A inicios de los 50, en la clásica competencia de las 24 horas de Le Mans, había una rivalidad entre las escuderías de Mercedes (alemana) y Jaguar (británica), que escaló al nivel de tragedia en la competencia del 11 de junio de 1955. Después de poco más de dos horas de carrera, Mike Hawthorn (Jaguar) rebasó a Lance Macklin (Austin-Healey) y, de un momento a otro, frenó y se le cerró, hacia la derecha, para entrar a los pits. El piloto de Austin-Healey, para evitar un choque, se abrió bruscamente hacia la izquierda, sin percatarse de que Pierre Levegh (Mercedes) ya estaba casi encima de él, a toda velocidad, y, detrás suyo, se aproximaba su compañero, Juan Manuel Fangio. En un acto reflejo, Levegh sólo alcanzó a sacar la mano, para advertirle a Fangio que tomara precauciones, e, inmediatamente, se estrelló con el auto de Macklin, a más de 200 kilómetros por hora. El Mercedes se elevó y explotó sobre las tribunas, causando la muerte instantánea de Levegh y de más de 80 espectadores, y dejando más de cien heridos.
Pese al accidente, los organizadores decidieron continuar la carrera –Mercedes se retiró, por respeto–, resultando ganador Mike Hawthorn, quien fue duramente criticado por ser considerado el causante de la tragedia y por celebrar su triunfo, con champagne, sin nada de empatía y sensibilidad por lo sucedido. El incidente fue un parteaguas para la implementación de mejores medidas de seguridad en la competencia.
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