Se caracterizan por ser diminutos, con un tamaño que va desde unos cuantos milímetros hasta algunos centímetros, y los hay de todas formas: alargados, redondos, con antenas y con al menos tres pares de patas, aunque existen ejemplares con más, como el ciempiés. Algunos vuelan y otros se deslizan o saltan; unos tienen colores despampanantes, mientras que otros poseen tonos más discretos, para mezclarse con la naturaleza. Algunos llaman la atención por su singular belleza, como las mariposas, las luciérnagas o las catarinas, en tanto que la mayoría causa repulsión por su apariencia y sus hábitos “insalubres”, pues son seres que se desenvuelven en la tierra o en los desechos orgánicos, además de que, pese a que la mayor parte de ellos es inofensiva, algunos pueden causar piquetes o mordeduras leves. Quizá por ello, cada vez que nos encontramos con un insecto, reaccionamos aplastándolo o rociándole medio bote de pesticida, pues nos sentimos amenazados frente a él; sin embargo, la realidad es que deberíamos temerle mucho más a que estos invertebrados no existieran, ya que son indispensables para el desarrollo de la vida en el planeta, y ahora atraviesan por un período de extinción, de dimensiones, según los científicos, equiparables al de los dinosaurios.
Encargados de la creación
Los insectos ocupan entre el 50 y el 60 % de la población animal del planeta y se estima que existen entre 5 y 7 millones de especies, sin contar a las variantes gemelas, que son aquellas muy parecidas a otras, pero con una diferenciación reproductiva; de ser así, se cree que el número podría llegar a ser hasta 41 millones. Y son tan variados y abundantes que, de las primeras cifras, sólo se han descubierto, estudiado y descrito del 10 al 20 % de especies, muchas de ellas, con información muy limitada, y el resto es todavía desconocido. Pero aun con este escenario, desde hace años, los biólogos y entomólogos han advertido sobre la desaparición acelerada, a gran escala y sin precedentes de insectos, lo que ha generado mucha preocupación ante la posibilidad de que el mundo esté enfrentando un “insectagedón” y, por ende, la sexta extinción masiva, que compromete, a su vez, la supervivencia de otros seres vivos, incluidos los humanos, pues con los insectos inicia toda la cadena alimentaria terrestre, primero, a través de la polinización, que propicia el crecimiento de plantas y frutos, de los que se alimentan otros animales.
A lo largo de la historia del planeta, se han suscitado cinco extinciones masivas, todas, ocurridas en el eón fanerozoico, que abarca desde hace 541 millones de años hasta el presente, afectando a especies marinas, invertebrados y vertebrados, como los dinosaurios. Todas ocurrieron por causas naturales, como el vulcanismo, la modificación climática, las eras de hielo o los impactos de asteroides, pero ésta podría ser la primera que se genere por la influencia del hombre.
Otra de sus funciones es que también se convierten en el alimento de otras especies, como insectos más grandes, aves y reptiles, quienes, a su vez, son devorados por otros ejemplares de la fauna, y éstos, por otros más; lo que significa que, si un eslabón de la cadena desaparece por falta de alimento, también lo harán otros que dependen de él. En este mismo renglón, cabe mencionar que, por ser fuente de proteína, los insectos forman parte de diversos platillos tradicionales en México y en otros países de América, como herencia de las costumbres de los pueblos prehispánicos, de modo que también estaría en juego nuestra gastronomía.
Asimismo, los insectos se encargan de la limpieza del suelo, ya que eliminan la materia orgánica derivada de los desechos de cadáveres; promueven el reciclaje de los nutrientes en las distintas capas de la tierra, son controladores de plagas y, gracias a sus labores de parasitismo, contribuyen a evitar la superpoblación de otras especies animales.
¡Al rescate de los insectos!
Dada su variedad y el desconocimiento que se tiene ellos, no se sabe exactamente cuántas y cuáles especies de insectos han desaparecido o se encuentran en amenaza crítica, sin embargo, los científicos consideran que las tasas de extinción superan a las de los vertebrados, en quienes se ha enfocado toda la atención en este tema, dejando de lado a otros elementos importantes.
