top of page

Tejiendo la historia con hilos de tradición


 

El Tenango: el bordado que le dio colores al alma de Hidalgo

 

Tercera parte

 

ree

En México, existen numerosos tipos de bordados, cada uno con características únicas y representativas de diferentes regiones y culturas. Uno de los más destacados es el bordado Tenango, gracias al increíble trabajo artesanal de un grupo de mujeres.

 

Proveniente de la Sierra Otomí-Tepehua, en el estado de Hidalgo, en el municipio de Tenango de Doria, hay una pequeña comunidad llamada San Nicolás de los Ranchos, este sitio es la cuna del bordado de Tenango.

 

Se caracteriza por sus elaborados patrones coloridos y detallados que resaltan en el fondo neutro de la manta, donde casi cobran vida plantas, animales, flores, personajes míticos y figuras humanas, inspirados en la naturaleza y la cosmovisión otomí, todo bordado con hilos rojos, verdes, amarillos y azules que llenan de vida la tela.

 

Una historia que nace de la necesidad y la creatividad

Se dice que el Tenango nació en los años 60, cuando una sequía pegó fuerte en la región y la gente de Tenango de Doria buscó nuevas formas de sobrevivir. Los hombres salían al campo y las mujeres, con lo que sabían hacer, empezaron a bordar inspirándose en la naturaleza que las rodeaba y en los dibujos que heredaron de sus ancestros otomíes.

 

El diseño del Tenango se basó en el tradicional bordado otomí. El otomí es un pueblo originario de México habitante de la zona de la cordillera Neo volcánica, desde varios milenios antes de la era cristiana. Aunque las mujeres de esta cultura jamás han dejado la tradición de lado, con el tiempo, lo han adaptado sumando técnicas y diseños europeos.

 

Así, sobre lienzos de manta, comenzaron a plasmar venados, conejos, aves, árboles, flores y hasta figuras geométricas que recordaban a las pinturas rupestres de la zona. Los colores brillantes surgieron como una manera de dar alegría en medio de la adversidad, y poco a poco los bordados se convirtieron en una fuente de ingresos y en una bandera de identidad.

 

Colores que hablan

Si algo distingue al Tenango son sus colores vibrantes. Los hilos de algodón o estambre se combinan de formas inesperadas: un pájaro puede tener alas moradas, cuerpo naranja y pico verde; un venado puede estar lleno de flores azules; una flor puede tener pétalos de todos los colores del arcoíris.

 

No hay reglas fijas, y esa libertad es lo que hace tan especial cada bordado. Los colores no sólo decoran, también simbolizan la alegría, la vida y la conexión con la naturaleza. Para las comunidades otomíes, bordar no es solamente un trabajo: es una manera de mantener vivo su vínculo con la tierra y con sus raíces.

 

Al principio, el Tenango se vendía en los tianguis locales o se usaba en fiestas de la comunidad. Pero pronto su fama creció porque los turistas quedaban maravillados con el detalle y el colorido de los bordados. Además, cada pieza es como un lienzo de arte popular, lo que lo hace diferente de cualquier textil industrial.

 

Con el tiempo, el Tenango llegó a ferias nacionales e internacionales, y marcas de moda comenzaron a interesarse en esos diseños.

 

La técnica: puntada a puntada

El Tenango se hace sobre telas de manta o algodón. Primero, alguien dibuja los contornos del diseño (a veces las propias artesanas, a veces un familiar que se dedica sólo a trazar). Después, las bordadoras rellenan cada figura con puntadas de colores vivos, usando hilos que contrasten entre sí.

 

El proceso puede tardar semanas o hasta meses, dependiendo del tamaño y la complejidad del bordado. Hay piezas pequeñas, como servilletas, que se terminan rápido, y otras enormes, como tapices, que son verdaderas obras de arte textil.

 

Normalmente se borda con hilos de algodón, de colores vivos y brillantes, y la puntada debe ser muy apretada y chiquita de forma que quede tupido. Es un trabajo laborioso, y un mantel o una colcha de gran tamaño pueden llevar años en ser elaborados.

 

Cada puntada es un acto de paciencia y dedicación. Y ahí está la magia: aunque haya cientos de manos bordando en Tenango de Doria, cada pieza tiene el toque personal de quien la hizo.

 

Más que artesanía: un patrimonio cultural

El Tenango no sólo es bonito, también es identidad. Para los otomíes, es una forma de transmitir sus historias, su relación con la naturaleza y su cosmovisión. Cada bordado puede representar el ciclo de la vida, las fiestas comunitarias o los animales que acompañan al pueblo en su día a día.

 

Tanto así que el gobierno mexicano ya ha buscado darle reconocimiento oficial como patrimonio cultural, para protegerlo y darle a las bordadoras el crédito que merecen. Y no es para menos: el Tenango es un testimonio vivo de cómo la tradición se reinventa y se mantiene vigente.

 

De Hidalgo para el mundo

Todavía se pueden ver a las bordadoras trabajando en las puertas de sus casas o en talleres familiares. Los colores saltan a la vista: manteles colgados, blusas decoradas, servilletas listas para la venta.

 

En ferias artesanales, el Tenango siempre es de los más buscados. Su fama ya traspasó fronteras, y no es raro encontrar piezas en galerías de arte popular de Estados Unidos o Europa.

 

Pero más allá de la fama, lo que mantiene vivo al Tenango es el amor de las comunidades por su herencia. Para ellas, cada bordado es más que un producto: es una forma de contar quiénes son y de compartirlo con el mundo.

 

El Tenango es un recordatorio de que el arte no siempre se encuentra en museos. A veces está en las manos de mujeres que, desde un rincón de la sierra, bordan con paciencia y creatividad. Cada puntada es un diálogo con el pasado y con la naturaleza; cada color es un grito de alegría y resistencia.

Comentarios


bottom of page