Cuando los horóscopos rigen nuestra vida
Piense en el signo zodiacal que corresponde a su fecha de nacimiento. Con base en él, ¿puede describir las características de su personalidad? Si, de inmediato y con facilidad, se le vinieron a la mente ciertas cualidades o adjetivos específicos para definirla, quiere decir que se ha dejado llevar por el ‘efecto Barnum’. Esto es algo normal; todas las personas, sin excepción, hemos caído en sus influencias, pues hay que aceptar que, al menos, en alguna ocasión, nos hemos identificado y emocionado con las afirmaciones y predicciones que leemos en los horóscopos.
También llamado ‘efecto de Forer’ o ‘falacia de la validación personal’, es una especie de superstición y se trata de un fenómeno psicológico en el que consideramos que las aseveraciones zodiacales son ciertas y que las descripciones de personalidad de nuestro signo coinciden, con exactitud, con nuestra forma de ser. En otras palabras, es creer que la astrología rige nuestra conducta y futuro. No obstante, tales definiciones, aparentemente individuales, son, en realidad, vagas, poco concretas y refieren a situaciones y sentimientos generales por los que todos hemos pasado, de modo que es fácil y lógico que cualquier individuo se identifique con ellas.
Ni siquiera, los más escépticos se escapan del poder de este efecto, aunque es cierto que el criterio y las convicciones de cada persona son factores que determinan su nivel de influencia. Algunos creen de forma parcial, es decir, como un medio de entretenimiento y distracción; sin embargo, otros le conceden a esta superstición un alto grado de credibilidad, permitiendo que conduzca su vida.
¿Por qué caemos?
Porque mente es muy poderosa y es muy fácil de engañar; por su parte, el ser humano es curioso por naturaleza. Estas debilidades son las que permiten que el efecto Barnum se presente, aprovechando distintas estrategias:
· Como mencionamos anteriormente, las descripciones que recibimos de los horóscopos o de cualquier otra práctica de adivinación son muy generales, por lo que pueden ser aplicables para cualquier persona. Sin embargo, la clave para terminar de cautivar a la mente se encuentra en la redacción de las frases, con un tono amable y sofisticado, y una sintaxis un tanto poética; o sea, se puede decir lo mismo, pero de distintas maneras.
Por ejemplo, si se pretende transmitir la idea de que alguien es buena persona, se disfraza la expresión, para tener varias alternativas de comunicación, como: “Eres un ser humano con un gran corazón”, “Pones las necesidades de los demás antes que las tuyas” o “Tus acciones y tu buen carácter hacen que agrades a la gente”.
· Muy ligado al punto anterior, en cuanto a las formas de presentar la información, nótese que las afirmaciones siempre resaltan lo positivo, y cuando se refieren a una situación negativa o a un defecto, generalmente, ofrecen una alternativa, regresando a la mente a pensar en lo bueno. “Aunque tienes algunas debilidades, eres capaz de compensarlas con otras cualidades”. La fórmula es obvia; a fin de cuentas, ¿a quién no le gusta que le exalten sus cualidades o le den ánimos?
· Otra razón es la necesidad humana de tener algo en qué creer y en dónde encontrar una explicación a lo que ocurre por casualidad, o bien, una esperanza ante lo que se desea que pase. “Sucedió esto porque mi horóscopo así lo predijo” u “Hoy me irá bien en el amor porque lo leí en el horóscopo”.
· De igual forma, nos dejamos llevar porque llegamos a sentir inseguridad acerca de ciertas cosas, por lo que, de manera inconsciente, buscamos un medio que reafirme nuestros pensamientos.
· La autoestima y el autoconocimiento, también, juegan un papel importante. Las descripciones de personalidad de los horóscopos nos permiten empoderarnos y proyectarnos como individuos ‘únicos’, con algo en común con otras personas de nuestro mismo signo. Esto apela al sentido de pertenencia de los humanos como seres sociales. Entre más seguros seamos de nosotros mismos, considerando nuestras cualidades y defectos desde una introspección individual y objetiva, menor será el efecto Barnum.
· Finalmente, la validez que decidamos darle a los horóscopos puede estar influenciada por la fuente de la que provengan. Quizá, confiaremos más en la información publicada en un medio reconocido, que en la de una cadena que se comparte por WhatsApp, por ejemplo.
Fenómeno de dos nombres
Phineas Taylor Barnum (1810-1891) fue un político y empresario estadounidense que destacó y pasó a la historia debido a las impactantes y excéntricas estrategias que utilizaba para publicitar su circo ambulante. Recurría al engaño y a la charlatanería para llamar la atención de las personas y que acudieran a ver sus espectáculos, los cuales, también, resultaban ser un embuste.
Inventaba toda clase de historias y personajes exóticos, haciéndolos pasar por reales, como el caso de la sirena de Fiji, una criatura que él fabricó, utilizando la cola de un salmón, unida al torso y cabeza de un mono, a la cual presentó como una mujer mitológica, siendo esta una de sus mayores y más populares farsas. Era un gran vendedor, pues el público, a pesar de saber que las exhibiciones serían un fraude, continuaba asistiendo a ellas; y es que siempre tenían algo que les atraía.
En 1956, el psicólogo clínico estadounidense Paul Meehl analizó varios informes médicos de una clínica psiquiátrica y descubrió que los enunciados presentes en los dictámenes o en las descripciones eran muy genéricos y se repetían, por lo que podían asociarse a casi cualquier paciente y, aun así, ser tomados como certeros. Se dio cuenta, entonces, de que este fenómeno psicológico de concederle validez a lo falso tenía una gran similitud con la influencia que Phineas Barnum lograba con sus artimañas; así que decidió usar el apellido del cirquero para nombrarlo.
Por su parte, casi una década antes, en 1948, otro psicólogo estadounidense, Bertram R. Forer, puso a prueba las reacciones de la gente ante las afirmaciones ambiguas. Les hizo a sus alumnos un test de personalidad y, con base en sus respuestas, le dio a cada uno un resultado ‘único e individualizado’. Luego, les pidió que, en una escala del uno al cinco, valoraran qué tanto se sentían identificados con dicho resultado. El 87 % consideró que las conclusiones que había recibido eran totalmente acertadas. Pero lo cierto era que éstas habían sido las mismas para todos, sin demasiada concreción y redactadas de forma diferente, como: “Eres seguro de ti mismo, pero, en ocasiones, sientes miedo o dudas”; por supuesto, ¿quién no ha pasado por una situación así?
A finales de la década de 1980, Peter Glick, profesor de la Universidad de Lawrence, realizó un experimento similar al de Forer, con jóvenes de entre 15 y 18 años de edad, a quienes les hizo creer que sus descripciones habían sido hechas por un gran astrólogo. Lo observado en su estudio coincidió, en gran medida, con el de su colega Bertram. Incluso, los más escépticos se dejaron llevar por el efecto, pues, aunque despreciaban las malas afirmaciones, sí aceptaban las positivas.
Pese a que la astrología no está considerada como una ciencia verdadera, no podemos negar que la adivinación y la conexión espiritual con las estrellas son temas que nos atraen, porque nos permiten fantasear y construir nuestros propios mundos imaginarios.
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