El 23 de febrero de 1766, el físico y químico Henry Cavendish descubrió el hidrógeno (H) y luego determinó que formaba parte de la composición del llamado líquido de la vida. Primero, mezcló partículas del mineral zinc con ácido clorhídrico, de donde resultó el gas, al que nombró “aire inflamable”. Después, lo puso a reaccionar con otros elementos, como el oxígeno (O), generando muestras de agua; de ese modo descifró que ésta se integraba por dos partes de hidrógeno y una de oxígeno (H2O).
Debido a su personalidad introvertida, presentó sus hallazgos en la Real Sociedad de Londres hasta 1784. Gracias a Cavendish y a las investigaciones posteriores, hoy sabemos que el hidrógeno, cuyo número atómico es 1, es el gas más ligero de los que se conocen hasta ahora. Además, es el que más abunda en el universo, presente en un 75 % de toda la materia, aunque no se encuentra de forma pura, sino que está combinado con otros elementos, como el carbono (formando compuestos orgánicos), por lo que, para obtenerlo, es necesario que pase por un proceso de separación; es insípido, incoloro e inodoro, y tiene molécula diatómica (H2).
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