Ocurrió el 1 de septiembre de 1985, por hazaña de una expedición liderada por el oceanógrafo estadounidense Robert Ballard. Los restos del famoso barco yacen a 4 mil metros de profundidad, al norte del océano Atlántico, a poco más de 600 kilómetros del sureste de Terranova, Canadá. La proa y la popa están separadas por unos 800 metros, área en la que se encuentran distribuidos escombros menores, como pertenencias de los pasajeros u objetos de decoración de la embarcación.
El descubrimiento se dio como parte de una exploración secreta de la Armada de Estados Unidos, la cual tenía otro objetivo principal. En 1982, Ballard había solicitado a la Armada financiamiento para desarrollar tecnología robótica sumergible, con la intención de encontrar el Titanic; el gobierno estaba interesado en su maquinaria, pero no para localizar el transatlántico, sino para hallar y recuperar los restos de dos submarinos nucleares hundidos en la década de los 60, por esa misma zona, e investigar si éstos habían sido atacados por los rusos. El subdirector de operaciones de guerra submarina le dijo a Ballard que, si al final de la misión, aún había tiempo, podía enfocarse en la búsqueda del Titanic. Y así fue; la expedición inició en agosto de 1985 y, luego de hallar a los acorazados y quedando 12 días para que venciera el plazo, en tan sólo una semana, Ballard y su equipo dieron con el barco más famoso de la historia.
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