Es una de las construcciones más antiguas e impresionantes de Escocia, que ha sobresalido en el paisaje por casi mil años; tiempo en el que sus enormes e imponentes muros sirvieron de residencia real, sede militar, cárcel y, actualmente, museo, siendo uno de los lugares turísticos más atractivos del país.
Se encuentra a 130 metros sobre el nivel del mar, en la cima de la colina Castle Rock, un volcán extinto hace más de 350 millones de años. Su ubicación en aquel elevado sitio se debe a que, en su momento, se requería de una protección efectiva contra los ataques y asaltos hacia el monumento, buscando que fuera impenetrable, y qué mejor que las inclinadas y peligrosas laderas de piedra volcánica. Es por ello, también, que el único acceso al castillo es a través de la famosa calle Royal Mile, que conecta, en su otro extremo, con el Palacio de Holyrood, actual casa real, donde se hospedan los reyes de Inglaterra en sus visitas a Escocia.
El gran complejo que conforma el Castillo de Edimburgo comenzó a construirse en el siglo XII, en honor de la reina Margarita –posteriormente hecha santa–, quien había muerto en el año 1093, en un primer castillo que se encontraba en ese mismo lugar. De hecho, fue su hijo, el rey David I de Escocia, quien mandó a levantar la capilla de Santa Margarita, la primera y más antigua edificación de toda la fortaleza. Los últimos monumentos del recinto se terminaron en el siglo XVIII.
En todo su período de esplendor, en la época de guerreros con armadura y de luchas familiares por el poder, desde antes y después de la Edad Media, entre los muros de piedra del Castillo de Edimburgo, vivieron reyes, soldados, nobles, sirvientes y prisioneros. Entre las personalidades más destacadas de la historia escocesa, se encuentran el rey Robert the Bruce (1274-1329), todos los reyes llamados Jacobo de Escocia (desde el I hasta el VI), la reina María Estuardo –mejor conocida como Mary Queen of Scots y madre de Jacobo VI– y Carlos I de Inglaterra y Escocia, quien fue el último monarca que habitó ahí, durante las primeras décadas de la centuria de 1600.
Pero el castillo aún aloja a unos inquilinos: los fantasmas, que mantienen vivo el pasado y las tantas historias que sucedieron al interior de esas paredes. Según se dice, la actividad paranormal se registra a todas horas del día, y aunque causen un poco de miedo, dichas manifestaciones quedan más que perfectas con el estilo y todo lo que representa el monumento.
Entre las apariciones más populares de este lugar, se encuentran:
La dama de gris
Se le ha visto caminar por los pasillos, escaleras y rincones del castillo. Se cree que es el espíritu de Janet Douglas, Lady Glamis, que vivió en el siglo XVI y cuya muerte fue resultado colateral de un conflicto entre dos familias, donde tuvo que pagar con su vida, por el simple hecho de ser hermana de la persona ‘equivocada’.
En 1514, luego de la muerte del rey Jacobo IV (1513), su viuda, Margarita Tudor, se casó con Archibald Douglas, sexto conde de Angus, hermano de Janet Douglas. Para ese entonces, Jacobo V, hijo de Margarita y el monarca fallecido, sucesor inmediato al trono, era un niño de tan sólo dos años de edad, por lo que Archibald se aprovechó de esa situación y de los privilegios que su matrimonio le confirieron, para ejercer un dominio político sobre Escocia.
Para no perder su poderío, Archibald mantuvo confinado al pequeño rey en el Castillo de Edimburgo. Fue así que, conforme Jacobo V fue creciendo, desarrolló un fuerte odio hacia su padrastro. Margarita se divorció de Archibald en 1527, rescató a su hijo y, un año después, éste ejerció su derecho como rey de Escocia. Como consecuencia, el sexto conde de Angus huyó del país, pero Jacobo V, como venganza, decidió tomar represalias contra toda la familia Douglas, incluida Lady Janet.
Primero, la llevaron a la corte, bajo el cargo de mantener comunicación clandestina con su hermano; luego, fue acusada de practicar brujería y de, supuestamente, haber intentado envenenar al rey. A pesar de no tener pruebas de tales afirmaciones, Janet fue sentenciada a morir en la hoguera y fue quemada viva en julio de 1537.
Desde ese momento y hasta nuestros días, el espectro de Janet Douglas vaga por el Castillo de Edimburgo, llorando por la injusticia que se cometió contra ella y portando un vestido de color gris.
El gaitero fantasma
Al recorrer el castillo, es posible escuchar el sonido de una gaita, proveniente de los pasadizos subterráneos. Lo curioso es que no hay ningún músico que toque el instrumento desde ese lugar; al menos, no uno que podamos ver ni que sea de carne y hueso. Se trata del fantasma de un gaitero que desapareció misteriosamente en aquellos oscuros pasajes.
Según las leyendas, hace bastante tiempo, el ayuntamiento escocés descubrió unos túneles debajo del Castillo de Edimburgo, los cuales, pensó que podían conectar con el Palacio de Holyrood. Para comprobarlo, se envió a un gaitero, para que los recorriera al mismo tiempo en que tocaba su gaita. La idea era que las personas que se encontraban en la superficie fueran siguiendo el camino, guiadas por el sonido de la gaita.
Así se hizo, pero, al llegar a la altura de la iglesia Tron Kirk, situada en un cruce sobre la calle Royal Mile, la música dejó de escucharse. Unos hombres bajaron al túnel, para averiguar qué había sucedido con el gaitero, pero, para su sorpresa, no encontraron nada, ni al joven, la gaita o rastro alguno de que hubiera podido haber sufrido un ataque. Tampoco era posible que el músico se pudiera haber escabullido, pues sólo había una salida.
Nunca se supo más de él, y lo único que queda de su recuerdo es el sonido fantasmagórico de su gaita.
El tamborilero decapitado
De este ente sólo se sabe gracias a las voces que se han transmitido de generación en generación, pues tiene casi cuatro siglos que no se le ve; y es que dicen que únicamente sale cuando el castillo está en peligro. La última vez que eso sucedió fue en 1650, cuando el ejército de Oliver Cromwell intentó atacar la fortaleza; la leyenda dice que, en ese momento, para ahuyentar al enemigo, un hombre sin cabeza se apareció en la parte superior de las murallas, tocando una antigua melodía escocesa, con los sonidos de su tambor.
La administración del Castillo de Edimburgo sabe que la presencia de los fantasmas aumenta el interés del público por el recinto; es por ello que, desde hace ya varios años, organiza recorridos guiados exclusivamente para apreciar la atmósfera paranormal, conocer los miles de historias de ‘terror’ que envuelven al lugar y, ¿por qué no?, tener un encuentro con los espectros.
Personas que lo han visitado, así como los trabajadores, afirman haber visto sombras inexplicables o apariciones de otros fantasmas, como el de un anciano que viste un delantal de cuero o los de perros, en el cementerio de mascotas que se encuentra al interior del predio. También, cuentan que sienten presencias extrañas y la sensación de que alguien los observa fijamente en sitios vacíos, que se ven neblinas extrañas y luces desconcertantes, y que ocurren cambios repentinos de temperatura que causan escalofríos.
Lo cierto es que, para ser un lugar que data de tiempos medievales y que fue testigo de múltiples guerras, muertes, torturas e historias oscuras, cargado de muchas energías, sería, incluso, hasta raro que no merodearan fantasmas por ahí.
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