Así vivió este médico visionario, quien dejó un importante legado en la investigación de varias enfermedades tropicales
David Bruce nació en Melbourne, Australia, en el año de 1855. Cuando tenía seis años de edad, su familia se trasladó a Escocia, donde se convirtió en un hábil deportista, sobre todo, en la práctica del boxeo, y desarrolló un gran interés por la historia natural.
Cursó sus estudios de medicina en la Universidad de Edimburgo y se graduó en 1881. Poco tiempo después, conoció a Mary Elizabeth Steele, quien, en los años venideros, se convertiría en su compañera inseparable de vida, incluso, dentro de las labores científicas, pues ella tenía habilidades de dibujante y hacía esquemas de los microorganismos que ambos observaban en el laboratorio.
La falta de dinero y su gran deseo de desposar a Mary llevaron a Bruce a ingresar al Servicio Médico del Ejército Inglés, a pesar de que las familias de ambos los tildaron de tontos románticos. Como médico militar, Bruce recibió un sueldo que le permitió llevar a cabo sus planes; sin embargo, no parecía tener el carácter obediente y dócil que requiere un militar; y es que, en una ocasión, siendo teniente, criticó la conducta de un coronel y hasta lo amenazó con golpearlo.
La brucelosis
No obstante lo anterior, sin querer, el ejército le descubrió su destino como investigador médico, al asignarlo a la guarnición establecida en la isla de Malta. En ese lugar, encontró que los soldados eran atacados por una enfermedad misteriosa, llamada ‘fiebre de Malta’, pero no estaban seguros de lo que era exactamente, así que Bruce se propuso encontrar su causa; para ello, instaló un rústico laboratorio y compró varios monos, con su propio sueldo, para inocularles sangre de los soldados enfermos, y comenzar a hacer investigaciones.
Para 1887, logró identificar el germen causante de esa fiebre, el cual fue llamado Micrococcus melitensis, que, posteriormente, se denominaría a este género como Brucella, en honor de su descubridor.
Pero los superiores de Bruce no estaban contentos con su trabajo, pues se tomaba mucho tiempo trabajando en su laboratorio, en lugar de visitar a los enfermos. Lo tildaron de tonto, visionario y domesticador de monos, entre otras cosas. Lo asignaron a Egipto, pero, luego, rectificaron la orden y Bruce se trasladó a Inglaterra, para trabajar en la Escuela de Sanidad Militar de Netley.
La fuente de la infección se descubriría casi 20 años más tarde, cuando un equipo de investigadores, entre los que estaba Themistocles Zammit, reveló que el vehículo de diseminación era la leche de cabra.
La brucelosis es una enfermedad infecciosa, principalmente zoonótica, que se encuentra en animales domésticos y salvajes. A pesar de que los humanos son hospedadores accidentales, la brucelosis sigue siendo uno de los mayores problemas de salud pública a nivel mundial y es la zoonosis más comúnmente encontrada.
El trastorno se conoce también con otros nombres, como el de ‘fiebre del Mediterráneo’, ‘fiebre de Malta’ y ‘fiebre ondulante’. Es causado por las bacterias del género Brucella y ataca a los humanos cuando éstos tienen contacto con carne infectada, con placentas de animales infectados o al beber leche o comer queso sin pasteurizar.
Las cuatro especies patógenas para los humanos son: Brucella abortus, B. melitensis, B. suis y B. canis.
Nagana
En 1894, David llegó a Ubombo, en el territorio actual de Sudáfrica. Allí, se dedicó a investigar la enfermedad que los nativos zulú llamaban ‘nagana’, que quiere decir ‘espíritu deprimido’. Era una infección devastadora, que estaba matando grandes cantidades de cabezas de ganado bovino y otros animales domésticos en la región luego de dejarlos en condiciones desastrosas.
Para llevar a cabo sus estudios, estableció un laboratorio rudimentario, acompañado, como siempre, de su inseparable Mary. Con sus limitados medios y mucha voluntad, logró encontrar el agente causante de la enfermedad: el Trypanosoma. Los altos mandos del ejército volvieron a obstaculizar sus investigaciones, al mandarlo a Pietermaritzburgo, para atender un brote de fiebre tifoidea, donde cayó enfermo.
Posteriormente, antes de volver a sus trabajos sobre la nagana, lo enviaron a una expedición militar, la cual fracasó debido a que los caballos que llevaban murieron. No todos los hombres pudieron regresar de la travesía; el corpulento Bruce fue uno de los sobrevivientes. A su regreso a Ubombo, ya sabía cuál era la etiología de la nagana, pero quedaba por resolver cómo se contagiaba la enfermedad. En una elevada colina, donde se había instalado, observó que podían convivir animales enfermos con animales sanos sin que la infección se diseminara, pero, al hacerlos descender hacia los bosques de mimosas, caían enfermos. No tardó en identificar al transmisor: la mosca tse-tsé.
Con esto, no terminaron los trabajos científicos de este australiano, que pasó muchas otras aventuras junto con su esposa Mary. Entre éstas, se cuenta su intensa labor para encontrar la causa de la enfermedad del sueño, que mataba a seres humanos en África, transmitida, también, por la mosca tse-tsé.
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