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El martillo de Thor y la boda de Freya




Cierta mañana, Thor, dios del trueno, comenzaba a despertar, intentando alcanzar, al mismo tiempo, su preciado martillo, el cual, todas las noches, dejaba cerca de él. Con los ojos aún cerrados y con la mano extendida en el sitio donde debía estar el Mjollnir, palpó todas las partes de la superficie hasta ser consciente de que su tesoro, su arma, había desaparecido.


Como era costumbre, lo primero que hizo fue pensar en que el responsable del hurto había sido Loki, pues él, casi siempre, estaba detrás de las desgracias y de las bromas de mal gusto. No obstante, después de reflexionar detenidamente, concluyó que ni siquiera él, maestro del embuste, se atrevería a robarle su martillo tan poderoso.


Así, irónicamente, Thor acudió con Loki en busca de ayuda; y es que sólo un tramposo profesional como él sabría qué hacer. Una vez reunidos y enterado de la situación, Loki le prometió al dios del trueno que averiguaría quién era el ladrón y su ubicación. Entonces, se dirigió al castillo de Freya, la diosa de la belleza, la fertilidad, el amor y la lujuria. Ella es la más hermosa entre todas las deidades femeninas. Posee una larga cabellera rizada de oro, una piel radiante y, alrededor de su cuello, cuelga un lujoso collar de ámbar, llamado Brisingamen. Asimismo, tiene dos fieles gatitos, los cuales suelen tirar su carruaje.


Loki le pidió que le prestara una capa de plumas, que ella utilizaba para volar, pero la diosa se negó rotundamente, argumentando que era una de sus más valiosas posesiones y que, de ninguna manera, la dejaría en manos de un charlatán como él. No obstante, bastó con que Loki le confesara que alguien había robado el Mjollnir y que era su misión encontrarlo, para que Freya se la proporcionara de inmediato.


Loki se envolvió en la capa y emprendió el vuelo, convertido en un halcón, hacia el reino de los gigantes. Una vez ahí, sobrevoló el cielo, observando con detalle, en busca de alguna escena sospechosa. De repente, desde lo alto, vio a un horripilante ogro, sentado sobre un tumulto de objetos, manufacturando lo que parecía ser un grueso collar de perro, y se aproximó hacia él; era Thrym, el señor de los ogros.

Loki le preguntó si sabía algo sobre el martillo de Thor, y al escuchar eso, la criatura sonrió de una forma pícara, como si se sintiera orgulloso de haber cometido alguna hazaña. Loki, por supuesto, reconoció esa expresión, pues era la misma sonrisa que se le dibujaba en el rostro cuando ejecutaba alguna trampa.


“¿Qué sabes de eso?”, volvió a insistir Loki, y luego de un silencio incómodo, Thrym le confesó que él había robado el Mjollnir, que lo tenía oculto en un pozo muy profundo, que nadie podría encontrar, y que lo devolvería a cambio de obtener lo que deseaba.


Loki le ofreció una cuantiosa recompensa por él; le prometió joyas, oro, ámbar y muchas otras riquezas; sin embargo, al ogro no le interesaba nada de eso; él quería desposar a Freya, y a ella le daría el martillo como regalo de bodas. Thrym no estaba dispuesto a negociar, así que le dio a Loki ocho días como plazo, para llevarle a la diosa.


Loki emprendió el vuelo de regreso a Asgard, donde lo esperaba Thor, impaciente y ansioso por tener respuestas. Sorprendentemente, Loki no intentó aprovecharse de la situación, para obtener un beneficio propio, sino que dijo toda la verdad: le contó que el ladrón había sido Thrym y que pedía a cambio la mano de Freya. Sin tomar en cuenta lo que pudiera decir la diosa, Thor aceptó la condición.


