El primero de septiembre de 1891, el policía argentino Juan Vucetich tomó las huellas dactilares de los 10 dedos de las manos de 23 presos de la ciudad de La Plata y elaboró las primeras fichas de identificación de los mismos, dando inicio al sistema dactiloscópico, el cual, posteriormente, se perfeccionó y se extendió por todo el mundo, ya que resultó ser muy útil, por su sencillez, rentabilidad y precisión, para identificar a las personas.
Croata de nacimiento, en 1882, a los 23 años de edad, migró a Argentina. Llegó sin tener formación científica, pero dominaba varios idiomas y tenía una gran facilidad para las matemáticas. Eso le ayudó a conseguir un empleo en el departamento de policía de la ciudad de La Plata. Tenían ciertos problemas para identificar de manera rápida y sencilla, en los archivos, a cada uno de los presos, así que Vucetich, inspirado en un artículo que había leído, de Francis Galton, que hablaba de las características únicas de las huellas dactilares de cada persona, decidió utilizar dicho rasgo corporal como un método efectivo de identificación.
Su sistema de dactiloscopia ayudó a dar con múltiples criminales; además, traspasó las fronteras de lo policial y se ocupó después dentro del área civil, para identificar a cada ciudadano y en los procesos de votación.