Se celebra cada 7 de diciembre, con el fin de resaltar el valor de esta golosina conocida y apreciada en todo el mundo, por su forma, su sabor y su bajo costo, popular de ferias y parques.
Se considera que el origen de este dulce en forma de nube data del siglo XV, cuando los reposteros calentaban el azúcar hasta derretirlo y formar hilos finos de caramelo, con los que solían decorar los postres. Posteriormente, dicha práctica de crear hilos de azúcar se hizo popular entre los cocineros del resto de Europa. En Londres, la escritora Eliza Smith, en su libro La completa ama de casa, describió el procedimiento para lograr los hilos de caramelo y aconsejaba enrollarlos, utilizando un cuchillo de cocina.
En 1897, en Estados Unidos, William Morrison y John C. Wharton, inspirados en las indicaciones de Smith, crearon una máquina caliente que facilitara el enrollamiento de los hilos de azúcar; para esto, se debía mezclar agua y el azúcar, y se añadía colorante artificial por medio de fuerza centrífuga. Conforme iban saliendo los hilos (a los que llamaron ‘seda de hadas’), se enrollaban en un palito de madera, hasta formar una especie de nube.
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