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Loki y el muérdago de la muerte

Actualizado: 8 sept 2022



Balder o Baldr era el dios de la luz, la verdad y el perdón. Era el segundo hijo de Odín y de la reina Frigg, y su esposa era Nanna, la pacífica. Se caracterizaba por ser la deidad más amable y apreciada en todo Asgard. Desde su hogar, el Breidablik, atendía a sus súbditos, quienes se sentían tranquilos y seguros en su presencia.


Sin embargo, en los últimos días, Balder se encontraba decaído y preocupado, pues había estado teniendo pesadillas que presagiaban su muerte. Esto llegó a oídos de Frigg, quien, con el fin de proteger a su hijo, recorrió los nueve mundos, visitando a todos los seres existentes, para suplicarles que no lastimaran a Balder. Como se trataba de un dios muy bondadoso, cada criatura, animal, objeto, insecto y planta dio su palabra de que jamás le haría daño.


Con una serenidad en su interior, la reina regresó a Asgard, visitó a Balder en su morada, para darle la buena nueva, y organizó una gran fiesta, para celebrar que había impedido que las profecías se cumplieran. En medio del regocijo, el resto de los dioses, confiados en que nada pasaría, decidieron poner a prueba la inmortalidad de Balder, sometiéndolo a diversos ataques.


Pero había una deidad que no participaba en el festejo y que se encontraba apartada de los demás, con una actitud antipática; era Loki, quien nunca había sentido aprecio por Balder, por lo que la alegría del evento le irritaba demasiado. Clásico de su personalidad, pensó en la manera de sabotearlo, por lo que supuso que la misión de Frigg pudo haber tenido una falla, un sesgo del cual podría aprovecharse para sus macabras intenciones.


Entonces, decidió disfrazarse, para indagar más sobre el asunto; así que se transformó en una anciana, aparentemente, inocente. Con esa imagen, se acercó a Frigg y le preguntó por qué los dioses atacaban al dulce Balder. La reina le respondió que estaban celebrando su inmortalidad, producto del juramento que todos los seres del mundo le habían hecho. Pero la anciana insistió, diciéndole que, posiblemente, existía alguna criatura que se le había olvidado visitar y que, por ende, no le había hecho el juramento de no atentar contra Balder.


Frigg se quedó analizando unos instantes y descubrió que al único ser al que no había ido a ver era un muérdago en el bosque; sin embargo, no le causó gran preocupación, ya que, después de todo, ¿qué tanto peligro podría representar una simple planta? Lo malo fue que, sin darse cuenta, le había dado a Loki la clave para hacerle daño a Balder.


De inmediato, el dios del engaño emprendió su camino en busca del muérdago en cuestión, para cortarle una rama. Cuando volvió a Asgard, el festejo continuaba y era, incluso, más escandaloso. No obstante, había otra deidad que, al igual que él, tampoco estaba disfrutando de la celebración. Se trataba de Hodr, un dios ciego, hermano de Balder, quien no despreciaba a su consanguíneo, sólo que se encontraba sumido en sus propios pensamientos. Loki se aprovechó de eso y de su discapacidad, para ejecutar su plan. Colocó el muérdago en un arco, como si fuera una flecha, y se lo entregó a Hodr; luego, lo encaminó de tal manera que apuntara hacia Balder y le ordenó que disparara.


Naturalmente, el muérdago atravesó bruscamente el pecho del dios de la luz, causándole la muerte; acto seguido, su brillo se extinguió y la desesperación y la tristeza invadieron a toda la multitud.


De repente, Hermod, el dios valiente, dio un paso al frente y solicitó que se le concediera prestado el corcel de Odín, con el cual podría ingresar a cualquier sitio de los nueve mundos. Su idea era descender a los dominios de la mismísima Hela, reina del inframundo, para recuperar a Balder y traerlo de vuelta.


El trayecto le tomó nueve días y nueve noches, en los que atravesó zonas llenas de cadáveres y huesos. Cuando estuvo en presencia de la reina, le suplicó que le entregara el alma de Balder, ya que todos los seres del mundo estaban sufriendo por su pérdida. Hela consideró la petición y accedió a devolver al dios de la luz, con la condición de que Hermod le demostrara que, en realidad, todas las criaturas estaban en profundo duelo.


Hermod se apresuró a reunir las pruebas y, entonces, recorrió los nueve reinos, buscando a todos los seres que habían dado su palabra a Frigg, para que se la confirmaran a él. Todo parecía ir a la perfección, no obstante, desde lo lejos, Loki observaba los movimientos de Hermod y no pensaba permitir que se saliera con la suya; pero debía actuar con cautela y discreción, ya que, si se comportaba demasiado obvio, podía delatarse a sí mismo como el responsable intelectual de la muerte de Balder.


Entonces, se transformó en un feroz gigante y se ocultó en el último lugar que le faltaba visitar a Hermod, un enorme bosque. Cuando el dios valiente llegó al sitio, preguntó a las criaturas sobre su sentir y todas le confirmaron su pesar; el único que se mostró indiferente fue el gigante, que no cedió ante las súplicas de la deidad. Debido a que ya había una negativa, Hela no accedería a entregar el alma de Balder, por lo que todo había sido en vano.


En ese momento, retumbó un ruido ensordecedor, que se prolongó por varios segundos. Era el eco de las fuertes carcajadas de Loki, que se regocijaba por haber resultado vencedor. Lo que no consideró fue que su peculiar risa era muy bien conocida por todos a lo largo de los nueve mundos, por lo que Hermod descubrió la verdadera identidad del gigante. Enfurecido, intentó golpear a Loki, pero éste, rápidamente, se convirtió en un salmón, se escurrió por una cascada hasta caer al río e intentó huir, nadando a toda prisa. Pero no contaba con que Thor, dios del trueno, aparecería en escena y lo sacaría del agua, para darle su merecido.


Ya en su forma original, Thor y Hermod llevaron a Loki hasta lo más profundo de una cueva, donde lo ataron fuertemente contra una enorme roca, usando una larga serpiente a modo de soga, la cual, a su vez, derramaría gotas de veneno sobre su cabeza, como castigo eterno por haber apagado la luz más brillante de Asgard.


En aquel sitio, el dios del engaño permanecería sufriendo hasta el final de los días, hasta la llegada del Ragnarök.


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