Fue el 23 de noviembre de 1889, en el Palais Royale Saloon de San Francisco, cuando, por cinco centavos, se pudieron escuchar las melodías provenientes de una sinfonola o rocola; la primera y muy arcaica manifestación de la música on demand, es decir, donde el usuario puede seleccionar lo que quiere oír. El aparato era una caja grande que contenía en su interior un fonógrafo de cilindro, en el cual se grababan las canciones, que estaba conectado a 10 auriculares, para que esa cantidad de personas pudiera escucharlo al mismo tiempo. Luego, el fonógrafo se sustituyó por un gramófono, un sistema de grabación y reproducción de sonido que ya usaba un disco plano. Posteriormente, la rocola empleó un mecanismo que permitía seleccionar canciones entre varios discos. En la década de los 20 del siglo pasado, se incluyeron los altavoces, lo que ayudó a que el sonido tuviera mayor alcance. Actualmente, existen ejemplares que, aunque conservan el concepto y la estética retro, funcionan de manera digital.
En sus comienzos, las rocolas solían estar en lugares de no muy buena reputación, pero, conforme fue creciendo su popularidad, pasaron a estar en todas partes. En los 50, fue cuando alcanzaron su auge; casi tres cuartos de los singles se vendían para este formato y sobresalían los géneros del jazz y el rock.
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