Una práctica común en México, que se ha convertido en un grave problema de salud
La Organización Mundial de la Salud reconoce que el autocuidado de la salud, que incluye las buenas opciones de estilos de vida, cuidados no farmacológicos, apoyo social durante la enfermedad y, en ocasiones, el manejo temprano de molestias menores mediante la automedicación, es un recurso valioso para la atención médica.
Sin embargo, cuando la automedicación no se utiliza de forma responsable, se considera un problema de salud pública. Es importante tener en cuenta que esta práctica puede tener un impacto negativo en la salud personal, familiar y social. Esto se ve especialmente reflejado en países en desarrollo, donde una buena parte de la población es conocida por tener bajos niveles de educación y condiciones de vida y trabajo exigentes. Asimismo, muchas personas en dichas naciones carecen de acceso a servicios de salud y, debido a sus circunstancias culturales y económicas, son más propensas a usar productos a base de hierbas, por sobre los medicamentos recetados.
Debido a la idea errónea generalizada de que "natural" significa "inocuo", un gran número de consumidores en nuestro país recurre principalmente a remedios a base de hierbas, para un autotratamiento. Y es muy probable que estas personas ignoren las posibles consecuencias negativas de estos remedios, así como el momento y los métodos adecuados para su uso.
Por lo anterior, es imperativo determinar la prevalencia de la automedicación y el consumo de remedios a base de hierbas, así como las variables asociadas a dicho consumo en la población rural, con el fin de promover un uso más racional de los medicamentos y remedios herbolarios.
Y es que estas prácticas pueden llegar a tener consecuencias perjudiciales para la salud, siendo muy criticadas por los médicos, ya que pueden favorecer el ocultamiento de síntomas, el incremento de la frecuencia de los efectos secundarios de los fármacos y la demora en la atención médica.
Antes de continuar, es importante marcar la diferencia entre el concepto de “automedicación” y el de “autoprescripción”, ya que pudiera ser que se confundan o se tomen como sinónimos, cuando no es así.
De acuerdo con el artículo 226 de la Ley General de Salud, los medicamentos son clasificados en seis grupos según su comercialización:
I) Los que sólo pueden adquirirse con receta y permiso especial
II) Aquellos en donde se retiene la receta en la farmacia
III) Los que pueden ser surtidos hasta en tres ocasiones bajo una misma receta
IV) Los que requieren receta, pero esta se puede resurtir
V) Los que no requieren receta, pero sólo se venden en farmacias
VI) Los que no requieren receta y se pueden expender hasta en establecimientos que no sean farmacias
De tal manera que la automedicación hace referencia al empleo de medicamentos de los grupos V y VI, sin necesidad de prescripción o recomendación del médico, mientras que la autoprescripción alude al uso de medicamentos de los grupos I, II, III y IV. En resumen, la automedicación es el uso de medicamentos autorizados para emplearse sin prescripción; y la autoprescripción implica un riesgo, por la naturaleza de los productos que se emplean.
Los medicamentos que sólo deberían venderse con receta no tienen en los envases ni en las etiquetas información sobre su uso o forma de empleo, pues se considera que los médicos los prescriben y se asume que pueden consultar lo que se llama IPP (información para prescribir). Teóricamente, esta información no es de acceso público, ya que sólo debería poder ser consultada por los médicos o profesionales de la salud; sin embargo, con el acceso al internet, cualquier persona podría consultarla.
En cambio, en el etiquetado de los medicamentos de venta libre, se exige que haya información en cuanto a la dosificación y las precauciones en el uso de algunos fármacos. Incluso, algunas empresas farmacéuticas han adoptado la estrategia de hacer su publicidad directamente al público usuario, con la finalidad de que presione al médico para su prescripción.
Algunos médicos sostienen la postura de que la automedicación es perjudicial, basándose en el principio de beneficencia. La tradición se fundamenta en la idea de que el médico debe tomar decisiones en beneficio del paciente, de una manera paternalista, a veces dictatorial o altruista, porque el paciente podría no ser capaz de tomar las decisiones correctas por sí solo.
Actualmente, cada día, se encuentra con mayor validez la asesoría telefónica, así como la asesoría informatizada, lo que antes no era tan común. Además, se reconoce la idea del "paciente experto", se fomentan los grupos de autoayuda y se acepta que, en ocasiones, algunos pacientes saben más de sus enfermedades que sus médicos. En un modelo ideal que mejora la relación médico-paciente, el paciente es un experto en su propia salud y el médico es un experto en la enfermedad; juntos seleccionan y llevan a cabo las mejores opciones.
La automedicación y la autoprescripción son hábitos muy extendidos, por lo que parece lógico esforzarse por controlarlos, en lugar de estigmatizarlos. Esto se puede hacer fomentando la primera y desalentando la segunda, siguiendo algunas pautas basadas en la educación sanitaria. El público puede beneficiarse de los productos de venta libre y reducir sus inconvenientes en la medida en que esté informado sobre su manejo.
Una de las ventajas de la automedicación es que puede retrasar la necesidad de atención medica en personas que pudieran requerirla, pero no pueden obtenerla debido a la sobrepoblación, lo que alivia la presión que ejercen las enfermedades comunes y menores sobre el sistema de salud. Sin embargo, dado que se trata de medicamentos generalmente seguros que llevan tiempo en el mercado sin estar asociados a problemas graves y que ayudan en el tratamiento de síntomas leves o moderados, parece adecuado asegurarse de no exceder las dosis y tener en cuenta las contraindicaciones.
La legislación actual supone que el usuario, como ocurre con otros productos, es responsable de respetar los cuidados, las dosis, las instrucciones de uso y las precauciones que se establecen en las etiquetas de los medicamentos de venta libre. Asimismo, los pacientes deben asumir la responsabilidad personal de mantener su salud y tratar sus enfermedades; al fin y al cabo, en ellos recae la principal obligación, aunque los médicos y las autoridades sanitarias no pueden eludir sus responsabilidades.
De acuerdo con una encuesta realizada por YouGov Surveys, hecha en diciembre de 2023, el 57.1 % de los mexicanos dice automedicarse, y aunque el estudio no separa puntualmente la información por grupos de edad, género, situación laboral o grado de estudios, casi todas las personas tienden a hacerlo con la misma frecuencia. Lo que sí se identificó fue que los adultos de 35 a 44 años son un poco más propensos a automedicase (64.7 %), mientras que las personas de 55 años o más deciden hacerlo ligeramente con menos frecuencia. (43.4 %).
Entre las principales razones por las que los mexicanos se automedican, están que el costo de las citas médicas es demasiado alto, falta de tiempo para visitar a un profesional de la salud, la automedicación ha sido efectiva para cierta condición en el pasado, falta de confianza en los médicos y que la clínica u hospital está muy lejos o fuera de su alcance.
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