La belleza es un concepto filosófico, abstracto y subjetivo, relacionado con la perfección, que se define, sencillamente, como aquella cualidad que provoca un placer sensorial, espiritual o intelectual en quien la contempla. Por eso, ha sido, es y será siempre el objeto de deseo del hombre, pudiendo llevar su ambición hasta las últimas consecuencias por conseguirla. Lo bello deleita, pero también puede ser motivo de grandes tragedias. En esta primera entrega sobre leyendas coloniales, las cuales también forman parte de las raíces de nuestro México, que se caracterizan por tocar temas de misterio, espanto y romance, le narraremos la historia de una mujer que fue señalada y sufrió varias injusticias a causa de su singular belleza.
Nos situamos en Veracruz, en el año 1618. Se cuenta que, en los montes más altos de la ciudad de Córdoba, vivía una joven mulata[1], extremadamente hermosa, que cautivaba al instante el corazón de todos los caballeros cuando la miraban. Se llamaba Soledad y era conocida, además, por sus habilidades para curar, por medio de hierbas, padecimientos comunes y el mal de amores. Lo anterior, aunado al misterio que inspiraba, pues no se sabía mucho de ella, no era sociable ni se le conocían amigos o familiares, motivó a que se le señalara de tener pacto con el diablo y de hacer todo tipo de brujería, como predecir eclipses, conjurar desastres naturales y provocar enfermedades; además, se rumoraba, sobre todo entre las mujeres del pueblo, que su belleza era producto de la magia. Incluso, había quienes afirmaban que la habían visto volar por las noches sobre los tejados de las casas.
Tenía muchos pretendientes, pero Soledad no le correspondía a ninguno. Entre aquellos tantos enamorados estaba don Martín de Ocaña, el alcalde de Córdoba, quien, a pesar de ofrecerle múltiples regalos y a su posición social, siempre recibió negativas contundentes, de modo que, indignado por su rechazo, decidió vengarse. Se valió de todas las habladurías del pueblo, para acusarla, ante el Santo Oficio, de practicar hechicería y de haber intentado obligarlo a tomar un brebaje para que se volviera loco de amor por ella. Otras versiones de la leyenda indican que fue una mujer quien la denunció, pues estaba celosa de que su marido se había enamorado de Soledad.
Inmediatamente, sin realizar ninguna investigación que confirmara las acusaciones, las autoridades de la Santa Inquisición arrestaron a la joven, la condenaron a muerte y la aprisionaron en los calabozos del Fuerte de San Juan de Ulúa, hasta que llegara el momento en que habría de ser quemada con leña verde frente a todo el pueblo; no obstante, lo que ocurrió en el lugar cambiaría el rumbo de los hechos. Cierto día, para matar el aburrimiento, la mulata convenció al carcelero de que le consiguiera un trozo de carboncillo, y, con él, dibujó en la pared un majestuoso e imponente barco de vela, tan bien detallado que parecía uno de verdad, y cada día le agregaba un trazo nuevo que lo hacía ver aún más real.
Una noche de lluvia, Soledad le preguntó al guardia en turno:
–¿Qué crees que le falta a mi barco?
–Que navegue.
–Entonces, ¡míralo navegar! –Acto seguido, la mulata dio un brinco hacia el muro, desapareció de la celda y se convirtió en parte del dibujo, como pasajera a bordo del barco.
Al ser testigo de ese acto, el hombre cayó desmayado y no reaccionó hasta que sus compañeros lo encontraron a la mañana siguiente. Cuando recobró el conocimiento, miró hacia el interior de la celda y vio que Soledad ya no estaba y que el dibujo del barco había desaparecido. Contó lo sucedido, pero creyeron que había enloquecido como consecuencia de los hechizos que la mulata había conjurado contra él, para lograr escapar. Pese a que buscaron por todo el pueblo, jamás dieron con la joven.
Muchas personas aseguraron que esa noche alcanzaron a vislumbrar entre la niebla cómo un barco zarpaba desde la costa y se perdía en el horizonte, en las aguas del Golfo de México; un hecho que les pareció extraño, casi imposible, ya que el puerto estaba cerrado debido a la tormenta. Por mucho tiempo, la misteriosa desaparición de la mulata fue el tema principal en el pueblo; se respiraba un ambiente de terror e incertidumbre entre la gente, pues se temía que pudiera regresar en el momento menos esperado para cobrar venganza de todos aquellos que la difamaron. Al cabo de los años, el miedo se apaciguó y la historia de la mulata se convirtió en una de las leyendas más populares y fascinantes del estado de Veracruz.
[1] De acuerdo con la clasificación de las castas de la Nueva España, un mulato era el resultado del mestizaje entre un español y una mujer de raza negra.
Sobre el Fuerte de San Juan de Ulúa
Su construcción inició alrededor de 1553, con el fin de ser una base de protección contra la intrusión de los piratas. Era una edificación importante, ya que representaba el acceso y la salida del comercio hacia y desde Nueva España.
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