La tarde del 25 de junio de 2009, todos los medios del mundo anunciaban la repentina muerte del Rey del Pop, a sus 50 años de edad, víctima de un paro respiratorio. Sin embargo, el informe forense posterior reveló que el deceso se originó por una intoxicación aguda de propofol y de otros fármacos, como lorazepam, diazepam y midazolam, mismos que le habían sido recetados por Conrad Murray, su médico personal, para tratar el insomnio. En ese momento, las sospechas se levantaron contra él.
El médico declaró que fue él quien lo encontró inconsciente en una de las habitaciones de su mansión de Los Ángeles y trató de reanimarlo, sin éxito. No obstante, el personal de urgencias del hospital al que fue llevado el cantante reveló que Murray sólo le advirtió sobre la ingesta de lorazepam, pero nunca mencionó nada sobre el propofol. El guardaespaldas de Michael confirmó esta versión, al confesar que el doctor le había pedido que se deshiciera de un medicamento blanco. Por estas y otras irregularidades, Murray fue sentenciado a prisión en 2013.
Desde el principio y hasta la fecha, la muerte de Michael Jackson ha estado rodeada de misterio, dando pie a cantidad de teorías, como que se trató de un suicidio o que ya presentía su asesinato. Diez años después de la tragedia, salió a la luz el documental Killing Michael Jackson, que muestra el desastroso escenario en el que fue hallado: pedazos de papel con frases escritas, pegados por toda la habitación; el maletín de Murray, escondido; y sobre la cama, una muñeca tenebrosa, una computadora y jeringas.
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