Insulina: El descubrimiento que cambió el destino de la diabetes
- paginasatenea
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La fascinante historia del fÔrmaco que transformó una enfermedad mortal en una condición crónica manejable
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Durante milenios, la diabetes fue una enfermedad enigmĆ”tica y letal. Sus sĆntomas, como la pĆ©rdida drĆ”stica de peso, la sed insaciable y la eliminación excesiva de orina, eran conocidos desde la Antigüedad, pero sus causas seguĆan siendo un misterio.
En la antigua India y el Egipto faraónico, ya se mencionaban cuadros compatibles con lo que, hoy, identificamos como diabetes. En el siglo II, el mĆ©dico griego Areteo de Capadocia describió una condición que "consume la carne y los miembros hasta que los enfermos perecen"; ademĆ”s, identificó sĆntomas urinarios, afirmando que ālos pacientes enfermos nunca dejan de orinarā. A Ć©l se le atribuye el tĆ©rmino diabetes, que significa āpasar a travĆ©sā o āsifónā, en referencia a la micción excesiva caracterĆstica. El tĆ©rmino latino mellitus fue agregado mucho tiempo despuĆ©s, en el siglo XVII, por Thomas Willis, que se traduce como ādulce como la mielā, al observar la presencia de glucosa en la orina de estos pacientes.
Durante siglos, el tratamiento fue empĆrico y sin base fisiológica. Incluso, para el siglo XX, la diabetes tipo 1 āque suele aparecer en la infancia o la juventudā era, prĆ”cticamente, una sentencia inevitable de muerte, pues el manejo seguĆa siendo ineficiente, basado sólo en dietas estrictas, bajas en carbohidratos, que ayudaban a prolongar la vida apenas unos meses, pero a costa de una desnutrición severa. Sin embargo, a inicios de la tercera dĆ©cada de aquella centuria, se dio un descubrimiento que transformó la historia de la medicina, salvó millones de vidas y abrió la puerta a una nueva era en la endocrinologĆa y la bioquĆmica mĆ©dica.
La clave: el pƔncreas
Ya bien entrado el siglo XIX, se sabĆa que el pĆ”ncreas secretaba enzimas digestivas (función exocrina). En 1869, el alemĆ”n Paul Langerhans descubrió pequeƱas agrupaciones celulares en el pĆ”ncreas āluego bautizadas como āislotes de Langerhansāā, cuya función seguĆa siendo desconocida, pero que no parecĆan estar conectadas con la producción de enzimas digestivas. Se sospechaba que estas estructuras contenĆan la clave del āprincipio antidiabĆ©ticoā.
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En 1889, los fisiólogos alemanes Joseph von Mering y Oskar Minkowski realizaron un experimento crucial en perros. Al extirparles el pĆ”ncreas, observaron que desarrollaban sĆntomas idĆ©nticos a la diabetes humana, incluido el azĆŗcar elevado en la orina. La conclusión fue clara: el pĆ”ncreas era esencial para el control de la glucosa, de modo que, ademĆ”s de su función exocrina, debĆa tener una función endocrina.
AsĆ, a principios del siglo XX, se continuó estudiando el papel del pĆ”ncreas. El investigador belga Jean de Meyer y, aparte, el fisiólogo britĆ”nico Edward Albert Sharpey-Schafer sugirieron que los pacientes diabĆ©ticos debĆan carecer de alguna sustancia quĆmica originada en el pĆ”ncreas. Los dos propusieron un tĆ©rmino para nombrar a dicha sustancia, basĆ”ndose en los āislotes de Langerhansā. Ambos ocuparon la raĆz latinaĀ insula, que significa āislaā, dando como resultado las palabras insuline, insulin o insulina.
Pero el descubrimiento definitivo llegó en 1921, de la mano del mĆ©dico canadiense Frederick Grant Banting. A sus 29 aƱos, sin experiencia en investigación, tuvo una idea audaz, luego de leer un artĆculo sobre el pĆ”ncreas. Imaginó un mĆ©todo para aislar la sustancia endocrina del pĆ”ncreas, bajo la hipótesis de que si se bloqueaban los conductos pancreĆ”ticos, la parte exocrina se atrofiarĆa, dejando intacta la parte endocrina; es decir, se aislarĆa la secreción interna (insulina), responsable del control glucĆ©mico.
Banting convenció al reconocido fisiólogo John Macleod, de la Universidad de Toronto, para que le permitiera usar un laboratorio y algunos animales. Como asistente se unió Charles Best, un joven y muy inteligente estudiante.
Durante el verano de 1921, Banting y Best trabajaron incansablemente, operando perros, induciĆ©ndoles diabetes mediante pancreatectomĆa y, luego, inyectĆ”ndoles extractos pancreĆ”ticos crudos de otros animales. Observaron que los niveles de glucosa bajaban temporalmente y los sĆntomas mejoraban, lo que indicaba que habĆan aislado, aunque de forma impura, el principio activo: la insulina.
Aunque los resultados eran prometedores, los extractos causaban efectos secundarios debido a su impureza. Para resolver esto, Macleod convocó al bioquĆmico James Collip, quien logró purificar la sustancia, de manera que pudiera usarse de forma segura en humanos.
