top of page
Buscar

Las sakuras



Su belleza tan efímera como la vida





La flor de cerezo o cerezo en flor pertenece a una especie de árbol del género Prunus, de la cual, a su vez, hay muchas variedades. El color de las flores es blanco con toques rosa pastel, cuya tonalidad depende de la subespecie de la que se trate.


Estos árboles pueden encontrarse en algunas regiones del norte de Europa, pero son particularmente característicos del continente asiático, en especial, de China, Corea, Nepal, India, Pakistán, Irán, Afganistán y, por su puesto, Japón, país que, aunque su flor nacional es el crisantemo (es el emblema imperial), tiene un estrecho vínculo, cariño y admiración hacia las sakuras –como se les dice a las flores de cerezo en japonés– debido al simbolismo que les confieren.


La palabra sakura se ocupa, también, para referirse al momento en que florecen los cerezos. Esa época es motivo de júbilo para los japoneses, porque indica el inicio de la primavera, donde, además de que el paisaje se tiñe de “nubes rosadas” (debido a la forma y frondosidad de los árboles), el significado especial de estas flores adquiere mayor sentido.


De manera general, el florecimiento de las sakuras, en Japón, alcanza su apogeo entre finales de marzo y principios de abril, dependiendo de la región y de la variedad de la que se trate; sin embargo, algunas flores comienzan a brotar desde mediados de enero, y otras, hasta la última semana de abril, por lo que, en total, podría decirse que el período de floración abarca hasta cuatro meses. Pero, ojo, esto no significa que las primeras que florecieron duren todo ese tiempo, por el contrario, son de corta duración; de ahí, su simbolismo.


La flor de la vida y del honor

El significado de las sakuras es bello, pero, a la vez, contradictorio. Como ya mencionamos, las sakuras están asociadas a la primavera. Esta estación del año representa la vida, el renacimiento, por lo que las flores de cerezo simbolizan la vitalidad, la juventud y el dinamismo. No obstante, el hecho de que, a los pocos días de haber brotado, sus pétalos comiencen a desprenderse y a caer de las ramas de los árboles, sin haberse marchitado aún, se considera una metáfora de lo bella y fugaz que es la vida, por lo que no se debe dejar pasar un solo momento sin disfrutarla. De alguna manera, encarnan el sentimiento de nostalgia, que es la mezcla de la alegría y la tristeza.


Dada su connotación de lo efímero de la existencia, las sakuras fueron símbolo de la corta vida de los samuráis, guerreros del Japón feudal, cuyo código de honor marcaba que se debía morir con honradez e integridad en el campo de batalla, antes que ser derrotado.


De hecho, existe una leyenda relacionada con los samuráis, que explica por qué la coloración de las flores de cerezo es rosada. La filosofía de los samuráis incluía el harakiri, un ritual en el que, ante una “derrota”, se quitaban la vida, a través de un corte en el vientre, demostrando que preferían fallecer con honor en lugar de convertirse en prisioneros del enemigo y ser torturados, o bien, la practicaban igualmente, como una pena capital, aquellos que habían cometido faltas severas y/o traición al código y a su clan.


Se dice que, en un principio, las sakuras eran completamente blancas, pero, debido a que éstas tenían un significado especial para los samuráis, éstos solían llevar a cabo el harakiri, sentados al pie de un árbol de cerezo. La sangre derramada era absorbida por las raíces, por lo que las flores se fueron tiñendo de rosa.



Existe otra leyenda que involucra a la flor de cerezo, pero tiene que ver con la idea del amor eterno y que explica el nacimiento de estos árboles. La historia data de hace cientos de años, cuando Japón atravesaba por una época de guerras internas constantes, lo que provocaba la muerte de miles de guerreros y que el país estuviera sumergido en profundo luto y tristeza. Sin embargo, en medio de ese ambiente de desastre, había un bosque que se mantenía intacto, lleno de altos y frondosos árboles. Ahí era donde se refugiaban los habitantes del Japón antiguo, para encontrar un poco de paz; además, debido a su magnificencia, ningún ejército se atrevía a destruir tal espacio natural.


Pero, entre los majestuosos árboles, había uno que nunca florecía, estaba seco y parecía estar viejo e, incluso, muerto, aunque no lo estaba; los animales no se le acercaban ni tampoco crecía pasto a su alrededor. Cierto día, un hada del bosque se apareció frente a él, conmovida por su estado, y le dijo que lo ayudaría a encontrar la forma para que pudiera florecer. Para ello, le haría un hechizo que duraría 20 años, tiempo durante el cual, el árbol podría ser capaz de convertirse en hombre cuando lo deseara y de tener emociones humanas, con la esperanza de encontrar un sentimiento que lo impulsara a renacer. Pero sí en esas dos décadas no lograba florecer, entonces, moriría.


