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Frutas que no son frutas



Dentro del habla cotidiana, al referirnos a las frutas y verduras, es común que confundamos ciertos términos. Por ejemplo, solemos tomar por vegetales a productos que, en realidad, son frutas, como el limón, el jitomate o las calabacitas; y es que se tiene la idea de que, entre estos tipos de alimentos, los dulces son frutas, y el resto, verduras, pero esto no necesariamente es así.


Del mismo modo, hay dos productos a los que consideramos frutas, sin embargo, estrictamente, no lo son. Hablamos del higo y la granada. De acuerdo con la explicación anterior, pudiera deducirse que, igual que como pasa con el limón o el jitomate, si no es uno, es otro, entonces, el higo y la granada serían vegetales, pero eso es incorrecto también… Entonces, ¿qué son?



En el caso de los higos, a decir verdad, son las flores de las higueras. Estos árboles no florecen de la misma forma que los demás, sino que sus flores crecen dentro de una especie de capullo carnoso –lo que sería la cáscara–, que, al madurar, se convierte en lo que llamamos higo.


Ahora bien, cada higo contiene más de una flor dentro, y pese a que, como ya dijimos, no es una fruta como tal, sí contiene frutos en su interior, pues cada flor produce una pequeña semilla, llamada aquenio, la cual es el verdadero fruto de la higuera.


Y para hacer un poco más rara la naturaleza y composición de los higos, el capullo rojizo, además de contener las flores de la higuera, funciona como incubadora de insectos, específicamente de las avispas, y hasta de cementerio de éstas.


Vamos por partes. Los mayores polinizadores de los higos son las avispas, particularmente las de la familia Agaonidae (que se caracterizan por su milimétrico tamaño), aunque esa no es su principal intención. Y es que las avispas hembra utilizan el higo como una especie de nido para que, ahí, crezcan y se reproduzcan sus crías. Debajo de cada higo, hay un agujero diminuto, llamado ostiolo, que es por donde ingresa la avispa hembra hacia el interior, para depositar sus huevecillos.


De acuerdo con el Instituto de Ecología A. C. (INECOL), del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CONAHCYT), dentro de cada higo, crecen tanto flores femeninas como masculinas. Por lo general, las femeninas maduran antes, por lo que se encuentran listas para recibir el polen acarreado por las avispas; entonces, comienzan a atraer a las hembras fertilizadas hacia el higo, aún verde o inmaduro, para que, en su misión de alojar a sus crías, de paso, polinicen. Pese a que las avispas son muy pequeñitas, suelen tener muchas dificultades para entrar al higo, por lo que, en ese proceso, pierden sus alas y antenas; además, luego de depositar sus huevos, muren dentro del higo.


Ahora bien, las flores femeninas que no fueron capaces de generar un ambiente adecuado para hospedar a las crías de la avispa, son las que logran ser polinizadas; así, conforme el higo va madurando, los huevos de la avispa se van desarrollando en ciertas flores femeninas, mientras que, en otras, se forman los frutos y las semillas.


Cuando las avispas “bebés” maduran y crecen, la función de los ejemplares macho es fertilizar a las hembras dentro del higo y cavar túneles al interior de éste, creando caminos por los que las hembras fecundadas puedan salir al exterior, para buscar otro higo inmaduro al cual meterse a desovar e iniciar otra vez el proceso. Para este momento, las flores macho del higo ya han madurado, por lo que, en el trabajo por buscar la salida, a través de los laberintos, las avispas hembra se embarran del polen de las flores macho. Es así que, al llegar a otro higo, llevan a cabo el proceso de polinización.


Las avispas macho nunca salen del higo en el que nacen; una vez que se reproducen y cavan los túneles, mueren. Es por esa razón que nacen sin alas, ya que no las necesitarán.


En pocas palabras, podría decirse que el higo es, más bien, un conjunto de flores maduras, pequeños frutos, semillas y cadáveres de avispas. Sin embargo, no debe preocuparse por esto último, ya que el higo produce una enzima que descompone su cuerpo y lo transforma en proteína.


Respecto a la granada, sucede una cosa muy curiosa, ya que no es una fruta, pero sí es una fruta. ¿Cómo es eso?


La botánica (rama de la biología que se encarga del estudio de las plantas) define a una fruta como el producto comestible y carnoso (fruto) de una planta, el cual se compone de tres capas diferenciadas; de afuera hacia adentro: epicarpio fino, que es la piel; mesocarpio, que debe ser carnoso, jugoso y suculento, que forma la llamada pulpa; y endocarpio, que encierra y sostiene las semillas o el hueso.


Bajo esta premisa, al analizar una granada, se puede notar que, en efecto, tiene tres capas diferenciadas, pero ninguna de ellas es jugosa ni carnosa como tal; es decir, no hay una pulpa, sino que son las semillas las que contienen el “jugo” o, dicho de otro modo, agua nutritiva.


De aquí, regresamos nuevamente a la botánica, que distingue dos tipos de frutos: los carnosos, que describimos anteriormente y que se distinguen por tener una capa carnosa, suculenta y jugosa; y los secos, en donde ninguna de las tres capas cumple con la condición de la jugosidad.


Entonces, dado que la granada no posee una capa carnosa, de acuerdo con la botánica, es un fruto seco.


No son frutas, pero sí son frutas
La bromatología es la ciencia que estudia todos los aspectos relacionados con los alimentos desde el punto de vista de su composición cuantitativa y cualitativa. Desde esta perspectiva, se puede definir a los alimentos a partir de su uso o aplicación en la vida cotidiana, y no por su naturaleza. Es por ello que referirnos a los limones o a los jitomates como verduras no es, del todo, incorrecto, si lo hacemos desde el punto de vista bromatológico. Lo mismo sucede con los higos y las granadas; debido a su sabor dulce –una cualidad atribuida, generalmente, a las frutas–, en el habla y dentro de la cultura popular, son frutas.


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