Música y sonidos agradables al oído…
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Y cura para el alma

El sonido se define como una vibración que se propaga a través de un medio, como el aire, el agua o, incluso, sólidos, la cual llega a nuestros oídos, donde se interpreta como una percepción auditiva.
Una de las propiedades del sonido es la frecuencia, que se refiere al número de vibraciones o ciclos por segundo de una onda; se mide en hercios (Hz) y determina el tono del sonido. Los sonidos de alta frecuencia (agudos) tienen más vibraciones por segundo, mientras que los sonidos de baja frecuencia (graves) tienen menos. Dentro del rango de frecuencias, el oído humano es capaz de percibir sonidos desde los 20 hasta los 20,000 Hz (20 kHz).
Las frecuencias de sonido que son agradables al oído humano pueden variar según la persona y el contexto, pero, en términos generales, hay ciertos rangos de frecuencias que tendemos a encontrar más satisfactorios o placenteros, tales como:
Frecuencias medias (250 - 4,000 Hz): Permiten que los sonidos sean claros y comprensibles, lo que hace que este rango sea muy importante para la música y la comunicación. Incluye a las voces humanas registradas entre los 500 y 2,000 Hz y ciertos instrumentos musicales, como la guitarra, el piano, el violín y el saxofón. En la música, las frecuencias dentro de este rango tienden a producir sonidos armoniosos y agradables porque las relaciones entre las frecuencias suelen estar en acordes naturales y consonantes.
Frecuencias bajas (20 - 250 Hz): Las frecuencias bajas pueden generar una sensación de potencia y profundidad. Aunque los sonidos extremadamente graves (por debajo de los 50 Hz) pueden ser percibidos como vibraciones en lugar de sonidos claros, las frecuencias bajas moderadas (alrededor de 100 - 250 Hz) pueden ser muy agradables, especialmente cuando se combinan con frecuencias medias en la música, como ocurre en los bajos de una canción. Los sonidos graves tienden a generar un fuerte impacto emocional, como los que se sienten en las películas cuando se utiliza una banda sonora intensa. Estos sonidos pueden inducir sensaciones de emoción, excitación o calma, dependiendo del contexto.
Frecuencias altas (4,000 - 8,000 Hz): Las frecuencias altas, en particular en el rango de 5,000 Hz a 8,000 Hz, pueden hacer que los sonidos tengan un "brillo" o una "presencia" adicional. Muchos sonidos de la naturaleza que percibimos agradables, como el canto de los pájaros, el sonido del viento o el agua corriente, están dentro de este rango. Aunque no son de frecuencia tan alta como los tonos de ultrasonido, los sonidos agudos de la naturaleza tienen la capacidad de generar sensaciones relajantes o revitalizantes. Por otro lado, esta clase de sonidos es útil para dar claridad a los detalles en la música, como los agudos de los instrumentos de cuerdas, el sonido de un platillo de batería o la presencia de la voz en las grabaciones.
Algunas razones por las cuales ciertas frecuencias nos resultan agradables son:
Armonía: Las frecuencias que forman acordes musicales o secuencias armónicas tienden a ser percibidas como agradables. Por ejemplo, los intervalos de octava (doble de frecuencia) o quintas perfectas (relación de 3:2).
Resonancia: Algunas frecuencias coinciden con las frecuencias naturales de resonancia del oído y otros órganos, lo que puede generar sensaciones placenteras al estar en armonía con la anatomía humana.
Balance: Un sonido que tiene un equilibrio entre frecuencias bajas, medias y altas tiende a ser más agradable que un sonido que está desbalanceado o contiene frecuencias demasiado dominantes. Esto es lo que hace que la música bien producida, con una mezcla balanceada de frecuencias, sea más placentera.
La perfección de la música clásica
La música clásica abarca un rango muy amplio de frecuencias de sonido, ya que incluye una variedad de instrumentos, voces y composiciones que cubren una gama de tonos y timbres. En términos generales, la música clásica puede admitir frecuencias desde los graves profundos hasta los agudos brillantes, dependiendo de la instrumentación y la pieza; no obstante, las frecuencias que mayormente se encuentran en la música clásica son las bajas, que tienden a estar presentes en los instrumentos de viento-metal, las cuerdas graves y algunos instrumentos de percusión, como los timbales o el bombo. Las frecuencias más bajas generan una sensación de profundidad y potencia.
