Rey del romanticismo”, considerado uno de los mejores compositores mexicanos y reconocido a nivel mundial, nació en Yucatán, el 7 de diciembre de 1934 o 1935, según se quiera ver. Y es que siempre afirmó que fue en 1934, sin embargo, sus padres lo registraron hasta el año siguiente, por lo que su acta de nacimiento estaba “un poquito chueca”. Desde pequeño, hizo de la música su gran amiga; eterna amistad en la que sus progenitores tuvieron mucho que ver, pues su padre, Santiago Manzanero, era miembro fundador de la Orquesta Típica de Yukalpetén, y su madre, Juana Canché, prefirió cambiar su máquina de coser por un piano, para que su hijo aprendiera a tocarlo, y a partir de entonces, se hicieron inseparables. A los ocho años de edad, ingresó a la escuela de Bellas Artes de Yucatán, y en 1950, a los 16, compuso su primera melodía, titulada Nunca en el mundo, dando inicio a su carrera como músico.
Su talento le ayudó a conseguir el puesto de director musical de la filial mexicana de la compañía discográfica CBS International y luego se convirtió en el pianista acompañante de otros artistas, como Pedro Vargas o el argentino Daniel Riolobos. En 1962, participó en el Festival Mundial de la Canción, realizado en México, quedando en el quinto lugar de la competencia; no obstante, fue el ganador de la edición de 1965, celebrada en Miami, con su éxito Cuando estoy contigo. Esto lo motivó a lanzar, dos años más tarde, su primer disco, llamado Mi primera grabación, que incluía temas como Voy a apagar la luz, Los años, Qué vas a hacer, Me faltabas tú, Gracias, muchas gracias y muchos más.
En 1968, presentó al público una canción que había escrito a principios de esa década, que pronto se convirtió en el himno de la música romántica mexicana: Somos novios, con la que daría el salto a la escena mundial, siendo interpretada, entre otros artistas, por un grande del rock estadounidense...
El Rey, interpretando al Rey
Somos novios se volvió un hit musical no sólo en México, sino también en otros países, empezando por Estados Unidos, donde el compositor Sid Wayne hizo una versión en inglés, con una letra diferente a la de Manzanero, aunque conservando la melodía y la temática de una declaración de amor; la tituló It’s impossible y se escuchó primero, en 1970, en la voz de Perry Como y después en la de Elvis Presley, el “Rey del rock”, quien se encargó de popularizarla.
A raíz de esto, se corrió el rumor de que, aunque su canción salió después, Sid Wayne la registró y demandó a Manzanero por plagio, quien perdió y tuvo que pagarle una gran suma de dinero al estadounidense. No obstante, tal historia es mentira; en una entrevista en 2013, el “Rey del romanticismo” declaró que, efectivamente, Wayne era el autor de la versión en inglés, pero que nunca se habían ido a juicio ni hubo intención de ninguno por empezar un pleito, al contrario, se volvieron grandes amigos. Cabe mencionar que, según las leyes, a quien realiza la traducción de la letra de una canción le toca el 35 % de las ganancias generadas, sin embargo, el mexicano quedó tan maravillado con el trabajo de Wayne que le otorgó el 50 %.
La era de los premios
A este gran tema, le siguieron otros éxitos, como No, Adoro, Esta tarde vi llover, Contigo aprendí, Te extraño, Por debajo de la mesa, Como yo te amé, La media vuelta, No se tú, Nos hizo falta tiempo y Nada personal, el cual se lo compuso a su última esposa, Laura Elena Villa (de cinco matrimonios en total), cuando ambos estaban en otras relaciones.
En 2001, ganó el Latin Grammy al Mejor álbum vocal pop dúo o grupo, por Duetos, y nueve años después volvió a ganar el premio, pero ahora por su Excelencia Musical. En 2014, obtuvo el Grammy por su Carrera Artística, siendo el único mexicano que lo ha conseguido hasta el momento, y en 2015, fue nombrado por la Organización de los Estados Americanos (OEA) como Patrimonio Cultural de las Américas, por su influencia en la música hispanoamericana. Al año siguiente, el Congreso del Estado de Yucatán le otorgó la Medalla Héctor Victoria Aguilar. Asimismo, recibió la presea Gran Maestro, por parte de la Sociedad de Autores y Compositores de México, de la cual era presidente desde 2010.
El maestro recibió un último y merecido reconocimiento a su talento a finales de octubre de 2020, en un homenaje en la ceremonia de los Premios Billboard, en la que, antes de recibir el galardón por su Trayectoria Artística, Pablo Alborán, Joy Huerta, de Jesse & Joy, Luis Fonsi y Jesús Navarro, de Reik, interpretaron algunas de sus canciones.
Pero, quizá, uno de sus mayores honores es que diversos artistas reconocidos han entonado con orgullo sus boleros, dando como resultado verdaderas joyas; entre ellos están: Alejandro Fernández, Alejandro Sanz, Ana Torroja, Andrea Bocelli, Aranza, Christina Aguilera, David Bisbal, Edith Márquez, Filippa Giordano, Fito Páez, Francisco Céspedes, Johnny Mathis, José José, Luis Miguel (a quien le produjo los discos Romance, en 1991; Segundo romance, en 1994; y Romances, en 1997), Miguel Bosé, Natalie Cole, Nelson Ned, Omara Portuondo, Pablo Milanés, Pedro Fernández, Paul Mauriat, Tonny Bennett, Raphael, Ricardo Montaner, Roberto Carlos, Tania Libertad, entre otros, y grupos musicales, como Bronco, Café Tacvba, la Original Banda El Limón y Presuntos Implicados, por mencionar algunos.
Definitivamente, le hizo falta tiempo
Como si se tratara de una broma que cada año juegan los medios de comunicación en el día de los inocentes, el pasado 28 de diciembre, las redes sociales se inundaron con la noticia de que el maestro Armando Manzanero había fallecido a los 86 años de edad, víctima de un paro cardíaco, derivado por complicaciones de COVID-19. Sin embargo, la primicia resultaba bastante creíble y, desafortunadamente, era verdad, ya que hacía 11 días que se encontraba hospitalizado.
Todo fue muy rápido, pasó de la sanidad al deterioro en cuestión de días, pues apenas el 11 de diciembre había estado en su natal Yucatán, en la inauguración del Museo Casa Manzanero, dedicado a su vida y trayectoria musical; esa fue su última aparición pública. Pero, para ese entonces, el virus ya estaba incubándose en su cuerpo; y es que, de acuerdo con las declaraciones de uno de sus hijos (tuvo siete), Juan Pablo Manzanero, el autor celebró su cumpleaños días antes, en Oaxaca, en una reunión a la que asistieron alrededor de 30 personas, entre amigos y familiares, sin cubrebocas ni sana distancia o alguna otra medida de seguridad sanitaria. Su edad, la diabetes que padecía, controlada durante 40 años, y afecciones del riñón agravaron el cuadro.
Pidió que el caso de su padre fuera tomado como un ejemplo de que la batalla contra el coronavirus aún no termina, y que hoy más que nunca es importante no bajar la guardia. Agregó que el maestro Manzanero no podía ni quería estar en casa; su prioridad era su trabajo, su música, y no consideró los riesgos ni las consecuencias.
Después de inaugurar su museo, regresó a Yucatán en una urna... Definitivamente, le hizo falta tiempo.
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