El arte de hablar con las manos
- paginasatenea
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Cuando pensamos en comunicación, lo primero que solemos imaginar son palabras habladas en conversaciones, discursos, debates, canciones, etcétera. Pero hay un lenguaje que fluye en silencio, con una riqueza expresiva sorprendente y una gramática propia: el de señas, que, más que una simple alternativa a la lengua oral, es un sistema complejo, vivo y profundamente humano que permite a millones de personas sordas o con discapacidad auditiva conectarse con el mundo.
El lenguaje de señas es un sistema de comunicación visual-gestual que, en lugar de utilizar sonidos, se basa en ademanes hechos con las manos, expresiones faciales, movimientos del cuerpo y del rostro, y posiciones corporales.
Esta lengua no es un invento moderno. Existen registros de su uso desde la Antigüedad. En la antigua Grecia, Aristóteles consideraba a las personas sordas como incapaces de razonar, por no poder hablar, lo que reflejaba una visión limitada y prejuiciosa. Sin embargo, ya en el siglo XVI, el monje español Pedro Ponce de León comenzó a enseñar a niños sordos, usando señas y lectura labial, sentando las bases de la educación formal para personas sordas en Europa.
Más adelante, en el siglo XVIII, el abad Charles-Michel de l'Épée, en Francia, desarrolló un sistema estructurado de señas y fundó la primera escuela pública para sordos, por lo que es considerado uno de los padres del lenguaje de señas moderno. Su influencia se extendió a América, donde se fundó, en 1817, la American School for the Deaf, en Connecticut, y se consolidó la Lengua de Señas Americana (ASL), derivada parcialmente del sistema francés, con más cosas en común entre ellas que con el propio idioma inglés.
Manos multilingües
Uno de los errores más comunes es creer que existe un único lenguaje de señas universal, pero esto es falso. Cada idioma tiene su propio código de señas, con vocabulario, dialectos y expresiones únicas. Incluso, entre países que comparten un idioma oral, como España y México, los códigos de señas son completamente diferentes para cada región. Así, por ejemplo, existe la Lengua de Señas Argentina (LSA), la Lengua de Signos Española (LSE), la Lengua de Señas Americana (ASL, por sus siglas en inglés), la Lengua de Señas Mexicana (LSM) y la Língua Brasileira de Sinais (Brasil).
Ahora bien, el lenguaje de señas no es una “traducción” de la lengua oral ni un conjunto de gestos aleatorios. Es un idioma pleno, que, igualmente, involucra los siguientes elementos:
· Gramática: Orden específico de las palabras, uso del espacio, modulación de señas.
· Sintaxis y morfología visual: Se puede modificar un verbo, expresar tiempos, modos, negaciones y más.
· Expresión facial y corporal: El rostro es clave para resaltar las intenciones, indicar emociones, preguntas, intensidad y otros matices.
Uso del espacio tridimensional: Se pueden ubicar elementos, construir escenas y establecer relaciones temporales o espaciales.
Por ejemplo, en la ASL, la frase “Voy a la tienda” no se construye palabra por palabra. En lugar de eso, se usa una combinación de señas y movimientos que representan el significado general, apoyados por la expresión facial, para indicar el tiempo o la intención.
Un vehículo de identidad y cultura
Además de su función comunicativa, el lenguaje de señas es una herramienta de identidad cultural para las comunidades sordas. Hablar de una "comunidad sorda" implica reconocer que no se trata sólo de una condición médica (la sordera), sino de la construcción de una cultura con valores, costumbres, historia, arte y literatura propios. Existe una rica tradición de poesía, narración visual, teatro y humor en lengua de señas, donde la expresividad visual supera las limitaciones del lenguaje oral. Las personas sordas no "sufren" de su forma de comunicación; al contrario, muchas la celebran como parte integral de su ser.
El reconocimiento legal del lenguaje de señas es fundamental para garantizar los derechos de las personas sordas. En muchos países, este reconocimiento ha llegado recién en las últimas décadas. En América Latina, por ejemplo, México reconoció la LSM en la Constitución, en 2005; Argentina lo hizo en 2023, con la LSA, declarándola lengua natural y patrimonio lingüístico de la comunidad sorda. En países como Chile, Colombia y Brasil también existen leyes específicas que promueven su uso.
Sin embargo, aún persisten barreras, como la falta de intérpretes en servicios públicos, escaso acceso a la educación bilingüe en personas sordas (lengua de señas más lengua oral escrita), poco porcentaje del resto de la población que domina el lenguaje de señas y la limitada representación en los medios de comunicación.
Los intérpretes de lengua de señas cumplen un rol clave en la mediación entre el mundo sordo y el oyente. No se trata sólo de traducir literalmente, sino de interpretar con sensibilidad cultural, adaptando significados y matices. Deberían estar presentes en conferencias, tribunales, hospitales, aulas, eventos públicos, noticieros, entretenimiento, en todos lados, para lograr una verdadera inclusión, recordándonos que la información debe ser accesible para todos. De hecho, algunas universidades ya ofrecen carreras específicas de interpretación y docencia en lengua de señas.
Por su parte, cada vez más personas oyentes deciden aprender lenguaje de señas, ya sea por razones profesionales, personales o solidarias. Aprender esta lengua no sólo permite comunicarse con personas sordas, sino que amplía la empatía, la conciencia corporal y la comprensión de otras formas de percibir el mundo. Además, aprender lenguaje de señas estimula áreas cerebrales relacionadas con la visualización espacial, la atención y la memoria. Es una forma diferente —y profundamente enriquecedora— de pensar.
Así, el lenguaje de señas nos invita a reflexionar sobre lo que significa comunicarse. Nos recuerda que el silencio también puede estar lleno de palabras, de historias, de amor, de resistencia. En un mundo cada vez más diverso, aprender a ver, comprender y valorar otras formas de lenguaje no es sólo un acto de inclusión, sino también de humanidad.