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Estalla el dirigible Hindenburg



Ocurrió el 6 de mayo de 1937, en el cielo de Nueva Jersey, Estados Unidos. Era una tarde tormentosa, y el Hindenburg, el colosal dirigible alemán, orgullo del régimen nazi, comenzaba con las maniobras de atraque. En punto de las 19:25 horas, uno de los 248 obreros que se encontraban en tierra, esperando las cuerdas para el amarre, observó que se había producido un fuego en la parte trasera del vehículo, propagándose rápidamente hacia el resto de él. Cuarenta segundos después, el dirigible cayó al suelo, envuelto en llamas. De las 97 personas que iban a bordo, murieron 35 (13 pasajeros y 22 tripulantes), una cantidad pequeña en comparación con la magnitud del accidente.


El Hindenburg era tan grande y lujoso que era considerado un palacio flotante. Medía 245 metros de largo y 41 de diámetro. Poseía cuatro motores diésel, que le permitían alcanzar una velocidad de 135 km/h, y un tanque capaz de alojar 200 mil m3 de gas. Originalmente, estaba pensado para contener helio, pero, debido a las dificultades para obtenerlo en grandes cantidades, se cambió por el hidrógeno, que era mucho más inflamable. Las teorías en torno a la tragedia apuntaban a que un rayo provocó una chispa, que, al combinarse con el hidrógeno, inició el fuego; que fue un sabotaje por alguien que no simpatizaba con los nazis; o consecuencia del suicidio de un pasajero, ya que, entre los escombros, se encontró una pistola a la que le faltaba una bala.

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