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El oro, contra la vejez


Una creencia muy popular en varias culturas antiguas





El envejecimiento es un proceso que la mayoría de las personas desea retrasar el mayor tiempo posible e, incluso, detener y hasta revertir, por lo que, en la actualidad, se trabaja en la investigación de tecnologías clínicas efectivas para lograr dicho objetivo.


Sin embargo, este anhelo no es exclusivo de los tiempos modernos. Desde la Antigüedad y en diferentes culturas, se ha intentado encontrar la fuente de la eterna juventud o el elixir mágico capaz de paralizar el paso del tiempo.


En esta búsqueda constante y remota de belleza corporal, no es de extrañarnos que se haya atribuido la solución a ciertos objetos debido a sus características, las cuales se quisiera imitar. Por ejemplo, el oro es un metal que, además de tener un hermoso y brillante color amarillo, no se corroe y es puro e inalterable, por lo que, en varias culturas antiguas y hasta la fecha, es considerado como un objeto precioso y de alto valor.


Dentro de las primeras suposiciones que se tenían alrededor de este metal con respecto a la juventud, estaba que, si el oro servía para hacer joyería y adornar el cuerpo por fuera, entonces, también, debía servir para mejorarlo por dentro. Así que se le consideraba como un ingrediente que podía proporcionar longevidad, rejuvenecimiento de la piel, hidratación y luminosidad.


Por todas estas virtudes, su valor empezó a denotar que aquel que lo poseyera era una persona próspera y rica, e, inevitablemente, se le asociaba con la belleza, por lo que se le hizo parte de rituales y tratamientos para evitar la senectud.


Prácticas en las civilizaciones antiguas

En la antigua Roma, por ejemplo, se ocupaba el oro como ungüento para quitar verrugas y úlceras. Esta práctica fue promovida por Plinio el Viejo, escritor y militar del siglo I, cuya enciclopedia es la más antigua de la historia. En ella, abarcó temas de física, geografía, botánica, medicina, entre otros, por lo que es fácil concluir que este remedio con oro no era tomado a la ligera; en realidad, se creía que había un trasfondo médico para ello.


En China, por los siglos II y III, vivió el alquimista Wei Boyang. Él creía que, si una persona bebía suficiente oro, podría gozar de largos años de vida e, incluso, volverse inmortal. Este pensamiento lo tenían, también, los egipcios, quienes estaban convencidos de que el “agua de oro” era un tónico contra el envejecimiento.


Además, Cleopatra, figura histórica reconocida por su belleza e inteligencia, colocaba, sobre su piel, finas hojas de oro y solía dormir así. No es de extrañar, entonces, que los egipcios le hayan otorgado a este elemento el título de metal número uno, y que éste haya sido el más deseado, por su jerarquía.


Posteriormente, durante la Edad Media hubo un auge en el consumo del oro como procedimiento estético. El principal motivo para que se utilizara más este remedio es que un alquimista descubrió la manera de convertir el oro sólido en líquido. Es así como, en el siglo XVI, se empezó a beber el llamado ‘oro potable’ o aurum potabile, como se le conocía en ese tiempo. Esta “cura milagrosa” se recetaba para la mayoría de los males, que iban desde la epilepsia hasta la manía; por lo tanto, resulta lógico que se haya considerado, también, para evitar el envejecimiento.


De hecho, se tiene información de cómo se realizaba, paso a paso, este elixir, ya que, por toda Europa, había manuales para médicos, químicos y alquimistas, que explicaban las recetas con oro. Se le atribuye al papa portugués Juan XXI la receta para curar a los enfermos de lepra y los problemas en la piel, la cual consistía en una bebida de oro, que ayudaba, también, a preservar la juventud; aunque, en la actualidad, se consideraría un proceso solamente esotérico, pues uno de los pasos es dejar limaduras de oro y de otros metales en la orina de un niño virgen, por todo un día. Pese a lo raro que parezca, en esa época, de verdad, se creía que funcionaba.


Hay que tomar en cuenta que las personas que consumían este tónico, generalmente, eran personas de alto estatus social o de la nobleza. En la Francia del siglo XVI, se tiene el caso de Diane de Poitiers, una mujer que era parte de la Corte francesa. Ella sale a resaltar porque se sabe que su rutina diaria de belleza incluía beber el tónico de cloruro de oro, el cual estaba mezclado con éter dietílico. Murió a los 66 años y, aunque no se sabe, con certeza, el motivo, se cree que la causa estuvo ligada a un probable envenenamiento por el consumo de esa pócima, ya que no hay que olvidar que, al ingerir altas cantidades de elementos como el mercurio y oro, uno se expone a una intoxicación.


El uso del oro en la actualidad

Hoy en día, la búsqueda por la belleza sigue en pie; afortunadamente, la mayoría de los productos y tratamientos que contienen oro, como cremas, sueros, vitaminas rejuvenecedoras y más, son seguros, ya que tienen la cantidad exacta para el beneficio que se busca, sin perjudicar la salud. Sin embargo, puede que, aún, nos parezca una práctica fuera de lo común o exótica; una rutina que es para personas con gustos más estrafalarios. No obstante, cada vez más, este tipo de métodos se encuentran al alcance de todos.


Por ejemplo, la crisoterapia (nombre que recibe la aplicación terapéutica de compuestos de oro, con fines medicinales) es la clara muestra de que el sueño por combatir el envejecimiento con este metal precioso sigue todavía vigente, y no es sólo un anhelo que se ha quedado en la época de las primeras civilizaciones y Edad Media.


Gracias a nuevas investigaciones, se ha cambiado la forma en la que se consumían y aplicaban los compuestos de oro en los elixires mágicos, para darle paso a la forma correcta de utilizarlos, para un real beneficio en su uso, por ejemplo: ayudan para la artritis reumatoide y algunas enfermedades raras de la piel.


Además, hay que tener en consideración que el oro, en su formato más puro, como los veinticuatro quilates, tiene varios beneficios para la piel, entre ellos, su capacidad regenerativa, ya que estimula la producción de fibras elásticas. Los resultados de la utilización de estos productos han marcado que se obtiene más producción de colágeno en la piel; dicho en otras palabras: se está retrasando la aparición de arrugas y otros signos de envejecimiento.


Para finalizar, cabe resaltar que, para que esos métodos de belleza que contienen oro sean eficaces, se debe considerar que éstos necesitan haber sido realizados con oro de veinticuatro quilates.


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