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Kisiljevo



Y otros pueblos serbios que son la cuna de los vampiros



Se tiene muy arraigado, en el imaginario colectivo, que la figura mítica del vampiro surgió a partir de la novela de Bram Stoker, Drácula (1897), quien, a su vez, se inspiró en el sanguinario Vlad Tepes, príncipe de Valaquia, Rumania, entre 1456 y 1462. De igual forma y por lo anterior, se le relaciona a dicha criatura con la región rumana de Transilvania.


Pero lo cierto es que los vampiros, entendidos como seres sobrenaturales y malignos, existieron antes de Stoker y no son de Rumania, sino de Serbia. De hecho, la palabra ‘vampiro’ proviene del serbio ‘vampir’, que significa ‘espectro o cadáver’, y dentro del folclore más puro de aquel país, más allá de chupasangre, se les considera como criaturas nocturnas que provocaban asfixia en sus víctimas o que propagaban enfermedades contagiosas, y suelen aparecer más frecuentemente en la época invernal.


Bajo ese concepto, el primer vampiro “real” que se reconoce data del siglo XVIII, cuando Serbia y parte de Rumania pertenecían a Austria. A comienzos de 1725, un oficial médico del ejército imperial austríaco, llamado J. Frombald, recibió la petición de los habitantes del pueblo serbio de Kisiljevo, para exhumar el cuerpo de Petar Blagojevic y quemarlo, ya que, aseguraban, era un vampiro. Ese hombre había muerto en el invierno de 1724, y alrededor de dos meses después de haber sido enterrado, cosas extrañas comenzaron a suceder: en un lapso de ocho días, nueve personas se enfermaron de un mal desconocido, muriendo en menos de 24 horas. Otros aldeanos aseguraron que Petar se les había aparecido y había tratado de asfixiarlos.


Frombald les pidió a los habitantes de Kisiljevo que esperaran, ya que debía consultar su petición con sus superiores, pero ellos se negaron y volvieron al pueblo, decididos a desenterrar el cadáver. A Frombald no le quedó de otra más que ir con ellos, acompañado de un sacerdote ortodoxo, para observar el proceder de los aldeanos. Al abrir el féretro, constató, con asombro, que el cuerpo no estaba en descomposición ni apestaba; por el contrario, estaba fresco, con uñas nuevas y cabello crecido, incluso, había sangre fresca en su boca.


Ante tal escena, que evidenciaba que Petar se había convertido en un vampiro, los habitantes de Kisiljevo lo decapitaron, le clavaron una estaca en el pecho –de donde brotó sangre fresca– y, luego, incineraron el cuerpo completo.


Arnold Paole

Mientras esto sucedía en Kisiljevo, hechos similares tenían lugar en Medveda, una localidad al sur de Serbia. Arnold Paole (también referido como Arnaut Pavle), un exsoldado, había fallecido al caerse de su carrito de heno. Luego de un mes de haber sido enterrado, cuatro personas murieron por una enfermedad repentina, y lo curioso es que, antes de fallecer, habían dicho que Paole los acechaba. Esto motivó a que se exhumara el cadáver, y el resultado fue el mismo que con Petar: un cuerpo completamente íntegro, con rastros de sangre fresca. Se dice que cuando le clavaron la estaca en el corazón, antes de decapitarlo y quemarlo, Paole dio un fuerte suspiro y sangró abundantemente.


Un distintivo de Paole, respecto a Petar, fue que él, además de estrangular a las personas, llegó a beber la sangre de algunas reses; por consiguiente, quienes se alimentaron de su carne murieron a los pocos días. La creencia popular de aquellos tiempos era que toda persona que pereciera a causa del ataque de un vampiro se convertiría también en uno. Es por ello que a los cadáveres de las víctimas se les daba el mismo tratamiento que al de los vampiros; es decir, se les enterraba una estaca en el pecho, se les decapitaba y se les incineraba.



Sava Savanovic

Otro caso altamente conocido fue el de Sava Savanovic, quien es considerado el vampiro serbio más famoso. Era un comerciante, que vivía en el pueblo de Zarozje, al oeste de Serbia. Pese a que le iba bien en los negocios y era muy influyente, solía robar, sobre todo, en Bosnia, lugar al que viajaba constantemente para vender ganado. Era un hombre soltero y solitario hasta que se supo que se había enamorado de la hija de un comerciante de otro pueblo; sin embargo, el padre de la joven se opuso rotundamente al romance y, por supuesto, a la boda, debido a que Sava era mucho mayor que ella.