Uno de los primeros estudios que levantó la voz sobre la extinción acelerada de insectos fue el realizado por la Sociedad de Entomología de Krefeld, en Alemania. Desde 1982 hasta 2019, los investigadores capturaron muestras de distintos tipos de insectos, siguiendo siempre los mismos métodos y protocolos de recolección, pero, cada año, la cantidad de ejemplares que obtenían era menor, lo que evidenciaba una reducción considerable y constante en la población entomológica. En 1994, por ejemplo, una botella contenía mil 400 gramos de insectos, mientras que una más reciente, sólo 300 gramos. Debido a la gravedad del asunto, en 2011, emitieron una alerta, con el fin de fomentar su conservación, pero no tuvieron el eco ni el impacto esperado; no obstante, dicho estudio sirvió de base para otro que se realizó en Australia, en 2019, en el que se sintetizaron y compararon 73 investigaciones sobre la diversidad de insectos en todo el mundo en los últimos 40 años.
Las conclusiones no fueron esperanzadoras, ya que se estima que, en las próximas décadas, desaparecerá el 40 % de la fauna entomológica, con un incremento del riesgo en un 1 % anualmente, y a una velocidad de extinción ocho veces más rápida que mamíferos, aves, reptiles y plantas. El reporte también advierte que, de seguir así, para el año 2119, el planeta podría quedarse sin insectos, dando inicio al apocalipsis; señala que los ejemplares más afectados son las abejas, las luciérnagas, las mariposas y los escarabajos.
Resultados similares obtuvieron los científicos que, también durante décadas, han analizado a la fauna de un bosque nacional de Puerto Rico, llamado El yunque. Han reportado una gran disminución de insectos y otros artrópodos, al igual que de lagartijas Anolis, que se alimentan de ellos. Por su parte, la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre la Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas, de la Unesco, advirtió en su último informe, que en los próximos decenios se extinguirán un millón de especies animales, de las cuales, la mitad serán artrópodos.
Zumbidos de esperanza
Hablar de la extinción de la fauna en general es un tema preocupante que no se debe ignorar, por lo que, sin duda, es elemental atender urgentemente la situación actual de los insectos. No obstante, otras investigaciones al respecto prefieren optar por una visión más positiva y esperanzadora frente al pánico que se ha generado. Esto no significa, claro está, que tomen las cosas a la ligera, sino que, más bien, pretenden esclarecer los sesgos de información, con el fin de lograr resultados y conclusiones más precisas. De acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, entre un millón de insectos, únicamente el 1 % está catalogado en la categoría de extinción.
Lo anterior pone sobre la mesa la interrogante sobre qué tan exactos son los estudios que advierten de un apocalipsis entomológico. Son verídicos y confiables, por supuesto, sin embargo, según el Instituto de Biología de la UNAM, que también ha hecho sus propias investigaciones para evaluar el panorama de los artrópodos, señala que dichos estudios están enfocados a grupos específicos de insectos, como las plagas o los polinizadores, y en áreas geográficas determinadas, lo que deja huecos de datos sobre la distribución y abundancia de las especies en el mundo, y, por lo tanto, dificulta el cálculo de una estadística de extinción del todo precisa, aunque no pone en duda que la desaparición acelerada de insectos es una realidad y nos debería interesar a todos. Es por ello que la investigación continúa, enfocándose a buscar las mejores alternativas y métodos para preservar su existencia.
No los vemos, preferimos tenerlos lejos, pero lo cierto es que los necesitamos más de lo que ellos a nosotros; a decir verdad, los insectos no requieren al hombre para nada. Las alteraciones del suelo a causa de los pesticidas, la sobreexplotación de los cultivos y la actividad minera, así como la conversión de las reservas naturales en grandes urbes y el cambio climático están acabando con ellos; así, es necesario que se modifiquen los hábitos humanos de producción y consumo si queremos seguir existiendo. La próxima vez que se encuentre con algún escarabajo o bicho, por más “horripilante” y desagradable que se vea, por favor, no lo mate, mejor condúzcalo, con cuidado, a una zona segura y déjelo vivir.
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