Caminar por un bosque, entre los enormes gigantes que lo habitan, los árboles, es como encontrarse con un iceberg o, mejor dicho, una parte de él, en medio de un desolado mar. Y es que los árboles, en apariencia, quietos y callados, al igual que los icebergs, ocultan un gran secreto debajo de la superficie. En aquel entorno subterráneo, no existe el silencio, pues los árboles se encuentran en un diálogo permanente. Sí, se hablan entre ellos, para ayudarse, defenderse y hasta luchar, permitiendo que el bosque se comporte como un todo.
El internet de la naturaleza
De acuerdo con varios estudios científicos, entre ellos, los realizados –hace más de 30 años– por Suzanne Simard, profesora de ecología forestal, en la Universidad de British Columbia, las conversaciones entre los árboles de los bosques son posibles gracias a una amplia red de comunicación entre sus raíces.
Dicha red está formada por las hifas o raíces de los hongos que crecen sobre la superficie y se le llama micelio. Éste se extiende por toda la tierra y conecta las raíces de los árboles, permitiéndoles intercambiar información entre ellos y con los propios hongos, en un proceso llamado micorriza (simbiosis), el cual, según los expertos, es similar a la sinapsis de las neuronas. En una analogía digital, el micelio sería el internet, y los árboles, las computadoras.
¿Qué se dicen?
Los bosques son como un núcleo familiar de árboles, donde hay adultos y retoños. Los ejemplares más viejos, desarrollados y grandes son llamados ‘árboles madre’ y utilizan el micelio para compartir nutrientes a los más pequeños o a los que están en la sombra, como carbono, nitrógeno, fósforo y agua. Ellos se encargan de gestionar y distribuir los recursos entre toda la comunidad, pues están conectados a cientos de árboles más jóvenes, los cuales se fortalecen a través de estas constantes conversaciones nutrimentales.
Asimismo, son muy inteligentes; son capaces de reconocer las raíces de árboles de su misma especie y de distinguir entre los miembros de ésta, es decir, si son jóvenes, madre o moribundos. Cuando identifican uno en crecimiento, fortalecen las redes de comunicación con él, le proporcionan mayor cantidad de nutrientes e, incluso, eliminan la competencia de sus propias u otras raíces, para hacerle más espacio a las de su retoño.
Si un árbol madre se tala, la posibilidad de supervivencia de los que están en desarrollo a su alrededor se reduce de forma drástica. De la misma forma, los árboles enfermos o agonizantes traspasan alimento a sus vecinos jóvenes y sanos, para que ellos lo aprovechen y terminen de formarse.
En el proceso de crecimiento, aunque los árboles madre de una especie ‘pelean’ con los de otra, para darle prioridad a sus hijos, también, se apoyan entre ellos. Por ejemplo, se ayudan a que una rama demasiado gruesa de un árbol no crezca en dirección a otro ejemplar y éste no se vea afectado. De igual manera, se alertan ante el peligro, como puede ser una plaga, emitiendo señales eléctricas a los demás, a través de la red fúngica, para que eleven sus niveles de defensa.
Pero, justo como sucede en la red digital, el internet de los árboles, también, tiene amenazas y hackers. Las orquídeas, por ejemplo, se interponen en los canales de la micorriza, para robar los recursos de los árboles aledaños. Por su parte, el nogal negro esparce sustancias tóxicas para sabotear a su competencia.
Plantas ‘mudas’ y ‘sordas’
Debido a la intervención humana, reflejada en la deforestación desmesurada e irresponsable, así como en la alteración de los suelos, las plantas han perdido la capacidad de comunicarse y, por ende, la de apoyarse entre sí en el desarrollo y la defensa. Muestra de ello son las hortalizas, que son ‘mudas’ y ‘sordas’, y, por lo tanto, son más vulnerables a los insectos. La vegetación de las ciudades tampoco puede hablar, pues no tiene las condiciones ideales para formar la red de transmisión.
Así, las sorprendentes e interesantes conversaciones entre árboles son tema de bosques y selvas vírgenes; aun así, los cambios en el clima, también, afectan sus interacciones. ¿Sabía, por ejemplo, que, en temporada de sequía, los árboles emiten una clase de vibraciones desesperadas?, es decir, gritan cuando tiene sed.
Estamos seguros de que, después de haber leído estas líneas, no volverá a ver a los árboles y a las plantas de la misma forma. Ellos están más vivos de lo que creemos.
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