Debido a su lucha incansable en favor de los derechos humanos de los indígenas de su país, a esta activista guatemalteca le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz, el 16 de octubre de 1992; sin embargo, lo recibió hasta el 10 de diciembre de ese mismo año, en Oslo, Noruega. Con esto, se convirtió en la primera indígena y en la persona más joven en ostentar el galardón.
De origen maya-quiché, Rigoberta nació en 1959, en Chimel, municipio de San Miguel Uspantán, Guatemala. Desde siempre, su familia y su comunidad sufrieron la represión y abusos del gobierno guatemalteco; de 400 habitantes que había en su pueblo, sólo quedaron 12. Además, en 1979, uno de sus hermanos fue asesinado brutalmente, y, al año siguiente, su padre y su madre, también, fueron ejecutados, con tan sólo tres meses de diferencia.
Mientras todo eso sucedía, Rigoberta trabajó arduamente para salir adelante, aprendió español, de forma autodidacta, y, en 1979, se integró formalmente al Comité de Unidad Campesina, en el cual ya tenía participación desde un par de años atrás. Dada la violencia y su activismo, en 1981, se exilió en México, desde donde, en los años siguientes, se dedicó a denunciar, a nivel internacional y a través de distintos foros, la situación de los indígenas guatemaltecos. Con el dinero que recibió por el Premio Nobel, creó la Fundación Vicente Menchú, que apoya proyectos de desarrollo para los indígenas de Guatemala.
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