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El verdadero pulmón del planeta


Spoiler: no son los bosques


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Cuando pensamos en los grandes productores de oxígeno, casi todos imaginamos selvas y bosques. Sin embargo, los verdaderos pulmones de la Tierra no están en tierra firme… sino en el océano.


Millones de organismos microscópicos llamados fitoplancton flotan cerca de la superficie marina, donde realizan la fotosíntesis y producen más de la mitad del oxígeno que respiramos. Por su parte, la selva amazónica, considerada erróneamente el mayor pulmón del planeta, aporta sólo un tercio del oxígeno de la atmósfera. Esto es porque los bosques, a través de la respiración y la descomposición de materia orgánica, consumen una gran cantidad del oxígeno que producen, por lo que el aporte neto de éste no es tan elevado como parece.

 


El fitoplancton produce entre el 50 y el 85 % del oxígeno que se libera cada año a la atmósfera. Alrededor de 27 mil millones de toneladas al año, enterrando, a su vez, unas 10 gigatoneladas de carbono de la atmósfera en las profundidades del océano, anualmente, de acuerdo con National Geographic.

El fitoplancton está compuesto por microalgas y cianobacterias fotosintéticas que, aunque son imperceptibles a simple vista, forman enormes “praderas” marinas microscópicas. Estos organismos unicelulares flotan por miles en la zona eufótica del océano, que alcanza hasta 200 metros de profundidad. Absorben dióxido de carbono (CO₂) de la atmósfera y, con ayuda de la luz solar, lo transforman en oxígeno y energía. Este proceso no sólo limpia el aire, sino que, también, contribuye a regular el clima global, ya que estos microorganismos almacenan grandes cantidades de carbono en el océano.


Pero su importancia no termina ahí. El fitoplancton es la base de la cadena alimentaria marina: sirve de alimento para diminutos animales llamados zooplancton, que, a su vez, son consumidos por peces pequeños, que, luego, alimentan a peces más grandes, aves marinas, ballenas y otros depredadores oceánicos. Sin ellos, la vida marina colapsaría rápidamente. Cada ballena, tiburón, pez o ave del mar depende, directa o indirectamente, de estas diminutas criaturas.


Además, cuando el fitoplancton muere, parte del carbono que absorbió se hunde hacia el fondo marino, donde puede quedar almacenado durante siglos. Este proceso, conocido como “bomba biológica de carbono”, ayuda a mantener el equilibrio climático de la Tierra y a reducir el impacto del calentamiento global.


Sin embargo, este sistema tan delicado está amenazado. El calentamiento de los océanos, la contaminación por plásticos, los químicos y la acidificación marina están alterando las condiciones en las que vive el fitoplancton. Si sus poblaciones disminuyen drásticamente, no sólo afectaría a la biodiversidad marina, sino, también, el suministro de oxígeno y la capacidad del planeta para estabilizar el clima.


Por eso, aunque no lo veamos, el fitoplancton es una de las formas de vida más importantes de toda la biosfera. Gracias a estos organismos diminutos, podemos respirar, el clima se mantiene relativamente estable y la vida en los mares prospera.

 

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