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Clasificación de medicamentos

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Los fármacos son sustancias químicas que generan un efecto determinado en el organismo; pueden ser sustancias idénticas a las que se producen en nuestro organismo –como hormonas sintéticas– o ser compuestos completamente diferentes.


Asimismo, un fármaco es el principio activo de un medicamento; de tal manera que este último posee propiedades curativas o preventivas, que, cuando es administrado a las personas o a los animales, ayuda a que su organismo se recupere de los desequilibrios producidos por las enfermedades, o bien, a protegerse de ellos. Dichos medicamentos pueden ser conocidos tanto por su nombre científico como por su nombre registrado, y contienen excipientes, como aglutinantes, diluyentes, cubiertas y/o saborizantes.


Ahora bien, existen medicamentos de patente, genéricos, similares, genéricos intercambiables y controlados. ¿Cuáles son las diferencias?, ¿cuál conviene escoger? Existe mucha confusión en la nomenclatura y en la forma de clasificar  los medicamentos, por lo que, a continuación, le explicaremos en qué consiste cada uno.


El medicamento innovador o de patente es un producto nuevo, resultado de un proceso de investigación, que está protegido por una patente y es fabricado, de manera exclusiva, por el laboratorio farmacéutico que lo desarrolló. Cuenta con un nombre o marca comercial, adicional al de la sustancia activa. La compañía que lo elabora recibe la concesión para su propio fármaco, su proceso de fabricación, la forma de utilización e, incluso, para el sistema de distribución y de liberación de la sustancia en el torrente sanguíneo. Por esta razón, es común que los laboratorios farmacéuticos posean más de una patente por fármaco. Las patentes certifican a la compañía los derechos exclusivos del fármaco durante 20 años. Cuando la patente vence, el medicamento sigue siendo el innovador, pero ya no es más de patente. En algunos casos, se puede solicitar un aplazamiento de la duración de la patente, pero no siempre se concede.


Sin embargo, es importante señalar que desde el momento del descubrimiento del fármaco, cuando se obtiene la patente y hasta su aprobación para uso humano, pasan, aproximadamente, 10 años; de tal manera que los laboratorios sólo tienen la mitad del tiempo de la patente, para comercializar el producto de forma exclusiva.


Cuando expira la patente, otros laboratorios farmacéuticos pueden fabricar y vender una versión genérica del fármaco, que esté aprobada por el organismo competente; en México, es la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS). Estos laboratorios suelen vender su producto a un precio más bajo que la versión original con marca registrada; esto, debido a que el fabricante del medicamento genérico no tiene que recuperar el costo del desarrollo del fármaco y, por lo general, gasta mucho menos en publicidad.


Un medicamento genérico puede comercializarse bajo su nombre genérico o bajo un nombre comercial, pero no con el mismo nombre utilizado por el propietario de la patente original.


Así surgen los medicamentos genéricos, que cuentan con estudios de bioequivalencia, que garantizan su efectividad; es decir, se comportan en el organismo de la misma manera que los de patente. En algunos casos, el proceso de fabricación puede ser diferente del que se emplea en el innovador y la denominación distintiva.


Cabe decir que no todas las patentes de fármacos que han expirado tienen versiones genéricas. A veces, es demasiado difícil duplicar un fármaco o no están disponibles las pruebas que demuestren que el equivalente genérico actuará igual que el fármaco con nombre comercial.


En México, el gobierno federal garantiza que los genéricos tengan la suficiente calidad farmacéutica como para que se puedan usar con la misma confianza con la que se emplean los innovadores; estos medicamentos son denominados genéricos intercambiables y se identifican con un logotipo que contiene las siglas GI.


Por otro lado, los medicamentos similares, también conocidos como análogos, equivalentes u homólogos, pueden o no contar con estudios de bioequivalencia, pero no representan una auténtica variedad distinta de medicamentos, considerados sólo como estrategias comerciales.


Otra variedad que conviene mencionar son los denominados medicamentos OTC (de las siglas, en inglés, de Over The Counter), que, en español, se conocen como de venta libre. Se trata de fármacos  que se pueden vender sin una receta médica; ya sea a través del mostrador o tomados de los anaqueles en las farmacias e, incluso, en tiendas de conveniencia. Estos medicamentos suelen tener un bajo riesgo de efectos adversos, son utilizados para molestias comunes y poseen un anexo que explica las dosis y las precauciones que se deben seguir.


Al igual que los medicamentos innovadores, los genéricos se dividen en seis fracciones:


Fracción I: Se refiere a aquellos que sólo pueden ser expedidos por la Secretaría de Salud o con permisos muy especiales.


Fracción II: Son medicamentos que se surten de forma especial, con indicaciones particulares; el médico que receta sólo podrá prescribir dos presentaciones del mismo producto, como máximo, indicando específicamente su contenido. Se tendrá una vigencia de 30 días después de la elaboración de la receta, además de un estricto control.


Fracción III: Son medicamentos que únicamente se podrán surtir hasta tres veces en la farmacia, bajo una receta elaborada por un médico. Cuando se termine el tiempo y la administración del medicamento, el médico determinará si el paciente necesita más medicamentos, en otras presentaciones, o si ya no lo necesitará.


Fracción IV: Estos medicamentos sólo se venden bajo receta médica y pueden ser resurtidos cuantas veces lo indique el médico que prescribe la receta.


Fracción V: Para vender estos medicamentos, no se requiere de receta médica, pero sólo pueden estar disponibles en las farmacias.


Fracción VI:  Son medicamentos que, ademas de estar disponibles en las farmacias, también se pueden encontrar en las tiendas, sin que se requiera receta médica.

 

Como farmacéutico, es importante que tenga clara la diferencia entre los tipos de medicamentos y a qué fracción corresponde cada uno. Ello le permitirá desempeñar mejor su trabajo, cumpliendo con las regulaciones de las autoridades sanitarias y brindándole un mejor servicio a los pacientes.

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