La sorprendente historia del juego Monopoly
- paginasatenea
- hace 1 día
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Calles, rentas y billetes que reflejan la sociedad en la que vivimos

Cuando pensamos en este juego de mesa, lo primero que viene a la mente es una tarde de risas (o discusiones) entre amigos, por una carrera por comprar la calle más cara, y ese momento glorioso —y, a veces, cruel— en el que uno de los jugadores “quiebra” al resto. Pero más allá de los billetes de colores y los hoteles rojos sobre el tablero, Monopoly es una metáfora del sistema económico en el que vivimos, y su origen es tan sorprendente como revelador. Más que un simple juego, se trata de un ícono cultural que representa una ventana a la historia económica, social y hasta política de nuestra civilización.
Un origen con intención pedagógica
Para entender la historia del juego, primero, debemos viajar a principios del siglo XX, en Estados Unidos, en un período marcado por la Gilded Age (Época Dorada) y sus secuelas; es decir, una creciente brecha entre ricos y pobres, la especulación de tierras y la búsqueda de nuevas ideas económicas.
Contrario a la creencia popular, Monopoly no nació originalmente de la mente del estadounidense Charles Darrow, como un mero pasatiempo. Su verdadera génesis se encuentra en una mujer estadounidense visionaria, Elizabeth Magie Phillips, quien creó The Landlord's Game (El Juego del Propietario), en 1904.
Esta diseñadora de juegos era defensora de las ideas del economista Henry George, de manera que su juego no tenía la intención de entretener, sino de enseñar. Magie quería demostrar los efectos injustos de la acumulación de la propiedad y cómo el sistema de rentas podía llevar a la desigualdad económica.
El tablero representaba un circuito cerrado de calles donde los jugadores pagaban rentas cada vez más altas a medida que avanzaban, destacando los peligros del monopolio inmobiliario. Así, los jugadores podían experimentar, de primera mano, las injusticias del sistema capitalista desenfrenado.
Charles Darrow y la apropiación del juego
The Landlord's Game se extendió entre intelectuales y círculos progresistas de Estados Unidos, adaptándose y evolucionando. Incluso, les sirvió a los académicos como una herramienta para ilustrar conceptos económicos.
Así, los jugadores comenzaron a personalizarlo, con nombres de calles locales y nuevas reglas. Fue en este escenario que Darrow, un vendedor desempleado durante la Gran Depresión, se topó con una de estas versiones caseras, a principios de la década de 1930. Con astucia y una visión para el mercado, pulió el diseño, estandarizó sus reglas y lo presentó como una idea propia a la compañía Parker Brothers. En 1935, el juego fue publicado oficialmente bajo el nombre de Monopoly, con las calles inspiradas en el plano de Atlantic City, Nueva Jersey.
El éxito fue inmediato. En un país asolado por el desempleo y la pobreza, este juego de mesa ofrecía la fantasía irresistible de convertirse en magnate rápido y sin salir de casa. Paradójicamente, un juego concebido para advertir sobre los males del capitalismo fue adoptado por el mercado como un símbolo de triunfo individual y riqueza.
Desde entonces, Monopoly ha tenido más de mil ediciones en más de 100 países, y ha sido traducido a más de 40 idiomas. Ha habido versiones temáticas, basadas en películas, series, equipos deportivos, videojuegos e, incluso, ciudades específicas. El Sr. Monopoly, el personaje del juego, con su sombrero de copa y bigote distinguido, se ha convertido en una figura reconocible en todo el mundo.
La marca ha sabido reinventarse sin perder su esencia. En la era digital, el juego se ha adaptado a consolas, aplicaciones móviles y versiones en línea, permitiendo partidas entre jugadores de diferentes continentes. Además, han surgido variantes para las nuevas generaciones, e, incluso, existen ediciones "anti-Monopoly", que intentan recuperar el espíritu crítico de su creadora original.
Lo que enseña Monopoly sin querer
Su atractivo radica en su simplicidad estratégica, la emoción de la especulación y la satisfacción de ganar y de ver caer a los oponentes. Sin embargo, su impacto va mucho más allá del entretenimiento. A lo largo del tiempo, Monopoly se ha convertido en una herramienta informal de educación financiera, pues introduce, de manera lúdica, conceptos como bienes raíces, alquileres, hipotecas, impuestos y flujo de efectivo. Para muchos, fue el primer contacto con el funcionamiento del dinero en un entorno simulado.
Además, el juego funciona como un reflejo de la cultura popular. Las ediciones temáticas inspiradas en películas, series o videojuegos no sólo responden a intereses comerciales, sino que, también, capturan el espíritu del momento, revelando qué referencias culturales resuenan con la sociedad en diferentes épocas.
Aunque, hoy, el juego es visto como un símbolo del capitalismo, su mecánica representa las consecuencias del monopolio y la acumulación de riqueza en pocas manos. La experiencia de empobrecerse puede desencadenar una reflexión sobre la desigualdad, la competencia desleal y la fragilidad financiera.
Finalmente, su permanencia en el tiempo, también, lo ha convertido en un vínculo intergeneracional. Es uno de esos pocos juegos capaces de reunir en la misma mesa a abuelos, padres e hijos, generando recuerdos compartidos, aprendizajes valiosos y, en muchos casos, rivalidades legendarias que atraviesan las décadas.
A más de 120 años del nacimiento de su concepto original, Monopoly sigue siendo relevante porque ha sabido leer y reflejar los tiempos. Ha pasado de ser una crítica económica a una celebración del libre mercado, y, de ahí, a convertirse en un símbolo cultural con múltiples interpretaciones.
Jugar Monopoly es más que una forma de entretenimiento; es participar, consciente o no, en un relato sobre poder, propiedad y ambición. Por eso, cada vez que lanzamos los dados y apostamos por comprar esa codiciada avenida azul, no estamos sólo jugando, estamos repitiendo una historia que comenzó con una mujer que quería cambiar el mundo... y terminó cambiando la forma en que jugamos en él.
Una edición que podía hacerlo millonario… literalmente
En 1988, Hasbro organizó una de las promociones más extravagantes y comentadas en la historia de los juegos de mesa. Para celebrar el éxito continuo de Monopoly y atraer nuevos jugadores, la compañía lanzó una edición limitada en Estados Unidos, que incluía dinero real oculto entre los billetes de fantasía del juego.
Esta campaña, conocida como "Monopoly Game Money Makeover", consistía en distribuir un pequeño número de cajas especiales, donde algunos de los clásicos billetes de colores eran reemplazados por auténticos billetes de curso legal. Las cantidades variaban desde modestos billetes de cinco y diez dólares, hasta premios mayores. La más codiciada era la caja “dorada”, que contenía billetes reales por un total de un millón de dólares.
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