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Enigmas de las pirámides de Egipto

Descubrimientos que rozan la realidad y las fake news


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En medio del abrasador desierto, donde el sol parece inmortal y el viento lleva siglos de historia, se alzan las estructuras más emblemáticas del antiguo Egipto: las pirámides; monumentos que no sólo desafían al tiempo, sino que, también, alimentan nuestra fascinación por lo desconocido. Hasta la fecha, se han descubierto más de cien a lo largo de todo el territorio que alguna vez abarcó aquella gran civilización, siendo las más grandes y populares la de Keops, la de Kefrén y la de Micerino, en Guiza.


Construidas hace más de 4 mil 500 años, las pirámides no fueron meros caprichos arquitectónicos, sino símbolos ligados a la religión y la cultura. Se sabe que son tumbas monumentales, diseñadas para garantizar la vida eterna de los faraones o de personas de la clase alta de aquella época. Su tamaño y nivel de elaboración eran un reflejo material de qué tan importante, poderoso y rico había sido el personaje en cuestión.


Eso es lo que, desde hace décadas y de manera resumida, se sabe acerca de estas imponentes construcciones; sin embargo, la ciencia, la arqueología, la antropología y otras disciplinas continúan realizando investigaciones para tratar de descifrar los enigmas que envuelven a las pirámides de Egipto, desde el punto de vista arquitectónico hasta el social.


Tumbas para todos

En una reciente investigación, publicada en junio de 2025, en la revista Journal of Anthropological Archaeology, se descubrió que las tumbas de las pirámides no sólo eran para los miembros de la realeza, en sus distintas jerarquías, como lo creíamos hasta ahora, sino que, también, algunos trabajadores de labores forzadas fueron enterrados en ellas.


La investigación se enfocó en el sitio arqueológico de Tombos, ubicado al norte de lo que hoy es Sudán, en la tercera catarata del río Nilo; esa parte de territorio, en algún momento, fue conquistado por Egipto y perteneció al Nuevo Imperio. Durante mucho tiempo, se pensó que, en sus tumbas, sólo yacían funcionarios menores, pero los restos analizados, que datan de hace 3 mil 500 años, justo cuando Egipto tenía influencia sobre aquella zona, han demostrado que no.


Después más de una década de excavaciones y con el uso de análisis biomoleculares, estudios de isótopos de estroncio y comparaciones entre distintos tipos de enterramientos, lo que se estudió fueron las entesis de los esqueletos (más de 100), es decir, los puntos donde los músculos, tendones y ligamentos se unen al hueso, para identificar la presencia de alteraciones que evidenciaran que se originaron a causa del esfuerzo físico y el trabajo constantes –característica de las personas de bajo estatus–, o bien, que estuvieran en buen estado. Así, los investigadores encontraron que las entesis de los esqueletos ahí enterrados presentaban una evidente modificación, adaptada para resistir el trabajo físico, sugiriendo que se trataba de personas de la clase trabajadora.


Estos hallazgos “rompen” con la verdad que se tenía aceptada sobre las tumbas de las pirámides: “Ya no podemos asumir que los individuos enterrados en grandiosas tumbas piramidales pertenecen a la élite. De hecho, los miembros más trabajadores de las comunidades se asocian con los monumentos más visibles”, escribieron los responsables de la investigación, en su reporte. Aunque se trate del sitio arqueológico de Tombos, un tanto alejado de Guiza y de las pirámides más importantes del Antiguo Egipto, este descubrimiento abre la incógnita y deja abierta la posibilidad de que allá también se encuentren enterramientos conjuntos de élites y plebeyos.


¿Cómo las construyeron?

La gran pirámide de Keops, por ejemplo, la más famosa y la más alta, construida alrededor del 2550 a. C., es un prodigio técnico; tiene más de dos millones de bloques de piedra, algunos, de hasta 15 toneladas, que fueron perfectamente alineados sin la ayuda de grúas ni tecnología moderna. ¿Cómo lo lograron? Es la pregunta que aún inquieta a arqueólogos y estudiosos, y por la que siguen investigando.