Desde ese momento, Sava se volvió malhumorado, amargado y hasta malévolo. Cierto día, el coraje y el resentimiento se apoderaron de él, y, como venganza, decidió asesinar a la hija del comerciante, para que éste sintiera lo que sería estar sin ella. Los testigos del crimen atraparon inmediatamente a Sava y lo mataron a golpes. La gente del pueblo decidió no enterrar su cuerpo en el cementerio de Zarozje, sino en un valle ubicado en la cercana aldea de Rogacica, donde había un molino de trigo, a la orilla de un río.


Las cosas no terminaron ahí, pues poco tiempo después del entierro, los campesinos que acudían a trabajar al molino morían repentinamente. Se dice que era Sava, convertido en vampiro, quien los mataba y bebía de su sangre.



El molino de trigo cercano a donde fue enterrado Sava aún existe; se le conoce como Jagodića Vodenica (El molino de los Jagodić), ya que ha sido propiedad de esa familia durante varias décadas. Se dice que estuvo en funcionamiento hasta 1950, cuando fue cerrado definitivamente, ya que los trabajadores temían acercarse debido a la leyenda del vampiro. Y es que dicha historia no se convirtió en un mito, sino que sigue vigente en el pensamiento de los habitantes del lugar. En muchas casas, pueden observarse detalles “ornamentales” que corresponden, más bien, a rituales de protección, como ajos en las ventanas o cruces en la entrada principal y en cada puerta interior.


Estos casos son los más populares; sin embargo, durante todo el siglo XVIII ocurrieron muertes y ataques similares en estos y otros poblados de Serbia, que llevaron a que se considerara el asunto como una epidemia vampírica, que se volvió noticia en toda Europa y tema de discusión entre filósofos, científicos, médicos, religiosos y políticos, fueran crédulos y escépticos.


Ante tal fenómeno, las autoridades abrieron diversas investigaciones, para determinar la causa de esas muertes o el porqué de que algunos cuerpos enterrados no se descompusieran. Como una explicación racional, a juzgar por las condiciones de fallecimiento de ciertas personas en Medveda, se llegó a decir que la causa era el estricto ayuno que imponía la Iglesia ortodoxa, que conducía a un estado grave de malnutrición. También, se planteó la posibilidad de la rabia, la presencia de varias enfermedades en la persona, una infección de origen desconocido o ataques de serpientes venenosas.


Sobre los cadáveres intactos, se habló sobre variaciones en la temperatura y composición de la tierra, que podían influir en que los cuerpos se conservaran por más tiempo; por ejemplo, el suelo frío y los aires secos podían ser un factor, y esto explicaría por qué la aparición de vampiros tendía a ser más común en invierno.


Así, mientras los científicos concluían que la supuesta epidemia de vampiros se debía, a temas médicos, la gente de los pueblos montaba guardias por las noches, protegía su casa y continuaba exhumando cadáveres. ¿Qué sucedió exactamente en Serbia durante el siglo XVIII?, ¿cuáles eran las causas de ese fenómeno? Para muchos, la respuesta es clara: vampiros.



¿Cómo se convierte una persona en vampiro?
Lo más lógico y común es por medio del ataque de otro vampiro; asimismo, mancharse con su sangre, comer de la carne de un animal mordido o nacer de una madre vampirizada (la madre muere al dar a luz y el hijo nace cadáver).
Sin embargo, todas estas formas surgen a partir de un vampiro ya existente; entonces, ¿cómo surge esa primera entidad? Por aquel tiempo, y en siglos pasados, la medicina no estaba tan avanzada y no existían aún las vacunas contra enfermedades; eso significa que los procedimientos que implicaban perforar la piel humana con una jeringa no existían, por lo tanto, la dermis permanecía impecable. Se creía que, al no haber perforación en el cuerpo, el alma de un difunto se quedaba atrapada sin encontrar un lugar para salir, de modo que quedaba en pena. Los grandes pecadores, como los asesinos o suicidas son los más propensos a convertirse en vampiros.


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