Actualmente, se nos advierte acerca de la importancia de hablar una segunda lengua, sobre todo aquellas que tienen mayor presencia en el mundo, como un recurso para facilitar la comunicación al viajar o tener mejores oportunidades de empleo. Y todo esto es verdad, sin embargo, para el tema de esta nota, da igual el idioma o dialecto que se hable, lo que importa es ser bilingüe.
La definición de qué significa exactamente ser bilingüe no está muy clara. Para algunos, es dominar dos lenguas a la perfección, mientras que, para otros, basta con conocer las reglas gramaticales y cierto vocabulario de un segundo idioma, con los que puedan darse a entender, aunque cometan errores. Cada quien tiene su propia perspectiva, pero, en realidad, el nivel que se tenga tampoco interesa mucho en este momento, lo importante es conocer y estar familiarizado con otra lógica lingüística que no sea la materna, pues esto tiene repercusiones positivas en procesos cognitivos, más allá de la comunicación.
Por ejemplo, varios estudios de neurolingüística, en su intento por descifrar cómo es que el aprendizaje de los idiomas afecta al cerebro, han demostrado que las personas bilingües desarrollan una mayor capacidad de atención, concentración y memoria, lo que las vuelve más habilidosas a la hora de desempeñar funciones ejecutivas, como el cálculo mental, la comprensión de textos y la resolución de problemas.
Asimismo, la doctora Ellen Bialystok, de la Universidad de York, en Canadá, señala que tener un cerebro bilingüe retrasa hasta cinco años la aparición de los síntomas de enfermedades relacionadas con la memoria, tales como el Alzheimer y la demencia. Así, aprender un segundo idioma a una edad temprana es un modo de prepararse para llegar al envejecimiento de la manera más saludable posible.
¿Qué tienen que ver los idiomas?
Naturalmente, todas las habilidades extra que aprendemos tienen un impacto en el cerebro. En este caso, aprender una segunda lengua y ponerla en práctica obliga a alternarla con la otra que ya conocemos, es decir, según se requiera, nuestro cerebro está en constante actividad, eligiendo entre uno y otro idioma, lo que hace que se estimulen diferentes áreas neuronales que también están involucradas en la ejecución de otras tareas no lingüísticas.
Gracias a estudios electromagnéticos, se ha comprado que las personas bilingües registran mayor actividad en el lóbulo frontal del cerebro y en los ganglios basales; a su vez, la materia gris, que contiene cuerpos neuronales y sus somas, asociada al procesamiento de la información, es más densa, lo que explica el rendimiento cognitivo.
Entonces, a diferencia de una monolingüe, una persona bilingüe presenta mayor capacidad de concentración, atención y memoria, porque las estructuras cerebrales encargadas de esas funciones son las mismas que se trabajan al seleccionar y focalizarse en el idioma en que se quiere hablar; por lo tanto, las tiene más entrenadas.
Lo anterior quedó demostrado en un experimento que realizó el equipo de la doctora Bialystok: se les pidió tanto a personas bilingües como monolingües que condujeran sus vehículos; después de un rato, se les dieron diversas instrucciones mientras continuaban manejando. Al final, ambos grupos empeoraron en su tarea al momento en que escuchaban las indicaciones; no obstante, los errores no fueron tan notorios en la gente que hablaba dos idiomas.
¿Son más inteligentes?
En definitiva, NO; las personas bilingües no son más ni menos inteligentes que las monolingües. La inteligencia es un tema aparte y no se define por la cantidad de idiomas que se hablan, pero lo que sí es un hecho, es que utilizar dos lenguas constantemente involucra procesos mentales extra, los cuales modifican el cerebro, proporcionándole un entrenamiento que se traduce en una ventaja para la ejecución de casi cualquier actividad cognitiva.
Además, en contraparte de todos los beneficios que supone hablar dos idiomas, los estudios también han revelado que los bilingües pueden ser más lentos al hablar y más propensos a titubear al expresar las palabras; esto, porque inconscientemente tratan de instruir a su cerebro para que las dos lenguas no se opongan.
Contra los mitos
Si bien es cierto que, a nivel aprendizaje, es mejor acercarse a los idiomas desde pequeños, es importante resaltar que la edad no necesariamente afecta a los beneficios cognitivos que ofrece el ser bilingüe. Asimismo, las habilidades tampoco dependen qué tan bien se hablen las lenguas, sino de la alternancia entre ellas.
Por otro lado, aunque todavía no hay evidencias, los expertos creen que hablar lenguas parecidas también repercute en los procesos cognitivos, ya que entre más similares sean, el esfuerzo que emplea el cerebro para diferenciarlas es mayor; por ende, hay más estímulo. En cambio, si los idiomas son opuestos, las diferencias se hacen evidentes y la tarea cerebral de categorización se suaviza. De igual forma, tampoco se ha logrado comprobar si estas habilidades se intensifican en una persona políglota ni si es más fácil incorporar una tercera lengua a un cerebro que ya domina dos. La opinión de los científicos es que, teóricamente, no deberían existir diferencias entre una persona bilingüe y una multilingüe, puesto que lo que importa es la acción cerebral de intercambiar los idiomas, mas no la cantidad; en cuanto a la facilidad de aprendizaje, si el cerebro ya está entrenado para asimilar información lingüística nueva, entonces es capaz de recibir más.
Antes de 1960, ser bilingüe, sobre todo en edades tempranas, era considerado una discapacidad que retrasaba el desarrollo de los niños al forzarlos a invertir demasiada energía para aprender y diferenciar entre uno u otro idioma; hoy sabemos que esto no es así, sino todo lo contrario, los beneficios son muchísimos, además de que nunca es tarde para aprender una segunda lengua.
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