Sin estar del todo seguros de cómo los egipcios lograron esas proezas arquitectónicas, se tienen algunas pistas. Por ejemplo, de acuerdo con National Geographic, se sabe que los constructores fueron trabajadores calificados que se alojaban en una ciudad cercana temporal, donde se mantenían bien alimentados, lo que evidencia que no eran esclavos o algo parecido. Gracias a los registros comerciales en antiguos papiros, se sabe que utilizaban la corriente del río Nilo, así como vías fluviales artificiales, para transportar el material y las herramientas de construcción, como granito, desde canteras de Asuán; objetos de corte de cobre, de la península del Sinaí; y madera, desde Líbano.


Sobre la construcción como tal, los ingenieros e investigadores creen que los enormes y pesados bloques de piedra eran trasladados con ayuda de grandes rampas engrasadas con agua o con arcilla húmeda, para un mejor deslizamiento; algunas de ellas, las exteriores, estaban armadas de tal manera que recorrían, a modo de espiral, alrededor de cada pirámide. También, se dice que utilizaban un sistema de trineos, cuerdas, rodillos y palancas. Se cree que los secretos de construcción pueden estar ocultos bajo la superficie de cada pirámide; no obstante, se descubrirán a medida en que la futura tecnología de imagen sea tan avanzada como para revelar la disposición de los bloques y los cimientos.

 

La “ciudad subterránea”

Hace unos meses, diversos medios de comunicación en internet y usuarios de redes sociales compartieron información acerca de que científicos italianos habían descubierto una ciudad subterránea secreta debajo de las pirámides de Egipto. Dado que éstas continúan siendo un gran enigma y que las investigaciones alrededor de ellas siguen, resulta fácil creer en noticias sobre nuevos hallazgos, sobre todo cuando se menciona el nombre de los científicos y de las revistas especializadas.


No obstante, ante la ola de publicaciones sobre “este nuevo gran descubrimiento”, egiptólogos y antropólogos, rápidamente, salieron a desmentir la información, advirtiendo que se trataba de una tergiversación de una investigación, la cual, además, aún no estaba revisada. En otras palabras, era una noticia falsa o fake news.


En efecto, investigadores italianos –Corrado Malanga (de la Universidad de Pisa), Filippo Biondi y Armando Mei (de la Universidad de Strathclyde, Escocia)– lideraron un estudio para tratar de descifrar los cimientos o la estructura interna de las pirámides, basándose en imágenes avanzadas satelitales y de radar, obtenidas por una tecnología especial desarrollada por ellos mismos. Con ello, afirmaron haber identificado un sistema de agua, a manera de pozos verticales (de entre 10 y 12 metros de diámetro), debajo de la pirámide de Kefrén, a más de 640 metros de profundidad, estructurado con caminos subterráneos y canales descendentes, y escaleras en espiral alrededor de los pozos.


Incluso, afirmaron haber descubierto, posiblemente, las Salas de Amenti, unos supuestos salones místicos, mencionados en las Tablas Esmeralda, un texto alquímico escrito por Hermes Trismegisto, asociado con Thot, deidad egipcia de la sabiduría, la escritura y la magia. Las Salas de Amenti son un mito y se dice que albergan secretos sobre la existencia y la clave de la vida eterna.


Sin embargo, pese a las afirmaciones de los científicos, lo cierto es que su investigación aún no ha sido revisada por pares, es decir, aún no ha sido evaluada ni avalada por otros expertos en la materia que den fe de su veracidad, antes de ser publicada. Por lo que aún no se puede confirmar nada de lo dicho. No obstante, lo que sí rescatan otros investigadores y conocedores en el tema es que no descartan la idea de que sí existan pequeñas estructuras como pozos o cámaras debajo de las pirámides, que se realizaron antes de la construcción de éstas. Pero decir que se trata de ciudades subterráneas es una exageración.


Así que no, hasta el momento, no hay evidencia ni investigaciones sólidas confirmadas que indiquen que debajo de las pirámides más importantes de Egipto hay “otro mundo antiguo” u “otra ciudad”, como se difundió irresponsablemente en muchos medios.


Este, al igual que otros casos similares, nos recuerda que no debemos creer de primera todo lo que leemos o vemos en internet; siempre hay que verificar las fuentes, tratando de llegar a la de origen, para constatar que no se haya modificado o malinterpretado la información.

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