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La peste negra llega a Europa

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El primero de diciembre de 1347 un barco italiano arribó en el puerto de Mesina, Sicilia, proveniente de la ciudad comercial de Caffa (actual Feodosia), en la península de Crimea, a orillas del mar Negro. La tripulación iba gravemente enferma, moribunda, con síntomas como fiebre alta, ganglios hinchados en cuello e ingles, y la piel cubierta de bultos negros (de ahí, el nombre de “peste negra”). A partir de ese momento, la enfermedad –cuyas causas y tratamiento se desconocían– se propagó por Europa, iniciando una epidemia, que duró hasta 1353, causando más de 20 millones de muertes; y es que se contagiaba rápidamente y se agravaba hasta la muerte en pocos días, sin que los médicos de la época pudieran aliviarla o evitarla.


Se cree que la peste negra se originó en algún punto de Asia, propagándose, primero, por aquel continente, a través de los intercambios comerciales. Se dice que fueron los mongoles los que llevaron la enfermedad a Caffa, colonia genovesa que fue asediada por aquellos despiadados guerreros, quienes, según se cuenta, lanzaban, con catapultas, los cadáveres infectados hacia la ciudad.

En esos tiempos, se atribuían las causas de la peste a los “miasmas” (contaminación del aire por la presencia de materia orgánica en descomposición, según la medicina griega); a fenómenos astrológicos; o a eventos geológicos, como las erupciones volcánicas. Fue hasta finales del siglo XIX cuando los bacteriólogos Kitasato y Yersin descubrieron que la causa era la bacteria Yersinia pestis, que afecta a ratas o roedores y se transmite inicialmente por los parásitos de éstos hacia los humanos.

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