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El agua que se esfuma con la IA




Hace poco, en redes sociales, miles de usuarios alrededor del mundo se unieron a la tendencia de transformar sus selfies, memes y hasta fotos de comida al estilo de dibujo de Studio Ghibli; esto, con ayuda de una función de ChatGPT, una plataforma de inteligencia artificial (IA). Bastaba con subir una imagen y escribir la instrucción, para que, en segundos, recibieran una escena como sacada de un bosque encantado, con luces suaves y tonos pastel, al estilo de dicho estudio.


Pero, detrás de la euforia, hay un secreto no tan alegre: y es que cada imagen creada por la inteligencia artificial no sólo genera ilusión, sino, también, consume agua, demasiada, ya que en los centros de datos, debido a la cantidad de energía requerida, es necesario encender ventiladores, torres de enfriamiento y bombas, que requieren litros de agua, para mantenerse estables.  


El boom de la IA, ¿cuánta agua estamos perdiendo realmente?


Desde el lanzamiento de la versión GPT‑4o, de ChatGPT, y su capacidad para generar imágenes, el estilo de Studio Ghibli se convirtió en la sensación del momento. En minutos, usuarios compartieron imágenes inspiradas en los paisajes de Hayao Miyazaki, cofundador del estudio, y la viralidad fue real: millones de ilustraciones fueron generadas en horas.


El resultado fue espectacular para los perfiles de la gente en las diferentes redes sociales, pero costoso para el planeta. Generar una sola imagen de calidad implica cálculos muy pesados en el chat, el cual requiere de refrigeración constante para no sobrecalentarse. Al trabajar, los chips de los procesadores se calientan y los sistemas de enfriamiento necesitan agua circulando en todo momento, para mantener la temperatura ideal.


Aquí es donde la cosa se vuelve preocupante. En promedio, producir sólo una imagen consume entre cinco y 50 litros de agua, lo equivalente a un día entero de consumo para una familia promedio. Imagine la cantidad empleada al multiplicar esa cifra por millones de imágenes que se realizaban.


Otros ejemplos de este consumo desmedido son que una sesión habitual de consulta en ChatGPT (con un promedio de entre 10 y 50 interacciones) puede necesitar alrededor de 0.5 litros de agua potable; o que, al entrenar estos grandes modelos de inteligencia artificial, se pueden llegar a evaporar hasta 700 mil litros de agua, lo mismo que se necesita para fabricar 320 autos eléctricos de la marca Tesla.


Diferentes estudios indican que, si el uso global de la inteligencia artificial sigue su ritmo, la extracción anual de agua podría alcanzar entre los 4.2 y los 6.6 mil millones de metros cúbicos, para 2027. ¡Esta cifra supera el consumo total anual de países como Dinamarca!

 

¿Por qué se usa tanta agua?

La respuesta es el calor. Los chips modernos operan a temperaturas extremas, y los sistemas de enfriamiento por agua son la forma más eficaz para mitigar fallas, ya que estos evaporan agua, para eliminar calor. Según reportes, un centro de datos puede consumir entre 0.26 y 2.4 galones por cada kilovatio-hora eléctrico usado.


Además, la extracción de electricidad está ligada a centrales térmicas o hidroeléctricas que demandan su propio consumo hídrico, intensificando el problema. Es decir, un centro de datos mediano localizado en Estados Unidos puede consumir 2.1 millones de litros al día, lo que equivaldría al uso diario de unas 4 mil 200 personas.


En zonas afectadas por la sequía, esta realidad choca directamente con el consumo doméstico y agrícola. Un claro ejemplo lo tenemos con la instalación de Microsoft, en Phoenix, Arizona, donde se estimó que, de forma anual, se usan 56 millones de galones, lo suficiente para abastecer a 670 familias. 


Otro ejemplo del impacto real se sintió en Santiago de Chile, donde un centro de datos de Google fue cuestionado por usar 100 millones de galones al año, hasta que la comunidad logró cambiar el sistema a una alternativa más sostenible.


En varios lugares del mundo, se está legislando para que los data centers declaren sus consumos; la presión crece por parte de ciudadanos que ven cómo la tecnología amenaza de forma peligrosa al precioso líquido vital.


Cuando las tendencias parecen inofensivas


Las imágenes virales al estilo de Studio Ghibli escondían una paradoja cruel. Esta tendencia, tan aparentemente inocente, fue una fábrica de consumo de agua. Millones de imágenes generadas al día suponen una gota tras gota; cada una, implicando la evaporación de litros de agua. En tan sólo un mes, se estima que esta tendencia consumió tanta agua como una pequeña ciudad. Pero ¿cuáles son las consecuencias reales?


  • A nivel local, los data centers aniquilan los mantos acuíferos.

  • Aumento de costos y restricciones hídricas.

  • La agricultura y el consumo humano son desplazados.

  • Degradación de ríos y humedales.

  • Aumento de riesgo de incendios por suelos resecos.

  • Cambio climático: más demanda de recursos genera más emisiones indirectas.

  • Menos agua disponible para enfriar centrales eléctricas, complicando aún más la crisis.

 

El estilo de Studio Ghibli evoca bosques, ríos y espíritus ancestrales, pero su réplica con inteligencia artificial requiere destruir esos recursos. En redes, la estética convive con el daño. En palabras del propio Miyazaki : “No puedo ver estas cosas y encontrarlas interesantes. Creo firmemente que son un insulto a la vida misma”. Estas imágenes probaron ser una contradicción que revela cuán desconectados estamos del costo real de la tecnología.


¿Qué se está haciendo para remediar la situación?


Algunas empresas han optado por intentar ser centros "verdes", por lo que usan agua reciclada, enfriamiento por aire o inmersión en líquido. Por ejemplo, Digital Realty apuesta por integraciones renovables y sistemas inteligentes para optimizar recursos. Pero esas mejoras hacen poco frente al crecimiento voraz de la demanda. Además, muchas empresas no revelan cuánta agua usan, aunque empleen tecnologías sostenibles.


Sin embargo, los gobiernos y la leyes responden, al comenzar a exigir reportes de uso hídrico. La Unión Europea implementará estándares para que se regule el consumo de agua y energía usadas por la inteligencia artificial. En el Reino Unido y Chile, movimientos locales están logrando frenar planes dañinos.


La clave parece ser la transparencia; saber quién utiliza qué cantidad permite a las comunidades defender su sustento.


Algunas soluciones y estrategias concretas que se están implementando son:


·       Exigir reportes públicos de uso hídrico en data centers.

·       Legislación que impida instalaciones en zonas críticas.

·       Sustituir el enfriamiento por agua por sistemas inmersivos o por aire.

·       Implementar enfriamiento con agua reciclada (sistemas cerrados).

·       Ubicar nuevos centros cerca de fuentes abundantes o clima frío.

·       Apoyar fuentes renovables y reducir el consumo energético de modelos de IA.

·       Optimizar el uso unidades de procesamiento gráfico (GPUs) y diseños de algoritmos menos demandantes.

·       Fomentar la moderación en generación masiva de imágenes.

·       Informar al usuario del impacto detrás de cada función de “crear”.

 

La inteligencia artificial promete resolver grandes problemas, pero está creando otros. No es cuestión de reenfoque estético, sino de justicia ecológica. Mantengamos la responsabilidad tecnológica antes de convertir cada fantasía digital en un huracán que arrasa con lo verdaderamente vital.

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