México es un país impregnado de vestigios de una extensa cultura heredada de nuestros antepasados indígenas, con un gran respeto por sus costumbres y tradiciones. Muestra de ello es el xoloitzcuintle o perro azteca, un animal que formaba parte de la vida diaria de las culturas prehispánicas, así como de su cosmovisión, y que actualmente podemos llegar a ubicarlo en las zonas rurales de México y en algunos países de Centroamérica.
Esta raza tiene su origen desde hace unos 3 mil 500 años, aproximadamente, en una región llamada Huapalcalco, considerada como de las más importantes en la población prehispánica, ya que aquí se asentaron los primeros toltecas.
Xoloitzcuintle deriva del término náhuatl xólotl, que significa extraño, deforme, esclavo, bufón; e itzcuintli, perro. Su ausencia de pelo y la pérdida temprana de su dentadura, debido a una mutación genética, lo hacen una especie única en el mundo, aunque también hay ejemplares con pelaje, que resultan un tanto extraños.
Principales características
Físicamente, además de no tener casi pelo en su cuerpo, la coloración de su piel es una mezcla entre negro y marrón en algunas áreas; es de conformación delgada y patas alargadas, y tiende a perder los dientes y el pelo a medida que se desarrolla.
En cuanto a su comportamiento, se trata de un perro que demuestra cariño y fidelidad a su dueño. En su versión en miniatura suele ser más juguetón y curioso, siendo capaz de escalar hasta dos metros. Además, es muy bueno para desempeñar trabajos como perro de compañía, de vigilancia y protección.
Un animal sagrado y para la realeza
Para los mexicas, el xoloitzcuintle era considerado un animal sagrado, ya que lo relacionaban con el hermano gemelo de Quetzalcóatl, Xólotl, dios del ocaso, de la transformación y del inframundo, representado con cuerpo de hombre y cara de perro.
Incluso, existe una leyenda que cuenta que esta divinidad creó a este animal para obsequiarlo a los hombres, y le otorgó la misión extraordinaria de acompañarlos en el tránsito entre la vida y la muerte para guiarlos y protegerlos.
Según la creencia, el camino hacia el Mictlán, destino final de los difuntos, constaba de nueve estratos subterráneos o niveles, y el xoloitzcuintle sería el encargado de acompañarlos en ese trayecto. Así fue como este perro adquirió un carácter sagrado y trascendental, como guía fundamental por el viaje que todos debemos hacer por el inframundo.
En un comienzo, esta raza era vista como una mascota de la realeza y de las altas clases sociales. De hecho, según cuenta la leyenda, el emperador azteca Moctezuma llegó a tener más de 300 xoloitzcuintles en sus palacios. Posteriormente, conforme pasaron los años, se hizo muy popular entre los pueblos.
Perseguido por la Iglesia
Debido a que el xoloitzcuintle estaba muy vinculado a las costumbres y la religión de los aztecas, cuando llegaron los españoles, intentaron erradicar a la especie. Lo usaron como alimento durante sus expediciones, aunque se dice que era solo un pretexto no sólo para saciar su hambre sino también para erradicar las costumbres mexicas que consideraban paganas. Incluso, llegaron a considerarlo como “la representación de la lujuria y la lascivia”.
Los cristianos españoles casi lograron su objetivo de extinguirlos, de no ser porque, según se cuenta, estos animales, al ser tan inteligentes y confiar en su instinto, se refugiaron en la sierra de Oaxaca y Guerrero, donde se mantuvieron ocultos durante muchos años.
Más tarde, en la década de los 50 del siglo pasado, fueron oficialmente reconocidos como raza por la Federación Canófila Mexicana y la Federación Cinológica Internacional, y a partir de ese momento se comenzaron a tomar medidas para su conservación como especie.
Un ejemplar muy galardonado
Actualmente, esta raza canina es protegida por distintas organizaciones en México, como el Club de las Razas Mexicanas Xoloitzcuintle y Chihuahueños A.C., que se dedica a la crianza de este tipo de animales y tiene en su haber 70 perros en sus tres diferentes tamaños: miniatura, medio y de compañía.
La mayoría de los ejemplares que posee son para exposición internacional, ya que también busca promover el conocimiento acerca de este can.
De acuerdo con Ana María Rivera Huerta, presidenta de la asociación, “al menos 60 ejemplares han sido galardonados por aspectos como belleza, obediencia, temperamento (no agresivos o tímidos) y en competencias de agility (competencias de obstáculos), en concursos que se llevan a cabo en países como Finlandia, Holanda y Brasil” *.
Los premios para los caninos consisten en medallas, listones, moños o reconocimientos elaborados en cristal. Ganar no es fácil, ya que se tienen que cuidar diversos aspectos desde la gestión, parto, alimentación y acondicionamiento físico, con lo que se llega a invertir hasta 350 mil pesos por ejemplar al año.
Si usted quiere conocer a esta interesante raza canina, originaria de nuestro país, puede contemplar algunos ejemplares en los jardines del Museo Dolores Olmedo, en la Ciudad de México, gracias al programa de crianza que ha permitido su reproducción.
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