El 12 de febrero de 1542, el explorador español Francisco de Orellana, siguiendo el afluente del río Napo, en medio de la selva Amazonia, se encontró con que éste desembocaba en otro más caudaloso: el Amazonas, el cual, luego de un recorrido de 6 mil 992 km, deposita sus aguas en el océano Atlántico. El hallazgo se dio por casualidad y fue resultado de una expedición iniciada por Gonzalo Pizarro, a través de los bosques sudamericanos, cuyo objetivo era dar con el ‘país de la canela’ y ‘El Dorado’. Él, 200 marinos y 4 mil nativos partieron desde Quito, en Ecuador, y después de unos días, se detuvieron en un punto del río Coca, cansados, sedientos y con escasas provisiones. Por su parte, De Orellana salió desde el Pacífico, acompañado de 60 hombres; llegó a Quito y, luego, arribó a la ubicación de Pizarro, quien le encomendó que fuera en busca de alimento y regresara en un lapso no mayor a 15 días. Sin embargo, De Orellana sabía que, debido a las condiciones del clima y a las corrientes fluviales, el retorno sería casi imposible. De este modo, continuó por el Coca, llegó al Napo y, de ahí, al Amazonas, siendo el primer europeo en recorrer este río.
Al regreso del viaje, De Orellana fue acusado de traición, por haber abandonado a Pizarro a su suerte, pero fue absuelto después de un tiempo. Años más tarde, regresó al Amazonas para navegarlo a contracorriente, pero murió en el intento.
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