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Loftus Hall



Es una antigua mansión, con un amplio jardín, ubicada en el condado de Wexford, en la península de Hook, en Irlanda. Actualmente, y desde hace varios años, luce descuidada, con la fachada deteriorada y muebles viejos, que conviven, en un ambiente sombrío, junto con el polvo y las telarañas, dentro de paredes desgastadas. Esto es porque, desde hace tiempo, nadie quiere vivir ahí; todos los dueños han vendido la propiedad debido a la atmósfera sobrenatural que posee. Y es que no es para menos, no por nada Loftus Hall es considerada la casa más embrujada de toda Irlanda.


La construcción de la mansión


Su historia se remonta hasta el siglo XII, específicamente al año 1170, cuando Raymond ‘Le Gros’ Fitzgerald, un caballero de origen escandinavo, construyó un castillo luego de la conquista de Irlanda. Además, adaptándose a su nueva nacionalidad irlandesa, cambió su apellido a Redmond.


En 1350, en tiempos de la peste negra, los descendientes de Redmond derribaron el viejo castillo y construyeron la actual mansión, bautizándola como Redmond Hall. Ese nuevo inmueble perteneció a la dinastía Redmond hasta 1650, cuando fue adquirido por la familia Loftus.


Para 1666, el dueño de la mansión era Henry Loftus, quien le cambió el nombre a Loftus Hall.


La visita del diablo


Entre las décadas de 1760 y 1770, un hombre llamado Charles Tottenham se casó con una joven de la familia Loftus, Anne. Juntos tuvieron seis hijos: cuatro varones y dos mujeres; la menor de ellas, nombrada igual que su madre.


La señora Loftus murió cuando las hijas aún eran unas niñas, por lo que el padre se volvió a casar; se dice que con su prima, Jane Cliffe.


La leyenda cuenta que cierta tarde de 1775, en medio de una fuerte tormenta, un hombre desconocido tocó a la puerta de la mansión, acababa de anclar su barco en la costa y pedía refugio para resguardarse de la lluvia; el hombre se quedó durante algunos días.


En una de esas noches, la familia y el huésped se encontraban jugando cartas en la estancia; a la pequeña Anne se le cayó un naipe, por lo que se agachó para recogerlo. La niña tardó en incorporarse, pues se había quedado horrorizada por lo que había visto; y es que, al asomarse por debajo de la mesa, se percató de que el hombre, en lugar de piernas y pies, tenía patas y pezuñas de cabra.



El desconocido advirtió el comportamiento de la pequeña, y, al sentirse descubierto, huyó del lugar, envuelto en llamas, atravesando el techo y dejando un enorme hueco en éste y un intenso olor a azufre.


Aquel episodio afectó tanto a Anne, que entró en un estado de shock. Dejó de hablar y perdió su personalidad; estaba ida, casi al borde del delirio. La familia la mantuvo aislada en una habitación, durante, aproximadamente, dos años, hasta que no aguantó más el trauma y murió.

La niña se fue en cuerpo, pero su espíritu se quedó penando en la casa. Los posteriores propietarios de la mansión coincidían en que veían el ente de una niña deambulando en distintos sitios del inmueble e, incluso, que se aparecía el mismísimo diablo. Además, todos habían intentado reparar el agujero en el techo, pero nunca lo conseguían. Por esas razones, la casa ha estado en venta constantemente a lo largo de los años.


Por ejemplo, en el siglo XIX, pasó a ser propiedad del marqués John Henry Wellington Graham Loftus, quien, entre 1872 y 1879, le hizo grandes remodelaciones, para dejarla presentable para la visita de la reina Victoria; sin embargo, ésta nunca conoció la residencia.


En 1917, la mansión fue comprada por una orden de la religión católica, por lo que fue usada como convento y escuela para niñas. En 1983, la adquirió Michael Deveraux, quien la adaptó y la abrió al público como hotel, el cual estuvo en operación hasta principios de 1990.


Se desconoce su historia durante la primera década de los 2000, sin embargo, en 2011, el británico Aidan Quigley la compró, la renovó un poco y, al año siguiente, la abrió como sitio turístico, para que la gente curiosa pudiera visitar la mansión y, con suerte, ver al fantasma de la pequeña Anne o encontrarse con Lucifer. Algunas personas afirmaron sí poder ver y sentir cosas extrañas e, incluso, decían que, en sus fotografías, se percibían sombras extrañas que no habían visto en el lugar.


El sitio estuvo abierto hasta 2020 y, en 2021, la propiedad se puso nuevamente en venta. Se vendía en 3.2 millones de dólares y se anunciaba como una construcción de 2520 metros cuadrados, con 22 habitaciones, incluidas estancias y salones, y 14 baños.

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