El primer paciente tratado fue Leonard Thompson, un joven de 14 años, en estado terminal por diabetes, internado en el Hospital General de Toronto. La primera inyección que recibió, en enero de 1922, tuvo un efecto limitado y le causó una reacción alérgica, pero una segunda dosis, con la insulina purificada por Collip, resultó exitosa: los niveles de glucosa bajaron, la orina se volvió negativa para azúcar y el niño mejoró visiblemente. Ese momento marcó el comienzo de una nueva era médica.
RĆ”pidamente, se hizo evidente que la insulina debĆa producirse en grandes cantidades para satisfacer la demanda mundial. La Universidad de Toronto firmó un acuerdo con Eli Lilly & Co., una farmacĆ©utica estadounidense, para desarrollar una producción industrial basada en la insulina extraĆda de pĆ”ncreas bovinos y porcinos.
Banting y sus colegas, en un gesto ético y humano, decidieron no lucrar con la insulina. En cambio, transfirieron la patente a la universidad, por sólo un dólar simbólico, con el objetivo de que estuviera disponible para todos los pacientes que la necesitaran.
En 1923, apenas dos aƱos despuĆ©s del gran descubrimiento, Frederick Banting y John Macleod recibieron el Premio Nobel de FisiologĆa o Medicina. Banting, molesto por la exclusión de Best, decidió compartir su mitad del premio con Ć©l; mientras que Macleod compartió la suya con Collip.
Pero este reparto parcial no resolvió del todo las tensiones. Durante dĆ©cadas, se debatió sobre quiĆ©n merecĆa realmente el reconocimiento. Algunos defendĆan a Best como figura clave del hallazgo; otros destacaban la indispensable contribución de Collip. Incluso, surgieron teorĆas sobre si otros investigadores previos, como Nicolae Paulescu, en Rumania (quien, tambiĆ©n, teorizó sobre la insulina), habĆan llegado primero, pero sin el mismo impacto clĆnico.
De animales a biotecnologĆa
Las primeras insulinas se obtenĆan de animales, y, aunque salvaban vidas, provocaban reacciones alĆ©rgicas en algunos pacientes. En la dĆ©cada de 1970, se desarrollaron insulinas semisintĆ©ticas y anĆ”logos de insulina, con mayor pureza y duración.
Un avance crucial llegó en 1982, cuando Genentech y Eli Lilly introdujeron la primera insulina humana recombinante, producida mediante ingenierĆa genĆ©tica en bacterias (E. coli). Esta innovación eliminó casi por completo el riesgo de reacciones inmunológicas y permitió formas mĆ”s personalizadas del tratamiento.
Hoy, existen múltiples tipos de insulina: de acción rÔpida, lenta, ultralenta y combinadas, que permiten ajustar el tratamiento a las necesidades de cada paciente.
Poco mĆ”s de cien aƱos despuĆ©s de su descubrimiento, la insulina sigue siendo uno de los medicamentos mĆ”s importantes de la historia. Gracias a ella, millones de personas con diabetes tipo 1 āy algunas con tipo 2ā pueden llevar vidas plenas, pese a que la cura aĆŗn no existe.
Sin embargo, persisten desafĆos graves. En muchos paĆses, el acceso a la insulina es limitado, por su alto costo, falta de infraestructura mĆ©dica o conflictos geopolĆticos. La Organización Mundial de la Salud considera que la insulina debe ser un medicamento accesible, asequible y universal, pero esto aĆŗn estĆ” lejos de cumplirse.
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Ā AdemĆ”s, la bĆŗsqueda de una cura definitiva ācomo terapias con cĆ©lulas madre o vacunas inmunológicasā sigue en curso. Pero confiamos en que, asĆ como la insulina pasó de la teorĆa a la experimentación y, de ahĆ, al hallazgo revolucionario, en un futuro, lo mismo suceda con la cura para la diabetes, permitiendo salvar muchas vidas mĆ”s.
Lo que no sabĆa sobre la insulina
La insulina no sólo regula el azúcar, también, afecta el cerebro. Aunque se asocia principalmente con el control de la glucosa en sangre, la insulina también tiene un papel importante en el cerebro. Estudios han demostrado que influye en funciones como el aprendizaje, la memoria y el apetito. De hecho, alteraciones en la señalización de la insulina en el cerebro se han relacionado con enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, lo que ha llevado a algunos investigadores a llamarlo "diabetes tipo 3".
En sus experimentos iniciales, en 1921, Frederick Banting y Charles Best utilizaron perros para investigar el pĆ”ncreas. Uno de ellos, llamado Marjorie, fue el primer perro diabĆ©tico en ser tratado exitosamente con extracto pancreĆ”tico, lo que demostró que la sustancia tenĆa potencial terapĆ©utico. Marjorie vivió varias semanas gracias a inyecciones diarias de insulina, marcando un antes y un despuĆ©s en la historia de la medicina.
La insulina se usaba como dopaje en el deporte. Aunque suene increĆble, algunos atletas han utilizado la insulina como una forma de dopaje. Esto, porque tiene efectos similares a otros anabolizantes esteroides, ademĆ”s de que favorece el almacenamiento de glucosa y aminoĆ”cidos en los mĆŗsculos, lo que puede ayudar a mejorar la recuperación y aumentar la masa muscular si se combina con una alta ingesta de carbohidratos y proteĆnas. Sin embargo, este uso es extremadamente peligroso para personas sin diabetes, por lo que estĆ” prohibida por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA).