Ubicado en una serie cráteres volcánicos, al sur de Islandia, inició su erupción el 8 de junio de 1783, siendo una de las más catastróficas de la historia, pues causó la muerte de la cuarta parte de la población islandesa y alteró el clima de Europa durante un largo período. La explosión fue de nivel 6, según el Índice Volcánico de Explosividad, y originó una densa niebla de gases nocivos, que impedía el paso de los rayos del sol y que, rápidamente, se extendió hacia otros países, como Noruega, República Checa, Francia, Dinamarca, Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña. Por ello, el verano de ese año, en la mayor parte del continente, fue extremadamente caluroso, seguido de violentos aguaceros y fuertes granizadas, ocasionando que la temperatura atmosférica se ubicara por debajo de los 3 °C, provocando una reducción en la diferencia térmica entre Eurasia y África, y los océanos Índico y Ártico, y limitando las lluvias en algunas zonas africanas.
El otoño fue mucho más húmedo de lo normal; mientras que el invierno, demasiado frío. También, se produjeron sequías y la pérdida de cosechas, propiciando graves hambrunas y la presencia de todo tipo de enfermedades. La actividad del volcán continuó hasta febrero de 1784.
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