De acuerdo con el último informe del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), sobre los hábitos de lectura, publicado en abril de 2021, en México, cada vez más, hay menos lectores, pues reportó que sólo el 71.6 % de la población adulta alfabeta leyó algún texto en el último año. Dicha cifra continúa con la tendencia de disminución que se había venido presentando desde años anteriores, ya que, en 2018, el porcentaje fue del 76.4; en 2019, del 74.8; y en 2020, del 72.4.
En contraparte, las personas que aún conservan el hábito de sumergirse entre las líneas de un buen libro, revista o periódico incrementaron la cantidad de ejemplares leídos en los últimos 12 meses, con un promedio de 3.7, en comparación con datos de 2019 y 2020, donde la media fue de 3.3 y 3.4 libros, respectivamente. Aunque representa un ligero decremento respecto a 2016, cuando se registró un promedio de 3.8 libros.
Nuestro país no es el más lector del mundo, hay que decirlo. La población de Chile y Colombia, por ejemplo, lee arriba de cinco textos al año. Por esta razón, y a propósito del Día Internacional del Libro, el 23 de abril, queremos hablarle sobre los múltiples beneficios que tiene el leer, independientemente del formato, es decir, si se trata de un material impreso o electrónico, pues esta actividad influye en el ámbito emocional, personal, profesional y mental.
Estímulo intelectual
Leer es el mejor ejercicio y alimento para el cerebro. Al hacerlo, el hemisferio izquierdo se estimula, accionando, a su vez, diferentes áreas que están relacionadas con las funciones cognitivas. Por ejemplo, la corteza inferotemporal, encargada de detectar las palabras escritas, se estimula y transmite información a otras regiones cerebrales, en un proceso que tiene repercusiones en el desarrollo intelectual; el cerebro se modifica. Una persona lectora tiene más materia gris y, por ende, más neuronas.
El lóbulo occipital es otra área involucrada en la acción de leer; éste procesa la información visual. Fortalecerlo con la lectura alimenta la imaginación y repercute en la creatividad. Nuestra mente va simulando los detalles descritos en la narración, activando las mismas regiones cerebrales que se estimulan cuando se ejecutan las acciones en la realidad.
El lóbulo parietal es el encargado de transformar las letras en palabras, y las palabras en pensamientos. Esto conlleva al desarrollo de una mayor comprensión, ya que se analizan y se entienden mejor las ideas que se leen.
Mejora la concentración
Pese a todos los ejercicios mentales que supone, los expertos afirman que leer es un proceso antinatural para el cerebro. Y es que, por naturaleza, éste tiende a ‘distraerse’ o, mejor dicho, a responder ante cualquier estímulo externo; esto, porque posee la necesidad de estar alerta. Según la psicología evolutiva, no estar atento a lo que ocurría en el entorno podía costarle la vida al hombre primitivo, al ser sorprendido por un animal o por el enemigo. Las distracciones del cerebro, entonces, responden a un instinto de supervivencia; por ello, permanecer enfocado en una sola cosa representa un gran esfuerzo para él, y en el caso de la lectura, le exige un extra al combinar la habilidad para descifrar el texto e interpretar su significado, por lo que impulsa la capacidad de atención y ayuda en el mejoramiento de la concentración.
Incrementa la memoria
Al leer, el lóbulo parietal trabaja en conjunto con el temporal para el almacenamiento y recuerdo de la información previamente leída, como, en el caso de cuentos y novelas, los nombres de los personajes, sus historias, el hilo del argumento principal, los giros y subtramas; o bien, en textos científicos o informativos, ciertos datos puntuales. Dichos recuerdos crean conexiones neuronales y tonifican las ya existentes, lo que contribuye al fortalecimiento de las memorias de corto y largo plazo.
También, se ejercitan la memorias semántica y episódica; la primera tiene que ver con el almacenamiento de significados, mientras que la segunda, con los sucesos.
Despierta la empatía
Cuando leemos, tendemos a identificarnos con los personajes de la narración, vivimos sus historias, sufrimos su dolor y compartimos sus alegrías. Conocemos y nos compadecemos de otras vidas. Los cuentos o novelas nos permiten desarrollar, con mayor facilidad, esa capacidad de ponernos en los zapatos del otro, a diferencia de los textos especializados.
Refuerza las habilidades expresivas
Leer cualquier material nos introduce a nuevas palabras, que enriquecen nuestro vocabulario. La mayoría de las veces, ante un vocablo desconocido, no recurrimos inmediatamente a un diccionario para buscar su significado, sino que lo deducimos gracias al contexto de la lectura; con ello, también, impulsamos nuestro pensamiento crítico y nuestra capacidad analítica.
Poseer un vocabulario amplio y conocer distintos estilos comunicativos influye en nuestra forma de escribir, eligiendo la redacción adecuada según la situación de la que se trate, y en la manera de hablar con los demás, pues se mejora la sintaxis y la gramática.
Influye en el éxito profesional
Esto, por dos razones: la primera, porque el manejo adecuado del lenguaje está muy bien valorado socialmente, ya que denota estudio y preparación. Los lectores son percibidos como personas intelectuales, con gran capacidad de liderazgo. Y sí, ya hemos explicado que leer estimula las funciones cognitivas y la empatía, dos características fundamentales de los líderes. Aquellos que leen por placer tienden a ser más autodidactas y a estar en constante preparación. Asimismo, quien es lector desde la niñez tiene mayores posibilidades de triunfar en la madurez.
El segundo motivo es porque se amplían los conocimientos y la cultura. Y no sólo con los textos informativos, científicos o noticiosos; incluso, los géneros de ficción instruyen, ya que, en muchas ocasiones, refieren datos históricos y de la vida real. Conocer el contexto en el que se desarrolló la obra aporta demasiado al bagaje cultural.
Previene la degeneración cognitiva
Una persona que ha leído bastante durante toda su vida mantendrá en ejercicio constante a su cerebro, de modo que éste llegará en forma y con buen funcionamiento a la vejez, reduciendo las posibilidades de sufrir afectaciones neurodegenerativas, como la demencia o el Alzheimer, o bien, retrasando la aparición de los síntomas. Es por ello que, en la senectud, se recomienda continuar con el hábito de la lectura, para preservar la actividad cerebral y las funciones cognitivas.
Es un buen pasatiempo
La lectura es el compañero ideal para nuestros ratos libres y resulta una buena distracción para olvidarnos, al menos por unas horas, de los problemas; además, a diferencia del internet, nunca nos dejará solos, siempre habrá algo qué leer. Según un estudio de la Universidad de Sussex, esta actividad ayuda a reducir, en un 68 %, el estrés. Es una medida de escape a la preocupación debido a que nuestro cerebro se enfoca en entender el texto, dejando de lado otros pensamientos; este es un ejemplo del importante papel que juega la concentración.
Es un libertador
Una de las tantas maravillas de la lectura es que nos transporta a tierras lejanas y a épocas pasadas o futuras. Nos permite ser todos los personajes que deseemos, nos libera. Leer tiene el poder de transformar a la sociedad, invita al lector a la reflexión y es un embajador de la cultura y la información; es abrirse al mundo, es libertad. No por nada, los países autoritarios y aquellos que ejercieron un dominio colonial sobre otras regiones eliminaron la literatura existente, ajena a sus intereses.
Como hemos visto, leer tiene múltiples beneficios; éstos comienzan a partir de los seis minutos y se recomienda, mínimo, media hora de lectura diaria. Sin embargo, sabemos que, una vez adentrándonos en las maravillas de la narración, el tiempo vuela y los minutos se convierten en horas.
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