Bastaron 50 segundos y una escalera de madera para hurtar El grito, la obra más memorable del pintor noruego expresionista Edvard Munch, creada en 1893. Ocurrió la madrugada del 12 de febrero de 1994, alrededor de las 6:00 horas, mientras el edificio de la Galería Nacional de Oslo se encontraba sin vigilancia, pues la mayor parte de la policía de la ciudad había sido enviada a reforzar la seguridad durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Lillehammer, que tendría lugar ese día. Así, el ladrón, Pal Enger, trepó hasta la ventana del piso donde se encontraba el cuadro, quebró el vidrio, cortó el cable que lo sujetaba, bajó de la misma forma y huyó con su cómplice; todo, con absoluta tranquilidad que hasta dejó una nota al interior de la sala: “Gracias por la mala vigilancia”. Tres meses después, la pintura fue encontrada en la habitación de un hotel en Asgardstrand.
En 2008, Enger confesó que había planeado el robo durante cuatro años y que no lo hizo por dinero ni por amor al arte, sino por sentir la adrenalina del acto; además, le parecía divertido que, mientras la policía buscaba la obra por Noruega, su familia, sin saberlo, cenaba todas las noches sobre ella, pues estaba oculta entre las tablas de la parte superior de la mesa del comedor. Actualmente, El grito se encuentra protegido detrás de un grueso cristal blindado.
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