El rango principal en la música clásica son las frecuencias medias. La mayoría de las voces y los instrumentos, como el piano, las cuerdas (violín, violonchelo, etc.), los vientos y las voces humanas producen sonidos en este rango. Estas frecuencias son esenciales para la melodía y la armonía.
Las frecuencias altas se consiguen con instrumentos como la flauta, el violín, los metales y los platillos, que tienden a generar sonidos más brillantes en este rango. Añaden claridad y detalle a las composiciones.
Debido a que este género musical se maneja con frecuencias de sonido agradables al oído humano, tiene un impacto positivo profundo en el estado de ánimo, la relajación y la paz mental, asociado a varios factores que tienen que ver con su estructura, ritmo y armonía.
La música clásica, especialmente las composiciones más lentas, tiene un ritmo controlado que ayuda a regular el sistema nervioso. Las piezas de tempo moderado o lento pueden inducir un estado de calma porque su ritmo es similar al de las pulsaciones cardíacas en reposo, lo que facilita la relajación.
Las composiciones clásicas suelen seguir una estructura lógica y predecible (por ejemplo, en forma de sonata, sinfonía o concierto), lo que genera una sensación de orden y coherencia en la mente del oyente. Esta previsibilidad en la música puede ser reconfortante, ya que ayuda a reducir la incertidumbre, una de las principales fuentes de ansiedad.
La música clásica está llena de armonías complejas y progresiones melódicas que tienden a evocar una amplia gama de emociones, desde la euforia hasta la tristeza. Las combinaciones de notas crean sensaciones de "plenitud" y "equilibrio", lo que genera una respuesta emocional. Las piezas como el Adagio de Albinoni, o el "Largo", de la Novena Sinfonía, de Beethoven, son conocidas por su capacidad de tocar profundamente el corazón y generar una sensación de melancolía o introspección.
Este género, a menudo, emplea el contrapunto, que es la técnica de combinar varias líneas melódicas diferentes de manera armoniosa. Este tipo de composición puede tener un efecto estimulante o relajante en la mente, ya que involucra tanto la atención como la emoción. Además, las dinámicas (cambios de volumen e intensidad) ayudan a crear un impacto emocional, pasando de momentos suaves a momentos poderosos, que afectan profundamente nuestra respuesta emocional.
La música tiene el poder de influir en la liberación de neurotransmisores, como dopamina (relacionada con la sensación de placer y recompensa) y oxitocina (conocida como la "hormona del amor", que está asociada con sentimientos de conexión y bienestar). Escuchar música clásica puede activar las áreas cerebrales relacionadas con la emoción, lo que genera una respuesta fisiológica positiva. El cortisol es la hormona del estrés. Diversos estudios han demostrado que escuchar música clásica, especialmente composiciones más suaves y lentas, puede reducir los niveles de cortisol, promoviendo un estado de relajación. Esto es beneficioso tanto para la salud mental como física, ya que el estrés crónico puede tener efectos negativos en el bienestar.
Relacionado con lo anterior, la música clásica activa el sistema nervioso parasimpático, que es responsable de las funciones de relajación y descanso (como reducir la frecuencia cardíaca y la presión arterial). A su vez, ayuda a disminuir la actividad del sistema nervioso simpático, que es el que se activa en situaciones de estrés y ansiedad.
Así escuchar piezas con un ritmo lento y pausado puede inducir un estado de relajación similar al de una meditación. El ritmo controlado de la música clásica puede sincronizarse con nuestro ritmo respiratorio, ayudando a calmarnos y a reducir la tensión.
Por su parte, la música clásica, también, puede facilitar la concentración y la reflexión positiva. Al no contar con letras que puedan influir en los pensamientos de manera directa, la música instrumental permite que el oyente se enfoque en sus propios pensamientos, lo que puede ayudar a mejorar el ánimo y permitir la introspección o la meditación.
¿Qué le parece? Después de leer esto, sería buena opción darnos un tiempo diario para escuchar un poco de música clásica.