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El cerebro podría encender una bombilla


¿Y si le dijéramos que llevamos una pequeña central eléctrica dentro del cráneo?


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Cuando tenemos una idea o logramos resolver un problema, resultado de que el cerebro ha hecho su trabajo de pensar acertadamente, solemos decir que “se nos prendió el foco”. Pero ¿se ha preguntado de dónde viene esa metáfora? Lo cierto es que no es una metáfora propiamente, ya que, en realidad, nuestro cerebro genera suficiente electricidad para encender una bombilla pequeña, ¡y lo hace todo el tiempo! Aunque tiene ciertas limitaciones.


Según estudios neurológicos, el cerebro humano puede producir alrededor de 20 vatios de electricidad en estado activo. Eso equivale a lo que consume una bombilla LED doméstica. ¿Cómo lo hace? La respuesta es que, pese a que es un órgano biológico, el cerebro es también un sistema electroquímico de altísima complejidad. Cada emoción, pensamiento, recuerdo o acción se produce gracias a millones de señales eléctricas que viajan por las neuronas, las cuales se comunican mediante potenciales de acción, que son impulsos eléctricos generados por el movimiento de iones (como sodio, potasio o calcio) a través de sus membranas. Este proceso crea pequeñas corrientes eléctricas que, en conjunto, forman una red tan intensa como precisa. De hecho, se dice que hay más conexiones eléctricas (sinapsis) en el cerebro humano que en toda la red telefónica del planeta.


El proceso de sinapsis es increíble. Las neuronas mantienen una diferencia de carga entre su interior y el exterior. Al recibir un estímulo, se abren canales que permiten el paso de iones. Esto cambia el equilibrio eléctrico y genera un impulso, que viaja a lo largo del axón (la prolongación filiforme de una neurona). Dicho impulso eléctrico llega al final de la neurona y activa neurotransmisores que pasan el mensaje a la siguiente célula. Este intercambio ocurre miles de millones de veces por minuto en el cerebro. Es como si lleváramos una tormenta eléctrica permanente en la cabeza, pero en miniatura.


Aunque pesa aproximadamente 1.5 kilogramos (alrededor del 2 % del cuerpo), el cerebro consume cerca del 20 % de la energía total del organismo en reposo. Esto representa unas 300 a 400 calorías por día, sólo para mantener sus funciones básicas activas, como pensar, analizar, recordar, coordinar y moverse.


Para que se haga una idea, una bombilla LED promedio consume entre 10 y 20 vatios, mientras que el cerebro está produciendo esa energía sin descanso, incluso, mientras dormimos.

 

¿Podríamos usar esa electricidad?


La idea de aprovechar la energía del cerebro para cargar el celular u otros dispositivos suena genial, pero no es viable (al menos, por ahora). La electricidad cerebral no es continua ni de alto voltaje; está formada por impulsos débiles y complejos, además de que no existe un medio para recolectarla. Sin embargo, eso no impide que podamos medirla y usarla para aplicaciones sorprendentes: el electroencefalograma (EEG) detecta patrones eléctricos cerebrales y ayuda a diagnosticar epilepsia, trastornos del sueño o problemas neurológicos; las interfaces cerebro-computadora (BCI) permiten controlar prótesis o computadoras con el pensamiento; los videojuegos mentales son dispositivos que, mediante EEG, permiten la interacción mediante la actividad cerebral; y el neuromarketing, con el que las empresas miden cómo reacciona el cerebro de los clientes a anuncios, para mejorar sus estrategias de venta.


Nuestro cerebro es mucho más que el centro de control del cuerpo. Es una máquina bioeléctrica sofisticada y eficiente, que no sólo permite pensar, sentir y movernos, sino que, también, genera energía constantemente. Así que la próxima vez que encienda una bombilla, recuerde que usted lleva una encendida dentro… ¡todo el día y toda la noche!

 

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