Al inicio, el árbol se mantuvo, un tiempo, en su forma de hombre, pero no conseguía sentir emociones positivas, debido al estado de guerra; así que decidió volver a su forma de árbol, quedándose así por varios años. Aferrado a su oportunidad de vivir, se convirtió nuevamente en humano y, una tarde, mientras caminaba cerca de un río, se encontró con una bella joven que recogía agua en una vasija; su nombre era Sakura. Él se acercó a ella y se ofreció a ayudarla a llevar el cántaro con agua, de regreso a su casa. Durante el camino, ambos conversaron amistosamente y Sakura le preguntó cómo se llamaba. El muchacho, sin saber qué responder, inventó el nombre de Yohiro, que significa “esperanza”.


A partir de ese momento, los jóvenes se reunían para platicar, leer y pasar el rato juntos. Yohiro se enamoró de la mujer y, cierto día, decidió confesarle sus sentimientos, diciéndole también que, en realidad, era un árbol enfermo que estaba bajo un hechizo para lograr florecer, pero que el tiempo estaba por acabar y aún no había conseguido que las flores brotaran de él.


La chica no dijo nada en ese momento y Yohiro volvió a convertirse en árbol. No obstante, pocos días después, Sakura regresó al sitio, abrazó fuertemente el tronco del árbol y le dijo que lo amaba y que no quería que muriera. Entonces, el hada del bosque se le apareció y le preguntó a Sakura que si, por amor, estaba dispuesta a fundirse con Yohiro en forma de árbol o si prefería quedarse como humana. La joven escogió la primera opción, ya que no deseaba quedarse en un mundo donde imperaba la tristeza, la guerra y la soledad. Así, Sakura se fusionó con su amado en uno mismo, y fue entonces que el árbol comenzó a llenarse de hermosas flores de cerezo.


Admirando las sakuras


Por todo lo que representan y por lo bello que tornan las calles, durante los meses de florecimiento, los japoneses se reúnen en parques, con sus amigos o familiares, y montan un picnic debajo de algún árbol de cerezo (los hay por todas partes), con el fin de contemplar a las sakuras y el paisaje rosado que crean. Estos encuentros son conocidos como fiestas o rituales de Hanami, que significa “ver las flores”. Generalmente, se realizan durante el día, pero, desde hace ya un tiempo, se celebran también durante la noche, con los cerezos iluminados con series de luces.


En Japón, la especie más común de cerezo es la Somei-yoshino, que es un híbrido de otras dos variedades. Se distingue por sus flores mayormente blancas, con, apenas, unos matices en rosa muy pálido. Otra especie popular es la Kawazu-zakura, que se encuentra mayormente, como su nombre lo indica, en el pueblo de Kawazu, a pocos kilómetros de Tokio. La coloración de sus flores es de un rosa más intenso, y éstas brotan antes que el resto de las especies, desde finales de febrero y principios de marzo.


Una de las variedades más llamativas y particulares es el cerezo Shikizakura, cuyo nombre significa “sakura cuatro estaciones”. Es característico de la prefectura de Aichi y florece dos veces al año; una de ellas es en otoño, donde sus rosadas flores crean un espectáculo visual maravilloso, al fusionarse con las tonalidades marrones y rojizas propias de la estación.


Por su parte, una de las sakuras más hermosas, pero muy escasas, en comparación con otras variedades, es la Kikuzakura, que puede contener hasta 300 pétalos. Ésta sólo brota en un par de árboles ubicados en el Jardín Kenrokuen, en la ciudad de Kanazawa, uno de los más bellos y famosos de Japón.



Cerezos en México
Los climas de nuestro país impiden que los árboles de cerezo crezcan y florezcan aquí, debido a que éstos necesitan de condiciones climáticas y de temperatura muy específicas, en donde el invierno y la primavera estén muy bien delimitados. Sin embargo, en un sitio de la Ciudad de México, aunque sea por un breve tiempo, es posible admirar la belleza de las sakuras. En el Parque Bicentenario, ubicado en el límite de las alcaldías Miguel Hidalgo y Azcapotzalco, se conservan alrededor de 10 árboles de cerezo, que florecen cada año, desde 2022, durante esta temporada.

bottom of page