Para muchas personas –gracias a ciertas películas de terror–, las muñecas son objetos que causan miedo y desconfianza, aun debajo de la carita angelical que puedan tener. Dada la cultura y folclore de nuestro país, que desafía, a veces, el sentido común y le fascina lo extraordinario, en la Ciudad de México, existe un sitio en el que estos juguetes son los anfitriones, dueños y señores. No se trata de un museo, sino de una islita alejada, lúgubre, ubicada entre los kilométricos canales de un colorido Xochimilco, cuyo aspecto y atmósfera tenebrosos erizan la piel de cualquiera.
La llamada Isla de las Muñecas es, en realidad, una amplia chinampa con una pequeña casita de madera en el centro, decorada, por todas partes, con restos de muñecas de todos los estilos y tamaños, viejas y deterioradas: a algunas les falta una extremidad, no tienen cabello o están despeinadas, carecen de uno o ambos ojos y están despintadas, rotas, descosidas y sucias, lo que, sin duda, da una imagen terrorífica al lugar. Sin embargo, irónicamente, su presencia se pensó para actuar como protección ante las malas energías.
La historia sobrenatural de este sitio, que se encuentra sobre el canal de Cuemanco, inició en los años 50, a raíz de un trágico suceso. Cierto día, cuando don Julián Santana Barrera –un hombre solitario que vivía en la chinampa– se disponía a salir para ir al mercado a vender sus hortalizas, se encontró con el cadáver de una niña, flotando en la orilla, quien había fallecido ahogada debido a que quedó enredada entre los lirios del canal. Desde ese momento, la vida tranquila de don Julián cambió, pues decía que el espíritu de la pequeña se había quedado penando en su chinampa, que sentía su presencia y que podía escuchar sus gritos y llanto.
Para ahuyentarla, al hombre se le ocurrió ‘decorar’ el lugar con muñecas feas y desgastadas que se encontraba en la basura, entre la hierba o en las aguas del canal, para que cumplieran la función de espantapájaros, pero con espíritus. Así, poco a poco, se fue haciendo de una colección de estos juguetes, que, hoy en día, suma más de 2 mil 500 ejemplares que custodian toda la chinampa.
Pero tal colección no se hizo sólo de las pepenas del señor Julián a lo largo de los años, sino, también, a partir de las donaciones de los curiosos que se atrevían a visitar aquella isla ominosa. Al principio, la Isla de las Muñecas era un lugar desconocido por el público y sólo llamaba la atención de las pocas personas que se adentraban a recorrer todo el canal, quienes se acercaban para conocer el porqué de tan peculiar decoración.
La tenebrosa chinampa permaneció oculta durante tres décadas, hasta que, en 1987, a raíz de un rescate ecoturístico de los canales de Xochimilco, el gobierno local la descubrió, permitiendo que don Julián la conservará, pues se trataba de su hogar, además de que era una muestra cultural de la idiosincrasia mexicana ante los pensamientos paranormales. A partir de ese momento, se le dio más difusión al lugar, por lo que don Julián recibía constantemente vistas de turistas y, en consecuencia, algunas muñecas de regalo.
Don Julián siempre fue un fiel creyente de lo sobrenatural –no hace falta decirlo, pues su obra habla por sí sola–. De acuerdo con su sobrino Anastasio, afirmaba que una sirena de río se le aparecía frecuentemente y le decía que, algún día, se lo llevaría con ella. Las circunstancias en las que murió don Julián, a los 85 años de edad, se interpretan como una forma simbólica en que la sirena cumplió su advertencia. Sucedió en 2001, Anastasio estaba con él, pero se alejó por unos minutos, quizá, horas, para ir a vigilar al ganado que se encontraba pastando en un terreno cercano a la chinampa; cuando regresó, encontró el cuerpo de su tío, flotando en el río. La autopsia posterior reveló que el deceso había ocurrido a causa de un infarto.
Desde entonces, el lugar se ha conservado con todo y su esencia, y actualmente, es uno de los principales atractivos de Xochimilco. Entre todas las muñecas, destacan dos. La primera de ellas se encuentra colgada en un cuartito que parece que fue el dormitorio de don Julián y es especial porque fue la primera muñeca que recogió; se le reconoce porque lleva un sombrerito de mimbre, decorado con girasoles. La otra se llama Agustina, la cual, se dice, era la favorita de don Julián; la encontró un 28 de agosto, día de San Agustín, por ello, la nombró así; se cree que es milagrosa, por lo que muchos visitantes le dejan ofrendas o le rezan. En una parte de la chinampa, hay dos cruces: una blanca, en honor de la niña fallecida, y una negra, en recuerdo de don Julián.
Aunque ya sabemos que, en realidad, las muñecas de la isla son guardianas del bien, dada su apariencia, no se puede evitar asociarlas a una idea macabra. Las personas que han visitado la chinampa coinciden en que se percibe un ambiente fantasmagórico y ominoso; que es como si las muñecas tuvieran vida, pues sienten que los observan fijamente y que los siguen con la mirada, y que, incluso, llegan a mover la cabeza o alguna de sus extremidades. Entre si tales aseveraciones son ciertas o se trata sólo de percepciones creadas por la autosugestión, habrá que visitar el sitio para constatarlo.
La Isla de las Muñecas se encuentra, aproximadamente, a una hora del embarcadero de Cuemanco; la única forma de llegar hasta ahí es a través de lancha o trajinera, y, durante el trayecto, se pasa por otros sitios de interés de Xochimilco, como el Área Ecológica, el Museo del Ajolote, el Canal de Apatlaco, la Laguna de Teshuilo y la Isla de la Llorona.
La Isla de las Muñecas es tan famosa, que medios de comunicación de otros países han viajado hasta nuestro país, para visitarla y vivir, en carne propia, la experiencia; es el caso de The Huffington Post, Travel Channel y Abc News, por mencionar algunos.
La chinampa de don Julián, todavía sin sus peculiares muñecas y sin saberlo, comenzó a hacerse popular desde 1943, pues sirvió de escenario para la película María Candelaria, del cineasta mexicano Emilio ‘El Indio’ Fernández, protagonizada por Dolores del Río y Pedro Armendáriz.
El cineasta Tim Burton, famoso por su estilo sombrío, vino a México en 2012, para conocer la Isla de las Muñecas, que le sirvió de inspiración para una de sus películas.
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