Con el término de un año y la llegada de otro, es común que formulemos una lista de metas a cumplir, con el fin de mejorar nuestra vida en los próximos 365 días. Los propósitos de Año Nuevo pueden presentarse de diversas formas, pero, en general, se trata de promesas que se hacen para la el nuevo ciclo que está por empezar. Algunas personas prometen cambiar un mal hábito, como dejar de fumar o evitar la comida chatarra; mientras que otras se proponen desarrollar una práctica positiva, como iniciar un programa de ejercicio y bajar de peso, ser voluntario en su comunidad, viajar, ser mejores personas, etcétera.
Lo anterior es una costumbre con la que hemos crecido desde pequeños, heredada de nuestros padres, y a ellos, a su vez, de nuestros abuelos, pero ¿alguna vez, se ha preguntado desde cuándo existe esta bonita tradición?
Una costumbre ancestral
Aunque no está claro, exactamente, a partir de cuándo la humanidad comenzó a comprometerse con una lista de propósitos anuales, la teoría más aceptada indica que esta tradición se remonta a las civilizaciones babilónica y romana, donde podemos encontrar los primeros indicios. Además de que se realiza de diversas formas según el país o cultura de los que se trate, desde escribir las metas en papelitos y luego romperlos hasta usarlos como excusas por su mal comportamiento. Aquí, se lo explicamos.
Antigua Babilonia
Hace, aproximadamente, cuatro mil años, los habitantes de esta ciudad celebraban el Akitu, una fiesta dedicada al Año Nuevo, que duraba 12 días y que tenía lugar en marzo, en la que plantaban cosechas, coronaban a un nuevo rey y hacían promesas a los dioses, principalmente, de pagar sus deudas y/o devolver artículos prestados. Si las cumplían, las deidades los recompensarían durante el año; de lo contrario, los castigarían con acontecimientos adversos.
Roma temprana
Se dice que Jano, un dios mítico de Roma, tenía dos caras: una, mirando hacia adelante y otra, hacia atrás, lo que le permitía ver hacia el pasado y hacia el futuro. Así, los romanos las relacionaron como si la primera estuviera observando al año entrante, mientras que la segunda, al viejo. Esto se convirtió en un momento simbólico para que hicieran propósitos para el nuevo período y perdonaran a sus enemigos por los antiguos problemas.
En el año 46 a. C., el emperador Julio César introdujo un nuevo calendario, que declaró el 1 de enero como el comienzo de cada año. Y fue, precisamente, el dios Jano quien sirvió de inspiración para dar nombre al primer mes, enero (de January, en inglés), y a quien los romanos ofrecían sacrificios y hacían promesas de buena conducta.
Enero, nombre en español, derivó del latín Ianuarius, el cual, después, se transformó en Janeiro, y luego, en Janero hasta llegar a la palabra final.
Edad Media
Los caballeros medievales tenían su propia versión de los propósitos de Año Nuevo. Durante la última fiesta de la semana de Navidad, cada uno de ellos colocaba sus manos sobre un pavo real vivo o asado, y volvía a comprometerse, durante los siguientes 12 meses, con los ideales de la caballería.
Siglo XVII
Asimismo, esta práctica parecía ser común en esta época. Una anotación hecha en 1671, en los diarios de Anne Halkett, escritora religiosa y miembro de la nobleza escocesa, contiene una serie de promesas, muy al estilo de los mandamientos bíblicos, como: “No ofenderé más”. Halkett tituló Propósitos a estos escritos, fechados el 2 de enero de ese año, lo que, posiblemente, indicaría que la tradición estaba en uso en ese momento o que, de manera aislada, la gente se proponía metas al inicio de un nuevo año.
Siglo XVIII
Para los primeros cristianos, el primer día del año se convirtió en la ocasión para pensar en los errores del pasado y decidir ser mejores en el futuro. En 1740, el clérigo inglés John Wesley, fundador del metodismo, creó el Servicio de Renovación del Pacto, una ceremonia para reafirmar el compromiso de fe con el Señor Jesucristo y su Iglesia, que se realizaba, con mayor frecuencia, en la víspera de Año Nuevo o el Día de Año Nuevo.
También conocidos como Servicios de Vigilia Nocturna, incluían lecturas de las Escrituras y el canto de himnos, y sirvieron como una alternativa espiritual a las ruidosas celebraciones que, normalmente, se llevan a cabo para recibir al nuevo año. Ahora, popular dentro de las iglesias protestantes evangélicas, especialmente, las denominaciones y congregaciones afroamericanas, los servicios nocturnos que se organizan en la víspera de Año Nuevo, a menudo, se dedican a orar y hacer propósitos para el próximo ciclo.
Siglo XIX
En esta época, los propósitos de Año Nuevo eran tan comunes que, incluso, la gente se divertía con la idea de hacer y romper sus promesas. En 1802, la Revista Hibernian de Walker, publicada en Irlanda, afirmó que “los siguientes personajes han comenzado el año con una gran cantidad de propósitos, que todos se comprometieron solemnemente a cumplir”, y citó una serie de metas a manera de broma, como: “Los estadistas han decidido no tener otro objetivo a la vista que el bien de su país... Los médicos han decidido seguir a la naturaleza en sus operaciones, no prescribir más de lo necesario y ser muy moderados en sus honorarios”.
En 1813, un periódico de Boston presentó el primer uso registrado de la frase "propósitos de Año Nuevo". Un breve artículo, titulado La conferencia del viernes, dice: “Y, sin embargo, creo que hay una multitud de personas acostumbradas a recibir mandatos de propósitos de Año Nuevo, que pecarán todo el mes de diciembre, con la seria determinación de comenzar enero con nuevos propósitos y nuevos comportamientos, y con la plena creencia de que así expiarán y borrarán todas sus faltas anteriores”.
Como puede darse cuenta, a pesar de las raíces religiosas de esta tradición, los propósitos de Año Nuevo de hoy son una práctica costumbrista e individual. En lugar de hacer promesas a los dioses, la mayoría de las personas hacen planes sólo para sí mismas y se enfocan, exclusivamente, en la superación propia.
Si bien esto puede parecer superficial, también, nos sugiere que estos compromisos son un reflejo de la responsabilidad, la autodisciplina y la voluntad de querer ser mejores, lo que, en definitiva, no difiere demasiado de los orígenes de esta ancestral tradición.
Usted, ¿ya tiene su lista para 2022?; ¿cuáles propósitos de este año sí cumplió?
De acuerdo con la más reciente encuesta Propósitos de Año Nuevo, del Gabinete de Comunicación Estratégica, sólo dos de cada diez mexicanos cumplen sus promesas cada año, o parte de ellas. Y los tres principales compromisos que hacen son: cambiar de trabajo, viajar y bajar de peso.
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