Acto seguido, Loki y Thor visitaron a Freya, le entregaron su capa de plumas y le dieron la noticia, casi como una orden, de que tenía que casarse con Thrym, para poder recuperar el Mjollnir. Al principio, la diosa no dijo nada, sólo dio un suspiro, pero, después de un momento, apretó fuertemente los puños y así los mantuvo, su collar se le desprendió del cuello, y el piso y las paredes comenzaron a temblar, al grado de parecer caerse. Después, condujo la mirada hacia Thor y a Loki, sentenciándolos como los seres más ruines que alguna vez hubiera conocido, y despotricó contra el señor del trueno, diciéndole que cómo se atrevía a decidir por ella y a ponerla en esa situación, casi intercambiándola como si fuera un objeto, pensando únicamente en su beneficio personal. Luego de descargar su furia, los corrió de su palacio y se encerró en sus aposentos.


Ante el problema, se convocó a una asamblea, a la que acudieron todos los dioses, excepto Freya, para intentar llegar a una solución. Cada uno fue dando diferentes ideas, pero todas, por alguna u otra razón, fueron descartadas. El último en hablar fue Heimdal, el dios guardián, quien propuso que Thor se disfrazara de Freya, portando un velo largo que le cubriera toda la cara, para engañar a Thrym y poder recuperar su martillo justo antes de que se consagrara la boda.


Claro que al dios del trueno no le agradó, para nada, el plan, sin embargo, el resto de los dioses lo consideró excelente. Con la mayoría de votos a favor y con la aprobación de Odín, todas las deidades femeninas de Asgard se apresuraron a vestir y a maquillar a Thor. Por su parte, Loki sabía que Thor, por su personalidad arrebatada, podía echar a perder las cosas, así que adquirió la apariencia de una joven mujer, para acompañarlo, haciéndose pasar por su doncella.


Ya listos, ambos, con sus respectivos disfraces, se subieron a un carruaje, rumbo a la tierra de los gigantes. En el camino, Loki le indicó a Thor que lo dejara hablar en todo momento y que siguiera todas sus instrucciones al pie de la letra. Al llegar a la morada de Thrym, todo estaba preparado, los ogros habían asistido a la celebración y había una enorme mesa, con los más deliciosos manjares, como cerdo asado, salmón, frutas y una infinita variedad de deliciosos postres.

La ceremonia iniciaría con el banquete. Thrym se sentó en la cabecera de la mesa, y a un costado, se suponía, debía ir Freya, pero su doncella, Loki, se interpuso entre ambos, con el pretexto de que debía vigilar a la diosa hasta el momento en que estuviera oficialmente casada. Por su lado, Thor se olvidó del miedo de ser descubierto y comenzó a devorar todo platillo que se le pusiera enfrente y a beber barriles completos de aguamiel, sin ningún recato; incluso, los ogros, que no se distinguen precisamente por sus buenos modales, quedaron sorprendidos por la voracidad con la que comía la diosa.


Loki se disculpó con Thrym, diciéndole que el apetito de Freya se debía a que había pasado ocho días y ocho noches sin probar bocado alguno, por la emoción de su matrimonio. El señor de los ogros intentó besar a su futura esposa, y cuando levantó su velo, descubrió unos enormes y rojizos ojos, que le provocaron retroceder. Loki le comentó que eso era resultado de que había pasado el mismo período sin dormir.


Thrym se creyó todos los cuentos y consideró que era momento de celebrar la unión. Así que ordenó retirar el banquete, mandó a traer el Mjollnir, para obsequiárselo a Freya, y pidió que lo reposaran sobre el regazo de la diosa. En ese instante, antes de que Var, señora de los juramentos maritales, declarara al ogro y a Freya como esposos, Thor agarró rápidamente su martillo y se quitó el vestido, revelando su verdadera identidad. Luego, abatió a todos los ogros hasta quedar de pie sólo él y Loki.


Después de observar la escena y de un breve silencio, ambos dioses se regocijaron de que la misión hubiera resultado exitosa; quizá, más de lo que habrían esperado, pues la cena había estado deliciosa.

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