Es el tradicional juego de mesa que se ha ganado ¡la corona! de ser el más popular en nuestro país. Todos lo hemos jugado al menos una vez en reuniones y fiestas, pero, sobre todo, en ferias y kermeses. No obstante, más allá de ser un sano medio de entretenimiento, la llamada lotería mexicana documenta, de una manera muy particular, nuestra cultura; por ello, ocupa un lugar especial en ¡el corazón! de todos, a pesar de no haber surgido propiamente en México.
Origen ancestral
La clásica lotería que conocemos, con la que hemos crecido, nos hemos emocionado y hasta enojado, es una variante de un antiguo juego denominado keno, el cual surgió en China durante la dinastía Han (c. 206 a. C.-8 d. C.) y sentó las bases de las loterías nacionales que se desarrollaron posteriormente en otros países del mundo. El jugador seleccionaba una serie de números variados entre el 1 y el 80, y los comparaba con los que iban saliendo al azar de una tómbola, esperando que éstos coincidieran con los suyos.
Tiempo después, surgieron pasatiempos similares durante el Imperio Romano (27 a. C.-476 d. C.), que luego se extendieron y popularizaron por toda Europa; sin embargo, éstos eran únicamente privilegio de las clases altas, y así se mantuvieron, incluso, cuando llegaron a América. Fue en el siglo XV cuando se les comenzó a llamar con nombres que derivaban del término germánico lot, que significa “destino”, ya que la lógica del juego se define por la suerte. Pero la referencia más cercana sobre el origen de nuestra lotería es la versión italiana, en la que se elegían cinco números de un total de 90, y cada uno se relacionaba con una imagen específica.
Inicio de la tradición
Las voces más conocedoras sitúan la llegada de la lotería a Nueva España en 1769. Desde ese momento y hasta pasado el año 1800, se conocían dos modalidades: la que se jugaba con un tablero lleno de números, similar al bingo, y la que ya incluía elementos pictóricos, basados en las barajas italiana y española. A partir de esta idea, se empezaron a fabricar loterías ilustradas que abordaban temáticas que reflejaban el estilo de vida de la sociedad colonial. Se trataba de productos artesanales, ya que se hacían totalmente a mano, con dibujos únicos, a los que cada autor les imprimía su propio estilo.
Aunque en principio era el juego de la aristocracia mexicana, pronto se popularizó y se convirtió en el entretenimiento favorito de todas las clases. Con el paso del tiempo, la lotería se fue reinventando para hacerla aún más atractiva al público; esto incluía la creatividad del “gritón” para improvisar versos o rimas a la hora de presentar las imágenes de las cartas. No obstante, la euforia desatada por el juego y su distribución masiva fueron responsabilidad del empresario francés Clemente Jacques.
¡El gallo!
Jacques fue el autor de la imagen clásica y generalizada que s
e tiene de la lotería mexicana, con sus personajes e ilustraciones característicos. Todo empezó cuando, a mediados del siglo XIX, se estableció en México e inició su negocio en la comercialización de alimentos enlatados. En 1887, abrió su planta empacadora y una imprenta donde elaboraba las etiquetas con la insignia de su marca, la cual era un gallo, pero también fabricaba invitaciones para fiestas, naipes y, por supuesto, su propia versión de la lotería, en cuyo diseño plasmó los elementos más simbólicos del folclor mexicano, entre los que están ¡la dama!, ¡el catrín!, ¡el diablo!, ¡la chalupa! y ¡el tambor!, entre otros.
Su estrategia para darla a conocer fue incluirla como regalo en los empaques de sus productos. Así inició la popularidad de esta nueva versión, que, a través del tiempo, se arraigó fuertemente en la sociedad hasta convertirse en el reconocido y tradicional modelo de la lotería mexicana.
Ésta consta de 54 cartas ilustradas, que se identifican con un nombre y un número, y nueve tableros distintos, con la impresión de 16 imágenes variadas, distribuidas en una cuadrícula de 4x4. Dada la aceptación de su primera lotería, el francés diseñó una segunda parte, que corría del número 55 al 108 y representaba elementos como el jarabe tapatío, la piñata, el elote, el sarape, el guajolote y los boxeadores, por mencionar algunos; sin embargo, ésta no prosperó.
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