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Una solución contra los microplásticos que bebemos

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Los microplásticos y nanoplásticos en el agua son partículas diminutas de plástico, generalmente, inferiores a cinco milímetros de tamaño, que han sido fragmentadas a lo largo del tiempo, debido a la exposición a factores ambientales, como el sol, el viento y la acción del agua. Estas partículas pueden ser el resultado de plásticos más grandes que se rompen, pero, también, pueden ser liberadas directamente al ambiente, en su forma más pequeña, como microfibras de ropa sintética o fragmentos de productos cosméticos.


El problema de los microplásticos en el agua es global y afecta tanto a cuerpos de agua dulce como salada. Se encuentran en ríos, lagos, océanos y hasta en el agua potable. Se calcula que millones de toneladas de plásticos ingresan a los océanos cada año, y una parte significativa de ellos se desintegra en microplásticos. Este fenómeno es preocupante porque impacta de manera negativa en la vida de todo ser en nuestro planeta:


Daño ambiental: Los microplásticos pueden ser ingeridos por peces, animales marinos y otros organismos acuáticos, lo que puede causarles problemas, como bloqueos digestivos, pérdida de nutrición y efectos tóxicos por los productos químicos que llevan consigo (como pesticidas, metales pesados o aditivos plásticos). Esto conduce a una gran disminución en las poblaciones de esta fauna, hasta llegar, incluso, a su extinción, lo que altera los ecosistemas y, por ende, repercute en la vida humana.


Afectaciones a la salud: Al ingresar a la cadena alimentaria, los microplásticos pueden acabar en el plato de las personas. Se han detectado microplásticos en el agua potable, lo que plantea dudas sobre los riesgos para la salud humana. Aunque los estudios sobre sus efectos a largo plazo son aún limitados, se teme que puedan provocar inflamaciones, interferir con el sistema endocrino o liberar sustancias tóxicas en el cuerpo. Estas partículas, también, se encuentran en el aire que respiramos, lo que podría contribuir al desarrollo de enfermedades respiratorias. Se ha detectado la presencia de microplásticos en los testículos (que podrían influir en problemas de infertilidad), el cerebro, la sangre o la placenta de mujeres embarazadas.


Los microplásticos son muy pequeños y difíciles de filtrar, lo que hace que el proceso de purificación del agua sea un desafío. Los sistemas de tratamiento de agua convencionales no están diseñados para eliminar eficazmente estas partículas, y las tecnologías más avanzadas son costosas y no siempre están disponibles a gran escala.


Pensando en una forma de aportar al ataque de este problema, científicos de la Universidad de Columbia Británica, en Canadá, desarrollaron el prototipo de un dispositivo portátil que mide, con alta precisión, el plástico liberado de objetos cotidianos, como vasos desechables o botellas de agua. Tanto el aparato como el proceso de detección son de bajo costo (cada prueba cuesta 1.5 centavos de dólar) y fiables, y los resultados se obtienen en cuestión de minutos, mismos que pueden visualizarse a través de una aplicación móvil y son fáciles de entender.


El dispositivo es una caja biodegradable impresa en 3D, que contiene un microscopio digital inalámbrico, una luz LED verde y un filtro de excitación. Con etiquetas fluorescentes y un software de aprendizaje automático y de captura de imágenes, es capaz de detectar la presencia de microplásticos de entre los 50 nanómetros y 10 micras de tamaño. Basta con colocar una pequeña muestra del líquido a examinar (menos de una gota de agua) y, rápidamente, las partículas comenzarán a brillar bajo la luz verde del microscopio.


El estudio, publicado en agosto de 2024, en la revista ACS Sensors, explica que se hicieron pruebas con vasos desechables de poliestireno. Se llenaron varios vasos con 50 ml de agua destilada hirviendo y, luego, la dejaron enfriar por 30 minutos. Al ingresar varias muestras de dicha agua en el dispositivo, se observó que contenían cientos de millones de partículas de plástico de tamaño nanométrico, aproximadamente, de una centésima (más delgado que un cabello humano).


El prototipo actual sólo está calibrado para medir partículas de poliestireno, pero dado que trabaja con aprendizaje automático, podría ajustarse para detectar otros plásticos, como el polietileno y el polipropileno. De igual manera, los científicos responsables del proyecto pretenden que pueda comercializarse, para que todas las personas puedan medir las cantidades de plásticos en sus bebidas. Esto, como consumidores, nos hará más conscientes de lo que ingerimos y desechamos; mientras que, a los fabricantes de productos, los conducirá a ser más responsables en sus procesos de manufactura.


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