¿Qué es la curiosidad? En palabras simples y muy prácticas, es lo que experimentó usted al leer el título de esta nota y que lo motivó a continuar leyendo el resto de la misma. Es aquel sentimiento nato y espontáneo que le hizo preguntarse qué es eso de la paradoja de Schrödinger, de manera que si ha llegado hasta aquí, es porque esta inquietud ha ido creciendo a tal grado que ahora siente la necesidad de que su duda sea resuelta. Si al final de esta lectura queda maravillado o decepcionado, estará comprobando la idea central de lo que está a punto de leer.
El Diccionario de la Lengua Española define a la curiosidad como la cualidad de curioso; cuidado, esmero o limpieza; y cosa que llama la atención. Por otro lado, si ingresamos la palabra en un navegador online, los resultados que arroja son los siguientes: deseo de saber o averiguar una cosa; deseo que tiene una persona de conocer un asunto que no es de su incumbencia; y circunstancia, hecho u objeto que se considera digno de interés por ser llamativo, raro o poco conocido.
Pero estas definiciones, aunque atinadas, son planas y se quedan cortas para describir toda la esencia y significado de curiosidad, pues no es una palabra cualquiera, ella hace girar al mundo, por ella se han suscitado grandes hallazgos e inventos que han impactado en la historia, a través de catástrofes y venturas, definiendo su curso. Bien lo dijo el escritor portugués José María Eça de Queirós: “La curiosidad es un impulso humano que oscila entre lo grosero y lo sublime. Lleva a escuchar detrás de las puertas o a descubrir América”, resaltando tanto la bondad como la peligrosidad de este impulso mental tan primitivo, generador del conocimiento.
De esa idea de su naturaleza dual, tenemos el popular refrán que dice que “la curiosidad mató al gato”, la cual puede interpretarse de dos formas: 1) que gracias a esa necesidad del saber, hemos descubierto algo o comprobado una hipótesis, y 2) la que refiere al curioso, quien, por su imprudencia y al no resistirse a sus impulsos, genera un resultado desagradable. Pero ¿de dónde nace esta frase? Curiosamente, de un experimento científico que trataba de comprobar el principio de la dualidad en la mecánica cuántica, rama de la física que estudia las pequeñas partículas que forman la materia.
En 1935, el físico austriaco Erwin Schrödinger planteó una situación imaginaria donde se encerraba un gato en una caja, en cuyo interior también había un mecanismo que, en caso de ser accionado a partir de la desintegración de una partícula, liberaría un gas tóxico que mataría al gato. Después de transcurrido cierto tiempo, nosotros, como espectadores externos, tenemos la opción de pensar que el mecanismo se activó y el gato murió, o, por el contrario, que esto no sucedió y entonces el gato sigue vivo. Ambas situaciones tienen el 50 % de probabilidad de ser ciertas, por lo que no sabremos cuál es la que ha ocurrido hasta que lo comprobemos al abrir la caja. Entonces, dependiendo de la perspectiva de cada quien, el gato estará vivo y muerto a la vez, y el resultado sólo cambiará en función de la observación.
No obstante, aunque nuestra lógica nos diga que el gato está ya sea vivo o muerto sin importar si abrimos la caja o no, dentro del mundo de la mecánica cuántica, el felino permanece en los dos estados al mismo tiempo, pero en un multiverso, es decir, está en una superposición, y sólo al momento de mirar se produce un colapso que fuerza la decisión de la naturaleza hacia un estado, por lo que nuestra curiosidad estaría matando al gato. Interesante, ¿no?
En palabras científicas…
Aunque la paradoja de Schrödinger suena absurda dentro de nuestra realidad, que se rige por la mecánica clásica, para la mecánica cuántica hace mucho sentido y así es como funciona, es decir, las partículas subatómicas tienen la capacidad de existir en estados simultáneos y sólo cuando las miramos de cerca, podemos visualizar en qué estado o posición se encuentran en ese momento.
Lo anterior queda demostrado en un segundo experimento, el de la doble rendija. Imagine un área rectangular pequeña. En un extremo de la misma se coloca un cañón que dispara electrones, los cuales, para llegar al otro lado, deben atravesar una pared intermedia que tiene una perforación en dos puntos distintos. Cuando los electrones cruzan la pared, no lo hacen por una u otra perforación, si no que atraviesan por las dos al mismo tiempo, y entonces, cuando chocan con el otro extremo, marcan un patrón. Pero la persona que realiza el experimento es incapaz de advertir esto y piensa que los electrones han cruzado al azar por las perforaciones, por lo que desea saber por cuál de ellas ha sido.
De esta manera, se repite el experimento, colocando un detector en cada perforación para que éste avise cada que un electrón atraviese por ella; lo curioso es que, al final, el patrón ya no es el mismo que el de la primera prueba, lo que indica que las partículas actúan de manera simultánea, pero, cuando observamos, éstas eligen una de las opciones para manifestarse.
Schrödinger en la vida
La física cuántica no es un campo fácil de estudiar ni de explorar, aún quedan muchas incógnitas por resolver sobre las leyes de este universo. No obstante, con el conocimiento que se tiene hasta ahora, se ha hecho posible el desarrollo de cierta tecnología. La apuesta para los próximos años, por ejemplo, es la construcción y perfeccionamiento de las computadoras cuánticas.
La computación clásica procesa la información a través de unidades llamadas bits, las cuales obedecen al código binario y tienen un valor único, ya sea 1 ó 0; en palabras de Schrödinger, el gato está vivo o muerto, no hay más. En cambio, las computadoras cuánticas trabajan con qubits, que no eligen únicamente entre estos dos dígitos, sino que toman el valor de ambos y sus combinaciones, es decir, además de ser 1 y 0, son 0 y 0; 1 y 1; 0 y 1. Esto se traduce en un mayor alcance de procesamiento de información, por lo que son capaces de resolver operaciones en poco tiempo y descifrar códigos complicados.
Pero la paradoja de Schrödinger no sólo está presente en las ciencias, también puede aplicarse a cuestiones filosóficas y existenciales, como la manera en la que nos enfrentamos al futuro y a las situaciones inciertas.De la misma forma en la que nunca conoceremos el estado del gato sino hasta que abramos la caja, no podremos ganar o perder, triunfar o fracasar en la vida si no nos arriesgamos y apostamos por una opción que nos lleve a descubrir cuál será el resultado. Al final de todo, puede que la curiosidad mate al gato, pero… al menos, se habrá muerto sabiendo.
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