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La sapiosexualidad y la buena ortografía como atractivo sexy




Piense en su pareja, en las personas que le han gustado a lo largo de su vida o por la que siente atracción actualmente. Ahora, intente responder a la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que le llama o le ha llamado la atención de ellas, que ha hecho que sienta un especial interés? En este ejercicio, nos encontramos con respuestas variadas, como su físico, sus sentimientos, su personalidad, entre otras razones. Los estándares son diferentes para cada individuo, por lo que no hay una verdad absoluta ni una respuesta única correcta a esa cuestión que los antropólogos y psicólogos se han venido haciendo desde hace décadas, que es: ¿Qué es lo que hace que nos fijemos o nos enamoremos de alguien en particular? Y es que, en el proceso del enamoramiento, influyen muchos factores, desde la genética, el ámbito educativo y la cultura hasta el criterio y las experiencias propias, así como la madurez emocional de cada persona.


De esta manera, habrá quien se interese en el aspecto físico, en la belleza interior o en el dinero, por ejemplo. Sin embargo, hay gente que siente una especial atracción por la capacidad intelectual del otro; a este fenómeno, se le denomina sapiosexualidad, y a las personas que lo experimentan, se les llama sapiosexuales.


Ahora bien, ¿por qué la inteligencia puede tener ese efecto seductor en los demás? Al respecto, la antropóloga Helen Fisher afirma que “tendemos a enamorarnos de personas que están a nuestro alrededor, próximas; que resultan misteriosas, que no se conocen bien”; es decir, complejas, que despiertan cierto grado de intriga y admiración.


En este escenario, una forma de sapiosexualidad es la fascinación que algunas personas tienen hacia aquellas que poseen una excelente ortografía, sobre todo en los tiempos actuales, en los que la mayoría de la gente parece no preocuparse por escribir bien y sin errores. Así, el sentimiento es aún mayor si el individuo, además, domina la sintaxis y utiliza palabras, si bien no rebuscadas, sí las adecuadas para expresarse con propiedad, lo que lo vuelve casi irresistible.


El hecho de que las personas que manejan correctamente las reglas ortográficas y gramaticales resulten atractivas y sensuales para algunos es porque demuestran, a través de ello, ser cultas, con un alto nivel intelectual y con un gran gusto por la lectura, por lo que proyectan una imagen de refinamiento y elegancia. Esto influye porque buscamos rodearnos de seres inteligentes y capaces, de los que podamos aprender para ser mejores.


Los asesinos del lenguaje


Como mencionamos anteriormente, en un contexto cotidiano y, muchas veces, hasta en lo serio o profesional, afloran las faltas de ortografía, como pueden ser alguna palabra mal escrita, la ausencia o mal uso de los signos de puntuación o el empleo de abreviaciones no aceptadas. Sin meternos en materia del nivel educativo –que es una problemática que debe considerarse desde otra arista–, unos de los principales responsables de los atentados contra la escritura en general y de la mala ortografía individual son las tecnologías de la comunicación, como los servicios y las aplicaciones de mensajería o de chat y las redes sociales.


Remontémonos poco más de una década atrás, a los tiempos en que los mensajes SMS eran la forma más popular de comunicación escrita instantánea. Las compañías de telefonía celular cobraban por mensaje, el cual admitía cierto número de caracteres, por lo que había que ahorrar el mayor espacio posible, para evitar que todo aquello que quisiéramos decir excediera la cantidad permitida y se enviara en dos mensajes. El objetivo de esto era ahorrar saldo, para que nos durara más. De este modo, se escribía casi en código, usando pocas palabras y abreviando éstas cuando se pudiera, como sustituir ‘que’ por ‘q’ o, incluso, ‘k’; ‘también’ por ‘tmb’ o ‘tb’; ‘pues’ por ‘ps’; ‘te’ por ‘t’; o bien, utilizar únicamente los signos de cierre de exclamación o de interrogación, entre otras contracciones.


Con la llegada de las redes sociales, el fenómeno anterior se repitió, pues algunas plataformas también han definido un número específico de caracteres para cada post, como es el caso de Twitter, que, antes, sólo permitía 140, y aunque, ahora, ya haya extendido el máximo a 240, no deja de ser una restricción, que obliga a buscar la síntesis.


En la actualidad, en la era de los teléfonos inteligentes, las aplicaciones de chat no limitan la cantidad de los caracteres, por lo que se pueden escribir mensajes muy extensos; no obstante, los mismos patrones de mala escritura se siguen replicando debido a que lo que se busca ahorrar ya no es saldo, sino tiempo al redactar. Otro factor que influye en que la gente se despreocupe por escribir correctamente son los autocorrectores integrados en dichas apps o en los procesadores de texto, que modifican automáticamente las palabras mal escritas o las resaltan, sugiriendo distintas opciones, para que demos clic en la correcta, sin ser del todo conscientes de cuál fue el error ortográfico.


Si, a todo esto, le añadimos la problemática de que gran parte de la población mexicana no tiene el hábito de la lectura –actividad que, entre otros beneficios, ayuda a enriquecer el vocabulario, a mejorar las capacidades de expresión y la ortografía–, la escritura se deteriora aún más.



El Diccionario esencial de la lengua española contiene alrededor de 283 mil palabras, mientras que otros documentos relacionados con la preservación del idioma incluyen hasta un millón. Luis Fernando Lara, lingüista del Colegio Nacional –institución fundada en 1943, con el fin de agrupar a los científicos, artistas y literatos mexicanos más destacados–, señala que, al día, podemos llegar a usar entre 2 mil y 2 mil 500 palabras para comunicarnos; a veces, hasta menos. Otros estudios hechos en países hispanoamericanos indican que, incluso, las personas pueden hablar con entre 300 y 500 términos, lo que demuestra el desconocimiento del vocabulario y el desinterés general por enriquecerlo.

Nueva definición de sexy


Encontrarse con una persona que redacte de manera impecable hasta la más sencilla frase, aunque, para muchos, es raro, lo cierto es que llama la atención, se hace notar e inyecta algo de intriga en los demás, acerca de por qué no sigue los patrones, hasta cierto punto, socialmente aceptados de la mala ortografía. Y como todo aquello que causa misterio atrae y gusta, al parecer, en estos tiempos, la definición de la palabra ‘sexy’ engloba más allá de un cuerpo esbelto y tonificado, pues da cabida a la belleza intelectual, de la que es parte la buena ortografía.


Así que ya lo sabe, una coma, una tilde o un punto en su lugar, o bien, saber la diferencia entre ‘ay’, ‘hay’ y ‘ahí’, estimula la zona más erógena de nuestro cuerpo: el cerebro. Si usted no ha tenido éxito con sus conquistas, quizá, sea porque, en alguna cartita de amor, se le fue una que otra falta de ortografía.

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