
El ajolote (Ambystoma mexicanum) es un anfibio muy peculiar. Es una especie de salamandra que posee la curiosa característica de llegar a la adultez y alcanzar la madurez sexual conservando, para siempre, sus rasgos larvales; a dicha condición se le conoce como neotenia. Es por eso que pasa su vida en el agua, a diferencia de otras especies de salamandras, ranas o sapos, que, cuando maduran, viven en la tierra. Por esas cualidades, se dice que el ajolote es el Peter Pan de las salamandras, pues da la impresión de que “no crece”.
Debido a lo anterior, la apariencia del ajolote es distinta a la del resto de las salamandras: conserva su aleta dorsal de renacuajo, que recorre casi todo su cuerpo, y sus seis singulares branquias externas, que sobresalen de los costados de su cabeza (tres de cada lado) y tienen apariencia de plumas. Posee cuatro patas, las cuales las desarrolla semanas después de nacer. Al llegar a la etapa adulta, alcanza entre los 15 y 30 centímetros de longitud, y vive entre 10 y 15 años.
En cuanto a su coloración, la mayoría de los ajolotes son negros o marrones moteados, pero destacan los albinos con toques rosados, cuya imagen es la que más se ha popularizado en los medios de comunicación.
Originalmente, desde tiempos prehispánicos, los ajolotes habitan únicamente en lagos y canales de la zona sur de la Ciudad de México, específicamente, en el complejo lacustre de Xochimilco. Se alimentan de gusanos, larvas de insectos, pequeños crustáceos y peces de menor tamaño.
Sin embargo, desde hace ya algunas décadas, el ajolote está catalogado como una especie en peligro de extinción, por lo que se han criado ejemplares en peceras especiales, en pro de su conservación. No obstante, pese a estos esfuerzos, se ha llegado a un estado crítico, pues, recientemente, la UNAM advirtió que nuestra peculiar salamandra podría desaparecer, en su totalidad, de los canales de Xochimilco, este mismo año. Estas predicciones se obtuvieron a partir de una simulación con modelos matemáticos, tomando en cuenta que, en 1998, se contabilizaban hasta seis mil ajolotes en Xochimilco, mientras que, para 2013, la población se había reducido a sólo 36 ejemplares.
El principal factor que está terminando con los ajolotes y con otras formas de vida silvestre de su hábitat es, como siempre, la actividad humana, que ha generado la contaminación del agua de los canales y el aumento de la temperatura de ésta, además de que ha introducido a los canales especies depredadoras no nativas, como el pez tilapia y el pez carpa. A esto, se suma el comercio ilegal de mascotas y su pesca para consumo como alimento; y es que, desde la época prehispánica hasta nuestros días, el ajolote se ha considerado un manjar, por su sabor y sus propiedades nutritivas, así como un elemento valioso dentro de la medicina tradicional.
De este modo, antes de que sea demasiado tarde, Tania J. Porras Gómez, investigadora del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBO) de la UNAM, explicó que ella y su equipo, en colaboración con la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala, desde 2021, están estudiando las células germinales de los ajolotes, pues garantizar el acceso a mayor variabilidad genética podría ser una alternativa para su preservación. Y es que los ajolotes tienen la capacidad de poder regenerar partes de su cuerpo, como el corazón, la columna vertebral, el hígado, la piel o las extremidades, por lo que se intenta conocer si pueden hacer lo mismo con sus órganos reproductivos.
La investigadora indicó que, al analizar las células testiculares para generar espermatozoides, han encontrado reservorios de células germinales, las cuales, suponen, podrían ser una fuente de almacenamiento, para utilizarlas en caso de necesitar la regeneración. En caso de que así sea, este conocimiento podría ser de mucha utilidad en la medicina humana reproductiva, para ayudar en problemas de fertilidad.
Halladas ya dichas células, el siguiente paso es revisar in vivo el proceso de regeneración de los órganos, pues ello sería un factor clave para ayudar a recuperar a las poblaciones de ajolotes. De igual manera, planean crear un repositorio de germoplasma, muestras con información genética, las cuales provengan de la FES Iztacala, otras instituciones de educación y de centros de investigación tanto de México como del mundo que cuentan con ejemplares de ajolotes.
Las predicciones pintan un panorama devastador para los ajolotes este año, pero aún estamos a tiempo de impedir que se cumplan y salvar a esta valiosa especie mexicana.
El ajolote recibe su nombre en honor de Xólotl, dios azteca del fuego y el relámpago, que podía adoptar la forma de una salamandra. Igualmente, está asociado a los perros, ya que se le representaba como un hombre con cabeza de perro (de ahí, también, el nombre de la raza canina xoloitzcuintle). En náhuatl, el vocablo atl es ‘agua’, de modo que axolotl, de donde deriva ‘ajolote’, se traduce como ‘perro de agua’.
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